Existe un momento, yo no sé si dura un minuto o tres, yo no sé si uno está en algo llamado estado alfa, o qué, pero está estudiado, por aproximación, como todo. Es el minuto, o los tres, que duran cuando uno todavía no se ha despertado, pero tampoco está dormido. Uno emerge como un buzo idóneo que se ha animado, justamente, a bucear en las profundidades del inconsciente, llámenlo como quieran, no estoy aquí para hacer gárgaras mitad psicoanalíticas, mitad semánticas.
En ese momento donde me despierto, entonces, sin estar todavía despierto, en ese momento donde vengo de un lugar tan real como cualquier otro, veo con claridad que soy un faraón, un emperador, un rey. Veo una multitud que aguarda mi presencia para que los impregne de mi sabiduría, para que los esclarezca y les de algo de sentido a sus vidas, veo mis criados que terminan de preparar los manjares para el desayuno, mientras vírgenes vestales terminan de bañarme con el mayor de los cuidados, en absoluto silencio. Veo a mi perro Eke a un costado de la bañera, indiferente tal vez al cargo que le he conferido, hermano de sangre con plenos poderes.
Es todo tan real como inobjetable, me espera un día con las recompensas de un iluminado. Debo conducir el reino a un destino de grandeza, la gente me reverencia, confían en mí.
Abro los ojos, y te veo a vos, al lado mío, todavía dormida, con la boca ligeramente entreabierta y el cabello sobre la frente. Y es ese momento exacto en el cual no sé qué es mejor, de qué lado del sueño quedarme.
En ese momento donde me despierto, entonces, sin estar todavía despierto, en ese momento donde vengo de un lugar tan real como cualquier otro, veo con claridad que soy un faraón, un emperador, un rey. Veo una multitud que aguarda mi presencia para que los impregne de mi sabiduría, para que los esclarezca y les de algo de sentido a sus vidas, veo mis criados que terminan de preparar los manjares para el desayuno, mientras vírgenes vestales terminan de bañarme con el mayor de los cuidados, en absoluto silencio. Veo a mi perro Eke a un costado de la bañera, indiferente tal vez al cargo que le he conferido, hermano de sangre con plenos poderes.
Es todo tan real como inobjetable, me espera un día con las recompensas de un iluminado. Debo conducir el reino a un destino de grandeza, la gente me reverencia, confían en mí.
Abro los ojos, y te veo a vos, al lado mío, todavía dormida, con la boca ligeramente entreabierta y el cabello sobre la frente. Y es ese momento exacto en el cual no sé qué es mejor, de qué lado del sueño quedarme.