Si querés que él vuelva tenés que conseguir un sapo, un sapo adulto machazo, de los grandes, ponerlo en una olla y hervirlo. Hervirlo un rato, cinco o diez minutos, sin llegar a matarlo. El sapo está casi muerto pero no está muerto, vive todavía, te vas a dar cuenta que vive. Entonces apagás el fuego y lo sacás, al sapo, con un repasador. Lo sostenés en alto frente a vos, como si te mirara a vos, cara a cara por decirlo de algún modo. Y lo apretás, al sapo, de la panza, con las dos manos y con todas tus fuerzas. El sapo va a largar una escupida, una terrible escupida que es de un verde muy claro, como un ácido. Es importante que esa escupida te de en el rostro o en las tetas. Soltás al sapo y te masajeás esa escupida por la cara, por el pecho, por los brazos. Y esperás que tu piel absorba todo el líquido.
Si querés que él vuelva tenés que prender una vela roja una vela verde y una vela negra, arriba de cada artículo de tu domicilio que tenga enchufe. Sí, tres velas arriba de la heladera y sí, tres velas arriba del lavarropa, y sí claro que sí, tres velas arriba de cada televisor. Si tenés microondas también, si tenés una computadora también. Prendés el grupo de tres velas sobre cada artículo de tu domicilio para cuyo funcionamiento deba ser enchufado y esperás que las velas se consuman por completo. Si alguna se apaga por cualquier motivo, la volvés a encender. Lo tenés que hacer de noche, depués de las doce de la noche.
O también podés no hacer absolutamente nada, limitarte a esperar mientras seguís siendo como sos. Igual no creo que vuelva, vos tampoco vas a cambiar, quién te aguanta.