30.10.21

La persona que estás conociendo


No te podés equivocar, aunque en realidad sí que te podés equivocar. Tricky sería la palabra que utilizarían los norteamericanos, pero estamos en Argentina y en Argentina vale piquete de ojos vale patada voladora. El tema es prestar atención y entonces sí, te das cuenta enseguida.
Conocés a una persona, digamos una persona del sexo opuesto, hasta ahí estamos más o menos normal, todo bien.
Vas, salís. Vas a tomar algo, a comer. Lo que se estile, no tiene importancia.
Lo que sí es importante es de qué te habla, la otra persona. Aquí es donde nos volvemos todos más o menos iguales. Porque hay dos tipos de personas, no mucho más que eso.
La persona te puede hablar de tal o cual logro, de cosas que hizo y todavía hace. De cosas que está aprendiendo porque sí, porque le gusta. De cosas que le gustaría hacer.
O. Sino. Te puede hablar de cosas que hace pero que en realidad no hace, porque son parte de un sufrimiento encubierto. Te puede hablar de lo que no hace, de lo que se priva. Lo que dejó.
Por ejemplo, aunque no hacen falta los ejemplos. Una persona que está haciendo un curso de pintura o de fotografía, por estúpido que parezca, está hablando de algo que hace, sería una persona perteneciente al primer grupo. Una persona que habla de una dieta, de lo que no come, o que dejó de fumar, o que corre. Bueno, es una persona que está orgullosa de algo, de algo de lo que se priva, de un sufrimiento. Sería una persona perteneciente al segundo grupo.
Y listo, eso es todo
Si la persona que conociste, la persona que estás conociendo, pertenece a lo que podríamos denominar el ‘grupo 1’. Bueno, tenés que saber que todo termina mal. Tarde o temprano las cosas se arruinan, fatiga de materiales, decadencia y caída, las fuerzas de la naturaleza. Durará un tiempo y luego el avión pondrá la nariz hacia abajo y comenzará a caer.
Ahora, si la persona que estás conociendo pertenece al ‘grupo 2’, entonces parate y andate. No vale la pena, ni lo intentes.

20.10.21

Empiecen sin mí


Sucede cada seis meses más o menos, quizás algo más, nueve meses ponele, que alguien me llama. Suena el teléfono.
–Hola, ¿Juan? –dicen del otro lado. Y es alguien, una chica que fue a la primaria conmigo, o es un muchacho que fue compañero de la secundaria.
Van a hacer un encuentro, me dicen. Están armando un encuentro de todos los que fuimos juntos a esa división, a ese grado.
Va a estar éste y éste otro, y ese también, se ríen, se entusiasman.
Me preguntan si voy a ir.
–¿Vas a venir? –dicen, y se hace una pausa.
–No –contesto, y entonces se hace una pausa, otra pausa, más larga. Esperan, del otro lado, que yo diga por qué no voy a ir, que diga que tengo un hijo bobo, que estuve preso por violar chicas muy jovencitas en Parque Patricios, o que tengo unas hemorroides que debo cargar a un costado de mi atribulado ser, en un carrito de supermercado.
Pero no, nada de eso.
Sucede que para ser lo que soy, la inmunda basura que me habita, la repugnante alimaña en que me he convertido, este despreciable ser, tengo que haber venido de algún lugar, de alguna parte.
Y se me da por pensar que cada colegio al que fui, cada persona que me conoció, bueno, son parte del problema. Así que no se ofendan pero no voy a ir, hace tiempo que estoy tratando de dejar de ser yo.

10.10.21

Básicamente


A veces pasa que arranco el día, voy a una florería y compro una flor. Una flor amarilla de tallo largo. Voy de acá para allá, me subo a un taxi, hago trámites, almuerzo. Paso a visitar a un familiar, pago el gas. Con la flor en la mano. Siempre con la flor, todo el día.
A veces voy y compro en una pescadería, bien temprano, un pescado. Un besugo ponele, una merluza. Puede ser una brótola también, perfectamente, sin problemas. Te lo dan envuelto en un sedoso papel. Y así voy todo el día, llevando el besugo, la merluza, la brótola. Hablo por teléfono, tomo café.
Si me cruzo con alguien, con alguien que me conoce o incluso algún extraño, puede suceder que la persona me pregunte. Algo como ‘¿Qué hacés con esa flor en la mano?’. O ‘¿Adónde vas con ese pescado?’.
Yo lo miro. No contesto nada y lo miro. Sonrío, apenas. Sigo hablando de otra cosa.
La idea era no twittear nada, no mandar fotos ni videos a ninguna parte. La idea era no ser como vos.