20.12.19

Pedacitos de delfín


Estábamos desayunando. En un bar. En San Cristóbal. Ella trabajaba en un juzgado, era secretaria de un juzgado, entraba a trabajar muy temprano. Yo tenía un trabajo de oficina, podía llegar a las nueve de la mañana o a las once, lo mismo daba. Acomodaba unos papeles, contestaba algunas preguntas, escribía unos informes, me pagaban a fin de mes, rutina.
Habíamos pasado la noche en su departamento, habíamos cogido. Hasta coger se estaba volviendo una experiencia no digo traumática, pero cada vez menos divertida. Faltaba que me dejara de gustar el whisky y ahí me quería ver, cómo seguía la película de la vida. ¿La numismática? ¿Los viajes a la India? ¿Los cursos de fotografía?
Ella había pedido un diario y me leía en voz alta. Yo jugaba a ver el punto exacto, cuánto tiempo podía permanecer una medialuna dentro del café con leche sin romperse, sin perder por completo su esencia de seguir siendo medialuna. Sin naufragar.
Me leía, ella, noticias de la caída de un avión en Bélgica, más de doscientos muertos, todavía buscaban los cuerpos. Me leyó de unos enfermeros en Uruguay que mataban a sus pacientes con inyecciones de aire o de morfina, ‘jugaban a ser Dios’, eso declararon. Me leyó de los barcos japoneses que mataban cientos y cientos de delfines. El mar se teñía de rojo y los delfines lloraban de dolor, un llanto agudo e inolvidable del más puro sufrimiento mientras unos japoneses chiquititos seguían arponeando y descuartizando, pedacitos de delfín, matando focas bebés a mazazos en el cráneo.
–¿No te importa mucho lo que te estoy contando, no? –dijo ella.
–No –dije–. La verdad que no.
Me comí tres cuartas partes de una medialuna repleta de café con leche, de un bocado. Por un momento vino a mi mente el bocadito Jackeline que comía cuando era chico. Tenía una especie de dulce de leche, pero líquido. Una cosa bella es una alegría para siempre, dijo el poeta.
–A ver, y qué hacés vos –ella estaba ofuscada, se quitó el cabello de la cara– ¿Se puede saber qué carajo hacés vos para que el mundo sea un cachito mejor, para que este planeta no sea tan pero tan horrible?
–Bueno –dije–, te aguanto.

8 comentarios:

Dany dijo...

Cuando llega el ..¿No te importa lo que te estoy contando, no?....no hay que mentir la respuesta. Abrazo

Frodo dijo...

La cosa bella de la que habla el poeta, es ese título que actúa de sinécdoque a distancia prudencial.
Para Hundred ¡el Ministerio de Retórica!

Lo abrazo.

José A. García dijo...

Hay que saber aguantar

Saludos,

J.

J. Hundred dijo...

*dany! es muy importante, sobre todo, no mentir con esa respuesta. me alegra saber de usted, lo abrazo.

*frodo! una cosa bella es una alegría para siempre. lo demás son interpretaciones. lo abrazo.

*josé a. garcía! aceptación no es preferencia, lleva algún tiempito entenderlo. lo abrazo.

Bob Harris dijo...

A partir de entender que este mundo no puede dejar de ser lo que es, fue que mejoro un poco la opinión que tengo de el.

https://i.pinimg.com/originals/fb/4a/d9/fb4ad964cab9605a5775bd3077c46b9a.jpg

Siempre muy bueno lo suyo.

Abrazo

José A. García dijo...

Peor una vez que se lo entiende todo es más fácil.
No, mentira, todo sigue siendo una puta mierda.

Saludos,

J.

J. Hundred dijo...

*bob harris! todo lo que es no puede dejar de ser, todo lo que no es no será nunca, dijo parménides o fue gary cahill, no recuerdo bien.. lo abrazo.

*josé a. garcía! todo sigue siendo una puta mierda, pero traveling lighter diría el señor paul hedderman. lo abrazo.

Anónimo dijo...

Puf, ésta mañana en lugar de estar despierto junto a un rubia que garcha como los dioses estoy acá leyéndote, sobre una situación que me resulta tan pero tan habitual que ya comienza a preocuparme. Hacer el aguante. Todos somos Al Gore/Greta Thundberg en ese sentido. Calculo que deberé comenzar a encontrarle el gusto al whisky- Saludos.