30.10.22

Otro color esperanza


Me despierto a la mañana y en la televisión, un locutor con exceso de gomina, un mapa de fondo, avisa que es el fin del mundo. Avisa que va a llover, que va a nevar, y que va a granizar, todo al mismo tiempo. Dice que vendrá un maremoto con olas de treinta y nueve metros de altura, dice que hará tanto frío que a la gente se le congelarán los pelos de las cejas, y del culo también.
Me despierto a la mañana y en la radio dicen que hubo un choque de trenes. Descarrilaron, después de chocar, los trenes. Hay muertos, muchos muertos, hay, incluso, muertos que todavía no saben que están muertos. Hay gente mutilada que busca, justamente, lo que perdieron, lo que les falta, entre los calcinados hierros. Y aprovechan en el mientras tanto para robarse una billetera o un teléfono celular.
Me despierto a la mañana y los diarios dicen que un grupo de ladrones entraron a un geriátrico de Balvanera, torturaron a los viejitos toda la noche porque no querían decir dónde tenían la plata escondida. Les quemaron los rostros con una plancha, les dieron martillazos en las plantas de los pies, les arrancaron los pocos dientes que les quedaban con una tenaza. Les tiraron las fichas del dominó al inodoro, también.
Y yo que muchas veces no sé para qué me despierto, creo que ahora sé para qué me despierto. Me despierto porque el mundo es una mierda, una verdadera mierda, al mundo le va para el culo y necesita contárselo a alguien.

20.10.22

Te noto preocupada


Hay una trampa, un truco. Lo admito, es algo cruel. Yo soy una víctima más, quiero decir, yo no lo inventé. Te lo cuento porque te veo muy preocupada, sino ni te lo diría. Porque tampoco hay demasiado para hacer al respecto, es parte del paisaje.
Dentro de diez años todo lo que te dijeron que era bueno, que hacía bien, resultará que no era bueno, que no hacía bien. Y todo lo que te dijeron que era malo, que hacía mal, bueno, no era malo ni hacía tan mal.
Es un negocio, el bien y el mal, lo bueno y lo malo, va cambiando. Y no es personal, como en las pelis de la mafia se suele decir. Nunca es personal.
Vos querés un ejemplo, te doy ejemplos. Vos corrés, vos vas y corrés, te pasaste unos buenos veinte años corriendo y un día van y anuncian que todos aquellos que corrían se quedarán sin rodillas no más allá de los cincuenta años o incluso antes. Tendrán que ir a hacer las compras reptando, no podrán subir ni cinco escalones por ninguna escalera, olvídense siquiera de intentar coger.
Otro, bueno. Fuiste al cardiólogo y te dijo que tomes una aspirineta por día para licuar la sangre, porque el signo de los tiempos es que a todo el mundo se le tapan las arterias y les explota el corazón como si le dieras un patadón a una rana contra un indiferente zócalo. Un día entonces sale publicado en un jornal de medicina que la ingesta de aspirina en cualquiera de sus variantes provoca cáncer de estómago, cáncer de cólon, úlcera gastroduodenal, y que se te caigan las uñas de los dedos gordos de los pies. Te vas a tener que pasar el resto de tu vida cenando avena con leche y miel, pero el rictus de dolor de tu patético rostro no se te irá jamás en la vida.
Sí, claro que hay más ejemplos, no te quiero aburrir. Te pasaste treinta años en el laburo almorzando ensalada de frutas comprada en un triste vaso de plástico, y te dicen que después de pelarla, no sé, a las dos horas, la fruta pierde el 97% de sus propiedades. Si comías sánguches de milanesa daba igual, te morías más o menos parecido.
Dentro de diez años te van a decir que el colesterol malo era el bueno y que el bueno era el malo, porque además de ser swinger le gustaba cambiarse de ropa, vestirse del hombre araña y de la mujer maravilla también. Te van a decir que bañarse más de una vez por semana le provoca a la piel lo mismo que si te pasearas en tetas por Chernobyl, te van a decir que fumar no hace tan mal y el clonazepán te saca la ansiedad pero te deja más triste que un canguro enjaulado. Te van a decir que nada ha destrozado más a la gente que el matrimonio y trabajar en una oficina y veranear la primer quincena de enero en la costa atlántica. Pensaste que eras normal, que estabas haciendo todo como corresponde y no sabés por qué carajo no te reís desde que tenés 11 años.
No, no te estoy diciendo que te voy a contar cuál es el antídoto. No hay antídoto, es todo mentira. Tratá de reírte, de acariciar un perro, de caminar un poco, de coger y de tomar vino. Lo demás es un negocio de las multinacionales, es todo muy dinámico, son grandes capitales, lo que se diga en estos casos.

*bioy dijo ‘vivir es distraerse’. conste en actas.

10.10.22

Trescientos setenta y ocho domingos


Vivo, por decirlo de algún modo, en el mismo departamento, desde hace más o menos diez años. No me he movido, en lo geográfico, gran cosa. Quizás sea una metáfora de mi vida en general. Quiero decir, no he participado en una orgía con la selección nigeriana (femenina) de handball, ni he ganado algún premio literario en Madrid. Sacando un par de generalidades, podríamos decir que no he hecho prácticamente nada con mi vida. Y presumo que a partir de ahora las cosas sólo pueden empeorar. Hola, qué tal, vivir con eso.
Todos los domingos bajo a buscar el auto. Lo tengo en un garage a dos cuadras de mi casa. La idea es ir a desayunar a un lugar lindo, un bar desde el que se pueda ver un árbol o chicas que pasan trotando. Quizás caminar un poco.
A media cuadra. Ahí está. Siempre. Un hombre, un vecino, a la vuelta de mi casa. Lavando su auto. El tipo es un resumen de todo lo que yo no hubiera querido ser jamás en la vida. Gordito, con el cabello teñido, petiso, con un ridículo bigote que podría ser tranquilamente de un policía de civil o de un puto serio, vestido con bermudas con demasiados bolsillos a los costados y una desteñida chombita Fred Perry de 1978.
El tipo como dije lava su auto. Le cuelga un cigarrillo de la boca. Se aplica a la tarea, hace un despliegue de instrumentos. Mangueras, pomadas lustradoras, plumeros de tres colores, diversidad de trapos, y así.
Cada domingo, a razón de 54 domingos por año, los últimos siete años ponele, 378 domingos, el tipo lava el auto. Cuando paso lo veo concentrado en sacarle brillo a la tasa de la rueda delantera derecha, o usando una especie de pistola de agua a presión para lavar el motor, o fregando, en cuclillas, las alfombritas de goma. Sobre el cordón de la vereda, con un cepillo.
Es la imbecilidad más pura, es la futilidad hecha canción, es el sinsentido de una vida aplicada con fruición a la nada misma. Debo agregar que a menos de setenta metros hay un lavadero de autos, pero a él parece no importarle. Se aplica a la tarea con paciencia y esmero.
Es un hombre que jamás se atormentó por no poder escribir un relato decente, ni le interesa saber si hay vida después de la muerte. Suele hablar con el portero de su edificio, que le alcanza un trapo o un mate. Hablan de fútbol, del clima también.
Ese hombre lava su automóvil los domingos y con eso es suficiente para sostener una vida. No sé si burlarme o pedirle ayuda.