20.11.21

Nirvanita


Si te fijás un animal, si te fijás bien. Tampoco hace falta que veas a una jirafa o a un rinoceronte, con un perro nomás lo entendés.
El animal no conceptualiza, tiene cerebro, claro que tiene cerebro, los mamíferos medianos fueron diseñados así. Y por lo tanto tienen mente. Quiero decir, en el sentido que un humano entiende la mente. Digamos, podríamos definir la mente desde ya no como un objeto, sino como una acción. La mente como funcionalidad.
Por eso estar con un animal te hace bien de inmediato. Es la alegría del ser en estado puro, no hay preocupaciones. No hay pasado ni futuro. El animal no recuerda ni anhela. Sí, quiere comida cuando tiene hambre, pero eso es imperativo categórico, biología. El animal es puro presente.
Lo mismo ocurre con los bebés. Mirá a un bebé a los ojos. Mirá al bebé descubriendo todo lo que lo rodea, sin analizar nada. Sin conceptos ni expectativas. No hay allí noción de ‘yo’, ni de ‘mío’. Es percepción pura, no hay individuo. Y por eso es feliz, tan despreocupado y feliz como un pedo en una tormenta eléctrica.
El adulto, lo sepa o no, intenta de algún modo alcanzar ese estado, volver a ser y nada más que ser, sin pensamientos, pura presencia. Para eso recurre por ejemplo a las drogas, por ejemplo al alcohol. Lo que pasa es que la herramienta no logra elevarlo por encima de los pensamientos sino que lo cansa, lo aturde, lo duerme. Pero en cualquier caso, lo que el hombre está buscando es apagar aunque sea por un rato la maldita fábrica de pensamientos. El paraíso es no pensar, tan simple como eso.
Ahora tu caso es por demás curioso, complejo quizás, distinto. Has llegado a tu particular manera a un curioso pedestal. Pensás, pero todas boludeces.

6 comentarios:

Frodo dijo...

Cuando tomo alguna copita de más, no digo cuando estoy por desmayarme, en pedo, sino cuando estoy entonado; mi perro me mira en silencio, fijo como si quisiera revelarme algún misterio del Universo (achalay! viera usted la cara de piola que tiene).
Y así no me siento tan boludo, aunque no transmite el mensaje.

Lo abrazo, sin novedad alguna

José A. García dijo...

Me identifico con un ficus. Y también con el personaje del relato, el descrito, claramente.
Por momentos cada vez más extensos me pregunto cómo me fue posible llegar tan lejos en la vida.
Pero nunca me respondo, no vaya a ser cosa que...

Saludos,
J.

J. Hundred dijo...

*frodo! me caen muchísimo mejor los animales que las personas. eso tampoco es novedad, saludos.

*josé a. garcía! lo importante, aunque lleva algún tiempo entenderlo, es que el yo, eso que creemos que es el yo, no existe. y por lo tanto, donde quiera que crea que usted que ha llegado, desde ya no tiene nada que ver con usted. no es obra suya. saludos.

Yoni Bigud dijo...

Buen día, caballero. Lo que yo quisiera decir sobre este artículo es que pensar boludeces es también una forma de anestesia. Una muy de pobre. En materia y espíritu. Una anestesia de Primera B. Pero es algo.

En mi opinión la vida se trata un poco de elegir las anestesias adecuadas para llegar vivo a la próxima media hora. Y en busca de ese noble objetivo hacemos de todo. Inventamos de todo. Nos metemos de todo. Aspiramos de todo. Cada uno en la medida de sus posibilidades. Cada uno con su librito. Pero todos muy metidos en el asunto, que al final de cuentas es una cuestión de vida o muerte.

Le dejo un afectuoso saludo y me pongo a leer las reflexiones que anduvo publicando a lo largo de este año, y que de un modo u otro lo trajeron hasta acá.

J. Hundred dijo...

*yoni bigud! estimado, lo de elegir las anestesias adecuadas está muy bien, creo que todos los animales intentan de algún modo apartarse del dolor. me alegra saber de usted. saludos.

José A. García dijo...

El yo no existe. Perfecto. ¿Y el él? ¿Qué hacemos con el él?

Saludos,
J.