10.10.23

Todo lo que no puede ser


Me llamó Cebolla, era viernes, eran casi las siete de la tarde. Raro que llamara a esa hora, hablábamos a la mañana, cada uno desde su trabajo, y arreglábamos para almorzar una vez por semana. Le decían Cebolla a Cebolla porque cuando se tentaba por un chiste, por cualquier cosa. Cuando se tentaba y se reía lloraba al mismo tiempo, le caían las lágrimas. Por eso le decían Cebolla.
Me preguntó si podía pasar por casa, dijo que estaba cerca. Raro, rarísimo, le dijo que sí.
Vino y se largó a llorar pero sin reírse, lloraba y punto. Alicia lo había dejado, le había dicho que no lo quería más, que se estaba viendo con otro tipo.
Cebolla y Alicia se conocían desde la adolescencia, estaban juntos hacía como quince años, tenían un hijo. Un chico tímido y rubión, Tomasito.
–Me lo dijo así nomás –Cebolla se sonaba los mocos y negaba con la cabeza–. Me dijo ‘me estoy viendo con alguien’. ¿Con alguien, mientras a la noche dormís conmigo? No lo puedo entender.
Siguió hablando un rato remarcando el sacrificio que había hecho él, cebolla, para comprar el departamentito donde vivían juntos, las fotos de los cumpleaños, los veranos en La Pedrera.
–No puede ser –repetía Cebolla como un mantra–. No puede ser.
Le había servido un whisky. Le serví otro. Miré la hora, casi las nueve de la noche.
–Pido una pizza –dije. Y me di cuenta. Todo lo que iba a decirle no tenía mayor sentido. Las opiniones, las conclusiones, nada serviría. En una época la gente me venía a ver porque les gustaba escucharme hablar. Tenía algo para decir, yo, sobre prácticamente cualquier tema. Pero ya no.
Lo que nos pasó nos pasó. Lo que nos está pasando nos está pasando y punto. De nada sirve regurgitarlo en el terreno del pensamiento. Lo que necesitamos es el espacio, un café con leche caliente o una cerveza fría o un whisky en cualquiera de sus manifestaciones hasta la próxima desgracia. ‘Aceptación no es preferencia’, eso pensé en decir porque eso vino a mi mente, y porque era todo lo que tenía ganas de decirle.
–¿Napolitana con ajo, no? –Asintió, apenas. Llamé por teléfono, hice el pedido. Me senté en silencio.

4 comentarios:

Beauséant dijo...

me queda la duda de quién será ese alguien que llena las noches de Alicia y si tendrá algo que ver contigo ;)

pero sí, las cosas vienen como vienen y no podemos más que jugar y aceptar... a veces nos dan, otras damos...

Saludos

Anónimo dijo...

Como estaba la pizza??

J. Hundred dijo...

*beauséant! usted pregunta por ese alguien que llena las noches de alicia, pero qué ganas de joder viejo. saludos.

*anónimo! excelente. dado el gusto de la pizza en cuestión, puedo recordar la época del texto. y decirle la pizzería. durante muchos años viví en determinado barrio, y pedía pizza en la continental. la napolitana con ajo que menciono, y la calabresa, que venía con unas rodajas de longaniza explotadas que podían tapar una arteria al instante y provocar la muerte. una maravilla ambas, así las recuerdo. saludos.

Frodo dijo...

Cebolla, jaaaaaa