Conocés a una persona, digamos una persona del sexo opuesto, hasta ahí estamos más o menos normal, todo bien.
Vas, salís. Vas a tomar algo, a comer. Lo que se estile, no tiene importancia.
Lo que sí es importante es de qué te habla, la otra persona. Aquí es donde nos volvemos todos más o menos iguales. Porque hay dos tipos de personas, no mucho más que eso.
La persona te puede hablar de tal o cual logro, de cosas que hizo y todavía hace. De cosas que está aprendiendo porque sí, porque le gusta. De cosas que le gustaría hacer.
O. Sino. Te puede hablar de cosas que hace pero que en realidad no hace, porque son parte de un sufrimiento encubierto. Te puede hablar de lo que no hace, de lo que se priva. Lo que dejó.
Por ejemplo, aunque no hacen falta los ejemplos. Una persona que está haciendo un curso de pintura o de fotografía, por estúpido que parezca, está hablando de algo que hace, sería una persona perteneciente al primer grupo. Una persona que habla de una dieta, de lo que no come, o que dejó de fumar, o que corre. Bueno, es una persona que está orgullosa de algo, de algo de lo que se priva, de un sufrimiento. Sería una persona perteneciente al segundo grupo.
Y listo, eso es todo
Si la persona que conociste, la persona que estás conociendo, pertenece a lo que podríamos denominar el ‘grupo 1’. Bueno, tenés que saber que todo termina mal. Tarde o temprano las cosas se arruinan, fatiga de materiales, decadencia y caída, las fuerzas de la naturaleza. Durará un tiempo y luego el avión pondrá la nariz hacia abajo y comenzará a caer.
Ahora, si la persona que estás conociendo pertenece al ‘grupo 2’, entonces parate y andate. No vale la pena, ni lo intentes.