30.5.07

El delicado tema de las adicciones

Existe algo que podríamos denominar ‘el síndrome del redivivo’, o ‘el síndrome del volvedor’, o en verdad no sé qué nombre ponerle. Consiste, la tipificación, en categorizar a aquellos sujetos que, tras haber estado consumidos por una adicción, logran abandonar el nocivo hábito.
Para más detalle, están aquellos que han sido adictos a las drogas, al tabaco, al alcohol. Finalmente, han logrado, según la propia terminología que suelen utilizar, ‘salir’.
Una vez que han salido, una vez afuera de la obsesión que los dominaba, se observa en ellos una descomunal tristeza disfrazada de orgullo. El sujeto en cuestión, mientras duraba el milagro de haber hallado la sustancia proveedora de alegría, alcanza un brillo tan particular como fugaz, una altura que hasta entonces desconocía. Despojado de la sustancia, el sujeto queda transformado en una cáscara que recuerda aquellos momentos en los cuales brilló. El sujeto, sin la sustancia originaria y basal de su obsesión, se regodea en la fortaleza de su privación. Sin embargo, como persona, fue mucho más interesante durante sus momentos de combustión más tóxica, que en su nueva etapa de sanidad.
Aquello de ‘no hay peor fanático que el converso’, tal vez se aplica.
Y lo mismo me ha pasado a mí, desde que te fuiste. Eso quería decir.

26.5.07

En mi barrio

Es de noche. Bajo a tirar la basura. El árbol donde se suelen dejar las bolsas de basura está a unos diez metros de la puerta de entrada del edificio en el cual, por decirlo de alguna forma, habito.
Junto al árbol, hay un televisor abandonado. También hay un hombre, un vagabundo, con los pantalones enroscados en los tobillos, intentando fornicar con el televisor. De costado, de perfil. Hay un cartón de vino de color verde apoyado junto a sus temblorosos y mugrientos pies.
Hace frío; está por llover.
Sé que la escena debe tener algún significado.
Vuelvo a subir, basura en mano.

Después de antes

Las cosas importantes, las cosas que te interesan, siempre están por suceder, después. O ya sucedieron, antes. Por eso escribo. Con la única intención de mortificarte todo el durante.

23.5.07

Futuro imperfecto

Sugiero considerar al futuro, como un minucioso collage hecho con sucesivos pedacitos de papel presente.
Siguiendo idéntica línea de razonamiento, cualquier estrambótica elucubración donde se piense al futuro como algo remoto y diferente de la situación actual, debe ser entendida, en términos técnicos, bajo la categoría de 'gilada'.

19.5.07

A mí me duele así

Despedidas. Todo lo que veo suena a despedida. Todo lo que toco huele a despedida. Tu cara y tu pelo, la lluvia y mis dedos. Metódico y triste como un asesino a sueldo, o un segundero haciendo su trabajo.
Esta mañana dije ‘hola’, y dije ‘buenos días’, pero eran despedidas.
Conciencia de la fugacidad, que va matando.

Quieto

Existe una postura de yoga, una posición denominada ‘savasana’, ‘la postura del cadáver’. Consiste, sin entrar en tecnicismos que me exceden hasta el absurdo, en quedarse quieto. Acostado sobre el piso, boca arriba, con las piernas algo separadas, los brazos al costado del cuerpo, palmas hacia arriba, ojos cerrados. Lo bello del ejercicio es que consiste, precisamente, en no hacer nada, no moverse. Uno se limita a respirar, el corazón late, pues se trata de actividades no volitivas. El cuerpo se detiene, primero, y luego, también, la mente.
Cinco minutos así, o diez, y uno siente beneficios psicofísicos inexplicables. Se emerge como quien ha dormido nueve horas del mejor sueño, aunque, reitero, uno no debe dormirse durante el ejercicio. Es no hacer nada, absolutamente nada. Es estar presente.
El ejercicio lo deja a uno, a mí, con una carga energética inaudita. No deseo ahondar, perderme en los detalles.

También puede uno, un día cualquiera, quedar atrapado, rumbo a la oficina, en un atasco de tráfico, un embotellamiento, producido por cientos de miles de personas que desean ocupar, por motivos que no vienen al caso, las mismas coordenadas espacio-tiempo.
En esta situación, también, debe uno quedarse quieto, muy quieto, no pensar, no moverse. Entiendo que este ejercicio no tiene una denominación específica en el lenguaje yóguico. En castellano sería, más o menos, 'sentirse un imbécil'.

16.5.07

Culpable de todo

Mientras desayuno en el bar, de frente al ventanal, media docena de hombres trabajan con carretillas, picos y palas. Son obreros. Cavan en el pavimento; es algo que llevan haciendo por días. Los hombres cavan; muelen el pavimento a golpes; transportan pesadas piedras. Cae una fina llovizna.
Yo lucho con una medialuna. Aplasto, con el vigor de mi cuchillo, que adquiere en el aire elucubraciones de batuta, un grueso y rectangular trozo de manteca sobre la esponjosa superficie de la medialuna, que cede en parte a la presión con una exhalación, un tenue susurro, para luego, sobre la base de manteca, explayar una generosa dosis de mermelada, que se acomoda, y parece que va a desbordar, pero no desborda, aguarda, expectante, la llegada del mágico mordisco hecho de la felicidad más pueril, de la estupenda y conciliadora reivindicación que permita creer en la alegría y alguna de sus hermanas menores.
De pronto, uno de los hombres levanta la vista y me observa. Es un instante, nomás. En su mirada se encuentra el odio en estado puro. Es la mirada de un animal herido y enojado, buscando dónde depositar su furia.
Ahora sé que yo maté a Kennedy, también.

12.5.07

Botella al mar

Soy un náufrago. Cosas que pasan, cosas de la vida. Tiro una botella al mar. Es el manual del náufrago: barba, isla desierta, botella al mar.
Me doy vuelta. Transcurre un instante, tan solo un instante, la ranura de tiempo que dura un instante. Oigo ruido de vidrios rotos. ¿Se trata de suerte, de una desgracia, de poesía?

Una oferta que no te podés perder

Aquel que pide un descuento, ya fracasó. Aquel que pide una rebaja, una bonificación, ignora los rudimentos del sistema capitalista que condiciona, de manera determinante, la mayor parte de las acciones de lo que podríamos dar en llamar su ‘vida’.
La pirámide de valor, el andamiaje, la polea que permite que el mundo siga con sus movimientos de rotación y traslación, consiste en vender a diez aquello que ha costado originariamente uno. Es de esta forma que cada peldaño, cada eslabón, la gente que lo compone, vivirá, por decirlo de algún modo.
Aquel que pide un descuento, entonces, en su locura se permite dudar de la ley de gravedad. Sale por la ventana, con la encomiable intención de caminar. Se trata, como quien decide en una tarde lluviosa asesinar a toda su familia, de un deseo de revancha por lo que le ha tocado en suerte. Triunfo vindicativo, creo que le dicen.
Y podríamos respetar, claro, a la gente que busca revancha, a la gente que decide asesinar a su familia, a la gente que sale por la ventana, a caminar.
Abajo espera el piso.

9.5.07

Cualidades perdurables

Alguien dijo alguna vez, intentando ofender a otro autor, refiriéndose entonces a su obra, ‘no tiene cualidades perdurables’. A mí me agradó el concepto. Se refiere a que uno lee un libro, y si tiene suerte, queda fascinado. A veces pasa. Vuelve a leerlo, diez años después, en busca de una chispa de magia, de esa fascinación primera, pero no ocurre nada. Queda el regusto amargo, y las ganas de saber si cambió el libro, o si cambió el lector.
¿A quién atribuir la ausencia de cualidades perdurables?
Lo mismo me ha sucedido al verte desnuda. Sigamos con el libro, por favor.

5.5.07

Por contraste

En una charla, en una discusión, una pregunta vuelve a aparecer. Tengo la impresión que las preguntas son siempre las mismas, que cada tanto asoman sus cabezas, que vuelven a surgir, una y otra vez. Lo que cambia es el decorado, los presentes.
¿La pregunta? Ah, sí, la pregunta.
¿Existe una cosa, en sí misma, o precisa de su opuesto para existir, para cobrar corporeidad, para materializarse?
Si la salud es ausencia de dolor, si la felicidad precisa de la tristeza, si existiría la noche sin el día. No es preciso continuar, no es preciso aburrir.
Sin ir más lejos, ¿sería yo tan inteligente, tan lúcido, y porqué no original, en mi forma de pensar, sin usted, el imbécil que insiste con la pregunta?

Fanfarria

Un amigo que ha recibido instrucción militar en la adolescencia, me cuenta que una de las frases que recuerda de un superior, cuando debía acometer un ejercicio, una tarea, era: ¡equivóquese con energía!
Cómo no ponerse de pie. Cómo no hacer una improvisada venia. Cómo no dar las gracias.

2.5.07

Como cualquier tesoro

Tu corazón, como cualquier tesoro, suele estar oculto en lugares remotos, protegido por leales guardianes o temibles dragones, detrás de puentes levadizos e inexpugnables muros, dentro de cofres especialmente diseñados por idóneos orfebres con el único fin de proteger algo tan preciado, algo tan valioso.
Y yo empecé la búsqueda por tu teta izquierda. Tampoco era para ponerse así.