Si te llamás Jonathan sos un pelotudo.
No, en Estados Unidos no, en Estados Unidos está bien. Es normal, eso quiero decir, no importa. A quién carajo le importa cómo te llamás en Estados Unidos.
Pero si te llamás Jonathan y naciste en Buenos Aires, bueno, tu mamá no te quiso. Es claro para mí.
Si te pusieron Jonathan, tu mamá tiene algún retardo. Veía muchas telenovelas, telenovelas mexicanas principalmente, venezolanas también. Tu mamá estaba esperando que le sucediera algo maravilloso, un cuento de hadas, algo que no le sucedió porque le sucedió tu papá, que era corredor de artículos de limpieza por la provincia de Buenos Aires, zona oeste. Tu papá que es hincha de Lanús y sueña con que Lanús juegue la copa Libertadores y le gane al Palmeiras o al Corinthians, de visitante, en Brasil.
A tu mamá, que nunca hizo un pomo más que mirar telenovelas, le pasó tu papá, que sigue yendo a la cancha. Y después naciste vos, que estuviste a punto de ser Brian, pero fuiste Jonathan, no sé qué es peor.
Nada, no se te va a ocurrir absolutamente nada y no es del todo tu culpa. Tiene que ver con de dónde venís, lo que sos. A veces, pasa que alguien tiene la suficiente fuerza para volantear, torcer su destino. Pero no vos, Jonathan.
Si te llamás Micaela sos una tarada.
Si te llamás Micaela es porque tu mamá creía que ibas a tener inquietudes artísticas, algún profesor de la primaria le dijo alguna vez que dibujaba bien (ella, vos todavía no habías nacido). Después se metió en una banda de rock, en la secundaria, aunque en la banda no estaban muy seguros si querían ser los Beatles o los Rolling Stones, o cantar canciones de Mercedes Sosa o de Víctor Heredia en las peñas donde el vino por lo general es malo pero barato. Se comen empanadas.
Y tu mamá iba a Villa Gesell a vender remeras con estampados de mariposas y flores, y fumaba marihuana con mugrientos artesanos que la cogían en el interior de destartaladas combis o directamente en la playa, de noche, cobijados apenas por la lona de una carpa.
Y tu mamá quedó embarazada mientras trabajaba de moza en un bar de San Bernardo, y no supo muy bien de quién porque ese verano habían venido a tocar muchas bandas y la cogieron, a ella y a otras, entre varios.
Tu mamá pensó que vos serías la nueva Janis Joplin, que terminarían todos los domingos comiendo un asado en la casa de Spinetta, o viviendo en Buzios, donde el agua es muy fría pero es tan rico el ananá, las ensaladas, el mango.
Así que no importa. Estudiaste computación, y sos vegetariana. Cantabas en un coro que animaba fiestas infantiles, casamientos, después se pelearon por un temita de plata. No pudiste hacer mucho más que eso, Micaela. No te daba.
Si no te llamás ni Jonathan ni Micaela, bueno, es más o menos lo mismo. No parece que vayas a poder hacer gran cosa con tu vida. Somos lo que somos, poco tiene eso que ver con lo que pudimos ser. Es triste, podríamos encontrar múltiples razones, infinitas causas. Tampoco importa mucho cómo te llames.