tag:blogger.com,1999:blog-84185642024-03-27T03:35:59.433-03:00El subte viene lleno*Obra inédita de Juan HundredJ. Hundredhttp://www.blogger.com/profile/15477163261794124529noreply@blogger.comBlogger1574125tag:blogger.com,1999:blog-8418564.post-11788862884021019652024-03-20T08:40:00.000-03:002024-03-20T08:40:12.888-03:00Unas ojotas tres números más grandes<div><br /></div>Hace tiempo, más de un año seguro pero menos de cinco, que no me pasa nada. Me lavo los dientes antes de ir a dormir eso sí, después de cenar un plato de pastas y un vaso de vino de calidad media. A veces hiervo arroz. Miro la tele un poco aunque no miro, da lo mismo un partido de fútbol que el canal de cocina, hasta que me quedo dormido.<br /> Me encuentro con gente a la que no le pasa nada. Un divorcio, un infarto, un hijo que quiere estudiar programación o hacerse un poco puto. Me cuentan que se encontraron con alguien, alguien que me conoce, alguien a quien no le pasa nada tampoco.<br /> Llevo la ropa al Laverap y el chico que me atiende, quizás sea japonés, quizás sea coreano, usa unas ojotas tres números más grandes que el tamaño que precisarían sus pequeños y mugrientos pies, unas ojotas que se debe haber olvidado alguien y que el chico usa hace como cinco años, me dice ‘mdía’, y no le pasa nada.<br /> Viajo en subte, en taxi, en colectivo, viajo con gente que habla por celular a los gritos de todo lo que no les pasa.<br /> Voy a trabajar, trabajo en una oficina donde la gente en sus casas ve fútbol o queda embarazada (por lo general los que ven fútbol son hombres, por lo general las que quedan embarazadas son mujeres), alguien cambia el auto, alguien se pone tetas, alguien pregunta si se puede pedir para el almuerzo peceto al horno con papas, igual si te traen una porción de tarta de verdura da lo mismo, no pasa nada (las de carne son de pollo quizás sea una de mis mejores frases, significa tanto que me da un poco de miedo).<br /> El otro día le comenté el tema, el tema es que a nadie le pasa nada, se lo comenté a un amigo mientras tomábamos una cerveza que debería ser artesanal y sólo era una cosa tibia y adulterada.<br /> –Pero no entiendo –dijo mi amigo– ¿Vos qué querés que pase?<br /> –No sé –dije–. Algo.J. Hundredhttp://www.blogger.com/profile/15477163261794124529noreply@blogger.com9tag:blogger.com,1999:blog-8418564.post-38858238381931766052024-03-10T09:14:00.002-03:002024-03-10T09:14:42.776-03:00Algo trivial, ponele<div><br /></div>Vivimos en un mundo muy extraño.<br /> Vivimos en un mundo donde los peluqueros por lo general son pelados.<br /> Vivimos en un mundo donde el que maneja un automóvil sueña con manejar un automóvil más caro y el que maneja un automóvil más caro le paga a alguien para que maneje su automóvil más caro. Y a otro alguien para que lo saque a caminar, a él.<br /> Vivimos en un mundo donde todo lo que te gusta hace mal y a medida que vas soltando todo lo que te gusta porque hace mal sabés que te estás haciendo un bien pero estás cada vez más triste. Y después estás rebien pero no te reís nunca más.<br /> Vivimos en un mundo donde las secretarias se ponen tetas de doscientos cincuenta megahertz pero le lloran a sus respectivos psicólogos porque nadie las invita a caminar de la mano.<br /> Vivimos en un mundo donde la gente está dispuesta a comprar todos los artilugios que sean necesarios para no mojarse cuando llueve. Y a poder prender el aire acondicionado con el teléfono celular, a distancia, treinta kilómetros antes de llegar a casa. Podés controlar la temperatura de todo man, llegaste.<br /> Vivimos en un mundo donde los millonarios viajan al Tibet para que algún peladito de escuálido torso les de un puñado de arroz al día y les enseñe que para vivir hace falta en principio respirar y no mucho más que eso. Mirá vos, qué loco todo.<br /> Vivimos en un mundo donde mujeres algo mayores miran fotos y estarían dispuestas a jurar y perjurar que ahí justo ahí fueron felices y plenas y radiantes, pero cualquiera que haya estado presente en la escena congelada por la fotografía o a unos veinte metros de distancia sabe que es mentira, lo que equivale a decir que no es cierto. No eras feliz, yo te vi.<br /> Vivimos en un mundo muy extraño.J. Hundredhttp://www.blogger.com/profile/15477163261794124529noreply@blogger.com4tag:blogger.com,1999:blog-8418564.post-83209632542822906552024-02-29T08:14:00.006-03:002024-02-29T08:14:49.203-03:00A tu manera<div><br /></div>Entre la suerte y el talento lo mejor es, sin dudas, la suerte. La suerte te mantendrá contento y expectante, como una novia nueva con una bombacha nueva. La suerte hará que te den ganas de silbar una canción mientras la gente que espera el colectivo se muere de pena. La suerte es un perro que te mueve la cola y una lluvia divina y una maceta que cae justo sobre la cabeza de otra persona porque vos paraste un instante para desenvolver un alfajor. El talento es un poco más problemático, el talento es un don y en algún momento te preguntarás si es justo que sepas tocar así el piano, si no podrías haber sido el mejor del mundo, si no se apagará también porque sí, algún día, la deliciosa llama que te acompaña.<br /> Entre el talento y el esfuerzo lo mejor es el talento, así de una. El talento es nadar en medio del mar con elegancia y desdén mientras el resto de los mortales boquean, se arrastran. El talento es pararse frente a un blanco lienzo, blanquísimo, levantar tu pincel cargado de témpera verde y sentir (no saber) que hacés magia. El talento te hará decir exactamente, como un láser, las dos palabras que harán que ella no pueda evitar la carcajada. El esfuerzo en cambio es picar y picar la misma piedra hecha de voluntad y frustración hasta que crezca una forma. El esfuerzo te dejará extenuado y triste aún cuando llegues en tu absurda y caprichosa carrera a cualquier parte. El esfuerzo hará que cuando mires atrás te parezca que la recompensa ha sido poca, insuficiente, nunca alcanza.<br /> Si lo tuyo es el esfuerzo entonces mejor que ni lo sepas. Vas por la vida y bueno.J. Hundredhttp://www.blogger.com/profile/15477163261794124529noreply@blogger.com2tag:blogger.com,1999:blog-8418564.post-13238882333670466032024-02-20T07:53:00.000-03:002024-02-20T07:53:24.403-03:00Jugador<div><br /></div>El hombre entra al bar. Alguna vez, hace muchos años, fue un ídolo del fútbol. Un extraordinario jugador, llegó a la selección, inclusive. Se le atribuían romances con bellas modelos de la época, se subía a su descapotable, lentes oscuros, cabello al viento. Lo iban a transferir al exterior y se jodió una rodilla. Ligamentos cruzados. Difícil que vuelvas a trabar una pelota con la misma convicción. Como la primera vez que no se te para, que no tenés ganas, jamás volvés a entrar con la misma confianza al césped del amor. O como si te robaron en la calle y parás en esa esquina esperando que cambie el semáforo pero mirás a los costados un poco más de lo necesario, pensando si habrá alguna forma, si será posible sacudirse del cuello al chimpancé del temor.<br /> Deben haber pasado veinte años pero lo reconocí de inmediato. Está gordo, con poco pelo, con ese andar que tienen los futbolistas cuando se retiran, ese andar que hace que un futbolista pueda decir si alguien fue futbolista o no con sólo verlo cruzar la calle. Un rictus en la cara, algo en el tobillo o en la rodilla siempre, un persistente dolor. La camisa gastada por el uso, la mirada algo embotada de quien se ha pasado la noche bebiendo vino barato, o ginebra tal vez. Prende un cigarrillo ya sentado, desdobla un diario, las carreras. Pide un café sin levantar la vista, intenta juntar fuerzas para otro día completo hecho de noticieros y recuerdos y el tiempo que gotea como melaza sobre el parquet.<br /> Pienso, no puedo evitar pensar, qué es peor. Si no haber saboreado jamás la mermelada del éxito, la tribuna que ovaciona, el aplauso, los reportajes, la mirada de alguien que te reconoce y de inmediato sonríe por un gol que recuerda o una canción que compusiste, alguien que te quiere abrazar o decirte ‘gracias’, o ‘grande, campeón’. O haberlo tenido, haber estado ahí, haber sentido que la vida era como deslizarse por una pista de esquí con el sol en la cara y la nieve que parece acariciarte la planta de los pies y perderlo todo después, saber que no vas a volver a sentirlo, no vas a volver a rozar esa sensación nunca más.<br /> Pienso qué es peor, y termino mi café.J. Hundredhttp://www.blogger.com/profile/15477163261794124529noreply@blogger.com4tag:blogger.com,1999:blog-8418564.post-17632489202078145232024-02-10T08:56:00.003-03:002024-02-10T08:56:35.933-03:00Leche deprimida<div><br /></div>Tomábamos mucho en esa época. Y mal. Éramos jóvenes, el cuerpo aguantaba cualquier cosa. Después de los treinta mejor que empieces a pensar un poco lo que hacés, es triste, claro, pero se te vuela el fuselaje del avión y querés seguir volando. La vida.<br /> Teníamos más de quince años y menos de veinte, éramos siempre más de cinco y menos de diez. Vacaciones en Villa Gesell. La vida desplegándose como un multicolor abanico repleto de exquisitas posibilidades.<br /> Íbamos a bailar todas las noches, para eso íbamos a Villa Gesell. Antes de salir, a eso de las doce de la noche nos sentábamos alrededor de la mesa de la cocina, cada uno en el mismo lugar de siempre, a beber. Bebíamos como leones enjaulados, un vodka barato y a veces caliente, una basura que hoy no calificaría como lustramuebles, con tónica o con seven up o con sprite (en ese orden).<br /> Y charlábamos, una hora o dos. Todos jóvenes y alegres y borrachos, hacíamos confesiones, jurábamos lealtades para toda la vida, nos preparábamos para salir con el incontenible deseo de fornicar, de pelear, de darle un par de mordiscones a la vida y su paleta de sabores.<br /> El colo estaba triste, no melancólico, triste, cuando todos nosotros todavía no sabíamos muy bien qué era, en qué consistía la tristeza de verdad. Hijo de un reconocido médico, practicaba lucha y boxeo, iba a ser médico él también, sus padres tenían una clínica, toneladas de dinero, andaba en un automóvil japonés, su vida parecía estar encaminada cuando muchos de nosotros todavía ni siquiera sabíamos cómo íbamos a hacer para zafar.<br /> –Colo, ¿qué te pasa? ¿Se puede saber qué carajo te pasa? –el que hablaba era G. Bebió de su vaso, se acomodó el flequillo, la noche estaba por comenzar–. Sos joven, tenés guita, ayer cogiste. ¿Qué carajo te pasa, colo?<br /> Se hizo un silencio, una pausa. Alguien, A., encendió un cigarrillo. Se escucharon un par de ladridos de afuera, de la casa de al lado.<br /> –Es que a mí me amamantaron con leche deprimida –dijo el colo–. Cuando mi mamá me dio la teta estaba con una profunda depresión, lo tengo chequeado. Así que eso es todo, esa es la explicación. No tiene cura. Estoy triste, voy a estar triste siempre, nada más.<br /> Esa noche el colo en algún momento se fue del boliche y se mató con el auto en la ruta, yendo de Gesell a Pinamar.J. Hundredhttp://www.blogger.com/profile/15477163261794124529noreply@blogger.com9tag:blogger.com,1999:blog-8418564.post-67842559419596261312024-01-30T07:49:00.000-03:002024-01-30T07:49:59.424-03:00Estuve triste<div><br /></div>He estado triste. He estado triste con una tristeza que vos no te podés imaginar. Una tristeza como si te abrazara una mujer de ciento cincuenta kilos o más pintada de mermelada de durazno, o de naranja.<br /> Tuve una tristeza que no sé de dónde vino y me volteó en la calle de una trompada, me dejó sentado, temblando y confundido, sentado en una calle por la que todavía me cuesta volver a pasar.<br /> Estuve triste, asustado, emocionalmente destruido, viendo cómo el dique de mi ser era incapaz de soportar las filtraciones, los agujeros por donde entraba la tristeza más pura que yo jamás hubiera conocido, la tristeza inundándolo todo, tristeza tapando mis descalzos pies cada mañana, tristeza sobre las baldosas de la cocina.<br /> La tristeza cansa, la tristeza duele además. La tristeza es un agujero por el cual se escapa cada miserable rayito de energía. Te pinchan los dedos de las manos, te dan mareos, querés quedarte en la cama muy quieto sin abrir los ojos, que no comience otro día.<br /> Pude llegar, no sé cómo, a la otra orilla. Nadé y nadé en un agua negra y viscosa y muy fría. Pensé que me ahogaba, pensé que jamás llegaría.<br /> No sé cómo se sale pero se sale, así como un pintor te diría que pintar no es fácil ni difícil, pintar es imposible. Algo, no sé, una lluvia, un chocolate, la sonrisa de un niño, un perro que mueve la cola, un whisky de madrugada en un bar de mala muerte, la espalda de una mujer en bombacha abriendo la heladera, cosas así.<br /> Y entendés que no hay más nada para vos ni para nadie, no hay que buscar nada, te hace bien caminar un poco y un café y mirar el mar, o ver a una mujer por televisión en el canal de cocina preparando puré, agregando leche, manteca, pimienta o quizás nuez moscada, aplastando las humeantes papas de la vida.J. Hundredhttp://www.blogger.com/profile/15477163261794124529noreply@blogger.com4tag:blogger.com,1999:blog-8418564.post-54535250239910729842024-01-20T13:51:00.001-03:002024-01-20T13:51:13.302-03:00Pomadita<div><br /></div>Todo lo que escucho son calamidades. La gente habla de catástrofes aéreas, de niños mordidos en el rostro por famélicos dogos, de un cáncer que se masticó a alguien como si fuera un muñequito de hojaldre. Alguien le cuenta a alguien que otro alguien fue atropellado por una camioneta cargada de heladeras o vaquillonas, alguien tiene un sarpullido por comer camarones mezclados con dulce de batata, alguien tiene el pito verde por coger con una negra de una tribu africana, alguien quedó en medio de un terremoto y vio cómo la tierra se tragaba su ciclomotor recién comprado, alguien estaba colgando la ropa en la terraza y un halcón le picoteó un ojo.<br /> Y así seguimos mientras vemos cómo se nos acaba el frasco de mermelada de la vida, con el único consuelo de saber que al resto de los mortales también les va para el culo, los choca una nave espacial, se les quema el televisor, quizás los pica una araña.J. Hundredhttp://www.blogger.com/profile/15477163261794124529noreply@blogger.com9tag:blogger.com,1999:blog-8418564.post-26391346169234076692024-01-10T07:48:00.001-03:002024-01-10T07:48:21.741-03:00Parecía mongol<div><br /></div>El joven Tenshi habitaba en la aldea Imawi, cerca del monte Emei. Siendo huérfano, su tío Em había logrado que fuera aceptado en el monasterio Turuca en las afueras de Kyoto, y puesto a las órdenes del gran maestro Tomai. El gran maestro, considerado casi una divinidad en todo el Japón, había pasado los noventa años y necesitaba asistentes. A cambio el joven Tenshi se libraba de su destino de labriego, huérfano y analfabeto. Parecía un trato justo. Tenshi tenía 15 años recién cumplidos y ya sabía leer y escribir. También le habían enseñado a coser, a preparar distintos platos clásicos de la comida japonesa y a jugar al go.<br /> Como cada mañana desde que tenía once años, el joven Tenshi se despertó a eso de las 5, después de lavarse la cara, beber un insípido té verde y darle de comer a las cabras de su tío, partió presuroso hacia el monasterio Turuca. Debía llegar antes de las 0800, el gran maestro Tomai precisaba ayuda para darse su baño matinal, y luego para la preparación del desayuno. El joven Tenshi debía recorrer los once kilómetros de un escarpado terreno, con el final de una pronunciada subida por la ladera del monte Emei. Iba con su precaria túnica y unas gastadas sandalias que ya le apretaban los pies, pero no sentía tristeza ni dolor. Sabía que el gran maestro Tomai lo bendeciría con su sabiduría, mostrándole algún halo de luz en el camino de la vida.<br /> A poco de emprender su caminata, algo llamó la atención de Tenshi. Al costado del camino, sobre unos desordenados pastizales, yacía un burro.<br /> Se acercó dado que todavía no amanecía. El burro no estaba muerto pero agonizaba, quizás destrozado por las pesadas tareas a las que había sido sometido a lo largo de su vida, o quizás por el abrasador sol de cada día o el frío de las noches. Podía también haber sido atacado por una serpiente o picado por una araña, cómo saberlo.<br /> Yacía el burro de costado, con la boca abierta y algo de sangre alrededor de su hocico. Los ojos miraban la nada misma, apenas algún movimiento convulso en una de sus patas traseras a intervalos regulares.<br /> Dudaba, Tenshi. Debía volver a la aldea y avisar que el burro necesitaba ayuda. Pero si lo hacía llegaría tarde a ver al maestro Tomai, y el maestro Tomai tenía poca paciencia. El desayuno del maestro Tomai era sagrado.<br /> Entonces vio venir en dirección contraria, es decir, hacia la aldea de Imawi, a un granjero con su hijo. El hijo, no mucho mayor que el propio Tenshi, sostenía sobre su cuello dos o tres cañas de bambú, que hacían de soporte de dos grandes tinajas de una rústica terracota que colgaban a ambos lados de su cuerpo. Debían contener sake artesanal para vender en el pueblo. Su padre, un campesino tosco pero amable a quien Tenshi se había cruzado varias veces, se llamaba Sunito.<br /> –Hermano Sunito, qué alegría verlo –dijo Tenshi e hizo una reverencia–. Acabo de encontrar a este pobre burro que agoniza. Es preciso que usted me ayude. Quizás pueda usted ir a la aldea y conseguir que vengan otros campesinos, con 5 o 6 sería suficiente. Así cargamos al burro y lo llevamos para que alguien lo asista. El doctor Imao siempre está dispuesto a curar hombres y animales.<br /> –¡Pero qué dices, muchacho! –dijo Sunito y negó con la cabeza–. Este burro ya está casi muerto. Lo que debemos hacer es llamar a uno de los guerreros de la guardia imperial para que venga con su katana y corte el cuello del animal. Así podemos trocearlo sin dificultades y llevarlo para que coman en la aldea. La señora Sasimi sabe hacer manjares con cualquier tipo de carne, tiene arroz y especias que ella misma cultiva. La aldea está sufriendo horrores la sequía, y la carne de este animal sería una bendición. El pueblo estará de fiesta.<br /> –¡No! –Tenshi dio una patada en el piso, indignado. Lo sorprendió la vehemencia de su propio gesto–. El maestro Tomai nos enseña la divinidad que habita en todas las criaturas vivientes. La vida de este burro es tan sagrada como la suya o la mía. Es nuestro deber socorrerlo. Eso es lo que mandan las sagradas escrituras.<br /> –Pero querido –dijo Sunito negando con la cabeza. Su hijo había dejado la carga de ambos toneles en el piso para poder descansar un poco, empezaba a hacer calor–. Entiendo que has elegido el camino de la fe y la beatitud, pero la madre naturaleza en toda su sabiduría no nos deja interferir en su ciclo. A la vida sigue la muerte y no está en nuestras manos modificar eso. Las serpientes se comen a las ranas, los zorros cazan gallinas, y eso es algo que no podemos modificar ni interferir.<br /> Se hizo una pausa, los argumentos habían sido expuestos. Tenshi sabía que no podía ni pensar en arrastrar al burro, y también había entendido con toda claridad que Sunito no lo ayudaría. Se encontraba inquieto, preso de un dilema que lo incomodaba en lo profundo de su ser.<br /> Entonces apareció de la nada un hombre. Parecía pequeño y curtido por el sol, llevaba también una suerte de túnica y sandalias. Se quitó el cónico sombrero hecho de paja trenzada, llevaba la cabeza rapada. Sus ojos eran achinados y sus pómulos salientes, quizás fuera mongol.<br /> El hombre no saludó ni expresó ningún comentario. Se arrodillo junto al animal, y le palmeó dos veces un anca.<br /> Luego, sin mediar palabra, se acostó sobre la tierra, junto al animal y desde atrás, como si fuera a dormir en la posición que se conoce como ‘cucharita’. Se remangó la túnica, y ya estaba con la pija muy parada. Incluso la pija parecía algo desproporcionada, por tamaño y por el color púrpura reluciente, en relación a la totalidad de su cuerpo. Se apretó al burro, y lo penetró de un saque.<br /> Siendo el burro, por decirlo de algún modo, un masculino, la penetración estaba ocurriendo por el culo, no cabía otra posibilidad. El sujeto se aferró a las ancas del animal y empujó varias veces, con los ojos en blanco, murmurando algunas incoherencias. El burro no mostraba mayor contrariedad ni reacción.<br /> –¡Ahhhh! –dijo el hombre, dio un par de empujones más contra el animal– ¡Tomá, tomá hija de mil puta!<br /> Concluido su afán se puso de pie, tenía la pija manchada de mierda. Sosteniendo todavía su túnica en alto con una mano, usó un puñado de pasto para limpiarse un poco la pija.<br /> –Ya ven –dijo el hombre, dejando caer su túnica, y pasándose un antebrazo por la sudorosa frente. Recuperaba el aliento–. Mientras ustedes discuten sobre el bien y el mal, quizás el destino del universo, yo me recontracogí al burro. Ahora me siento mucho mejor, estaba cargado como una pila varta. Sigo mi camino, me esperan y llego tarde. ¡Que viva nuestro sagrado imperio del sol naciente! Les deseo el bien.<br /> El hombre desapareció a paso vivo por donde había venido. Lo vieron perderse detrás de los árboles.<br /> –Bueno, Sunito, nos vemos –dijo Tenshi. Quería llegar al templo lo antes posible y ver al gran maestro Tomai. Tenía tantas cosas para contarle.<div><br />*sí, y es gratis. quiero decir, no me debés nada.<br /></div>J. Hundredhttp://www.blogger.com/profile/15477163261794124529noreply@blogger.com4tag:blogger.com,1999:blog-8418564.post-26199088837482457332023-12-30T09:07:00.001-03:002023-12-30T09:07:42.208-03:00Creo que entiendo<div><br /></div>Ahora me ofrecen trabajo. Distintos trabajos, de muchas horas. Trabajos de oficina donde hay que estar sentado frente a una computadora hasta que se te pudran los ojos, o dar charlas y viajar en avión, sentarse en un avión y ver a una aburrida azafata que repite la explicación de cómo abrocharse el cinturón y dónde están las salidas de emergencia. Pero para ella la única emergencia es tener que tirarle de la goma al piloto otra vez, y pasar una noche en Ámsterdam o en Estambul escuchando promesas, haciendo planes que no se realizarán jamás. Me ofrecen trabajos donde hay que estar en un restaurante en la caja de noche, hasta que soñás con supremas maryland que cantan canciones de los rolling stones, trabajos donde hay que manejar una camioneta por las rutas argentinas y parar en estaciones de servicio a comer una y otra vez el mismo plastificado alfajor. <br />Me ofrecen trabajar, y lo que yo necesito es dinero.<br /> Ahora me ofrecen amor. Mujeres divorciadas con una hija pequeña, mujeres que dicen que tienen mucho para dar ahora que han aprendido después de tantas vueltas en la calesita del amor. Jovencitas, jovencitas estudiantes de filosofía o de literatura que además saben programar en python y javascript y dicen que les encanta como escribo, quieren que las acompañe a la placita de Serrano a comprar collares hechos con uñas de focas y fideos dedalitos, quieren que caminemos de la mano y que yo les diga que me hacen acordar a la maga de Cortázar aunque no saben si se escribe ‘rayuela’ o ‘rashuela’. Me ofrecen amor mujeres con una leve bizquera o algo rengas o con una quemadura en el rostro que les hizo el padre con una plancha cuando eran niñas, mujeres que dicen después de la primer cerveza que están dispuestas a que nos vayamos a vivir juntos de inmediato. Mujeres que dicen que saben hacer pastel de papas y strudel de manzanas, también.<br /> Me ofrecen amor, y lo que yo necesito es sexo. Nada sofisticado, pim pam pum, el viejo y conocido metesaca. Clasicón.<br /> Lo que sucede me temo, es que el mundo está lleno de gente que ofrece lo que ni siquiera se dan cuenta que sobra, lo que chorrea por todas partes. Y eso no tiene nada que ver con lo que a mí me falta.J. Hundredhttp://www.blogger.com/profile/15477163261794124529noreply@blogger.com6tag:blogger.com,1999:blog-8418564.post-17320143726880692772023-12-20T08:18:00.001-03:002023-12-20T08:18:38.624-03:00Me gustaría conocerte<div><br /></div>Podés probar en cualquier parada de colectivos, no importa el barrio ni la línea de colectivos, lo único necesario es que haya algo de gente esperando. No importa la hora. Puede ser de día, puede ser de nochecita, también.<br /> Podés probar en un andén del subterráneos, en cualquier estación de cualquier línea de subterráneo.<br /> Te acercás a alguien. No importa a quién. Puede ser una mujer o un hombre, puede ser joven o viejo, puede usar anteojos o pollera, puede tener una mochila, un portafolios, puede tener buenas tetas o ser calvo (no las dos cosas al mismo tiempo, desde ya).<br /> Te acercás despacio, con buenos modales, con respeto, con una sonrisa de genuino interés. Y le decís ‘disculpame, pero parecés una persona interesante, me gustaría que conversemos durante el viaje, de cualquier tema, o vayamos a tomar un café’. O le decís ‘disculpame, la verdad es que me gustaría conocerte, saber qué pensás sobre el futuro de la humanidad. Si estás apurada ahora, dame un número de teléfono y te llamo en otro momento’. O le podés decir ‘mirá, te vi y me dieron ganas de conversar un poco con vos. Saber qué hacés de tu vida, sin ningún compromiso’.<br /> Vas a ver, en cualquier caso, que la respuesta puede ser una puteada, o la persona intenta huir, al trote, o se protege el rostro con las manos, o pide ayuda a la policía. O grita.<br /> Si te hubieras acercado a cualquiera de esas personas y le hubieras pedido dinero, o la hubieras empujado, o le hubieras dicho algo amenazante, una barbaridad, es probable que te hubieran escuchado con resignación y algo de respeto.<br /> Lo que quiero decir es que todo el mundo espera lo peor, no tiene arreglo.J. Hundredhttp://www.blogger.com/profile/15477163261794124529noreply@blogger.com3tag:blogger.com,1999:blog-8418564.post-8056377656751459892023-12-10T09:45:00.007-03:002023-12-10T09:45:46.886-03:00Acerca de correr<div><br /></div><div>No es con ellos. Si hubiera sabido jamás los hubiera criticado con una tan desproporcionada fiereza. Yo no sabía.</div> Los que corren, de ellos hablo. Los que trotan por la mañana en los parques y muchas veces en las calles, en las plazas de lo que podríamos denominar, principalmente, occidente civilizado capitalista. Planeta tierra.<br /> Quiero decir que nunca me gustó correr, ni de chico. Imaginate ahora que me vine grande y tengo panza, me crujen las rodillas. El otro día estaba cogiendo y mientras estaba cogiendo, no sé cómo describirlo. Sí sé cómo describirlo, puse a la afortunada en cuatro patas, en el piso, para embestirla por detrás. Venir desde atrás y desde arriba como un tornado, una fuerza de la naturaleza, un aguilucho cogedor. Y sentí que no podía. Estaba cogiendo y eso me encantaba, pero al mismo tiempo mis rodillas parecían gritar ‘¿por qué nos hacés esto?’. Volví a la cama como un exhausto jabalí y completé la faena con la chica encima mío. O sea, correr no es lo mío. Cuando coger tampoco sea lo mío veré qué hacer.<br /> Si les mirás la cara a la gente que corre. Si vas a cualquier maratón que se organiza un domingo a la mañana y los ves pasar. Mirás esas caras. No hay una puta sonrisa, nadie la está pasando bien.<br /> Yo siempre quise saber qué me estaba perdiendo porque soy así, la cabeza me funciona así, de esa forma. Como me gustaría saber qué se siente estar casado, volver una y otra vez al mismo lugar para hablar de lo mismo con la misma persona, muerte por repetición. No creo que me suceda.<br /> Me fui un poco del tema, me pasa seguido. Pero el domingo fui como te dije, a eso de las nueve de la mañana. Me paré sobre la Avenida del Libertador, dejé el auto. Los vi pasar durante unos buenos cinco o diez minutos. Los vi correr.<br /> Están corriendo hacia el futuro. Ya está, eso es todo. A nadie le gusta correr, no hay nada interesante ni entretenido en la tarea. Se trata de escapar, de escapar del presente de sus estúpidas vidas, del horror de estar vivo y no saber ni siquiera para qué.<br /> Así que sigan corriendo, muchachos y muchachas, boludos grandecitos también. Corran todo lo que quieran, pensé. En el futuro no se van a encontrar con otra cosa que con ustedes mismos. La misma desesperación de no saber.J. Hundredhttp://www.blogger.com/profile/15477163261794124529noreply@blogger.com6tag:blogger.com,1999:blog-8418564.post-57223033941922364522023-11-30T09:37:00.004-03:002023-11-30T16:33:13.925-03:00Brujería<div><br /></div><div>Si te dejó, si te abandonó, si se fue, lo mejor es que vayas a ver a una bruja. Le llevás a la bruja una foto, una foto de él. La bruja va a frotar la foto con cebolla morada, murmurará unos secretos y milenarios conjuros, y te dirá que metas la foto, así como ella te la devuelve, dentro de una bolsita de plástico, que metas la foto, te decía, en el freezer. La ponés atrás de las cubeteras. El hombre siente que su vida se ha congelado, debe volver al amor, al amor del cual se ha ido.</div> La bruja de seguro te va a decir, para reforzar el conjuro, que prendas tres velas rojas, en diagonal, debajo de la cama, del lado donde dormía él. Las prendés, las velas, los días jueves, justo a las doce de la noche, y las dejás encendidas diez minutos, más o menos.<br /> También tenés que hacer una cruz de queso rallado en el palier del departamento, cuando vos sabés que es una fecha importante para él. Puede ser en la fecha de su cumpleaños, o el día del aniversario cuando se conocieron. Puede ser el día que salió campeón San Lorenzo, si vos sabés que él, tu pareja, es de San Lorenzo.<br /> Para que el método adquiera su máxima potencia, para que adquiera ribetes de imbatible, tenés que cortar un pedacito de una prenda de vestir que él haya usado. Un cuadrado de tela, de dos centímetros de lado, de una camisa de él, o de una corbata, sí, perfectamente, o de un par de pantalones. Ese cuadradito de género lo tenés que llevar encima durante siete días, en contacto con tu piel. Te lo podés colocar en la planta del pie, y después ponerte la media, o debajo del elástico de la bombacha, te doy un par de sugerencias nomás, tampoco es tan difícil. O debajo del reloj, pegado con un poco de cinta adhesiva o una curita, lo que se te ocurra.<br /> Te digo más o menos todo lo que te va a decir la bruja que hagas para que él vuelva, puede haber algunas variaciones en el método, depende de la bruja también. Te puede decir que mastiques una rama de apio crudo, claro que crudo, en ayunas, los días que está anunciado un eclipse.<br />También podés aprender a tirar de la goma como corresponde, nunca está de más.J. Hundredhttp://www.blogger.com/profile/15477163261794124529noreply@blogger.com5tag:blogger.com,1999:blog-8418564.post-35582989294123926102023-11-20T06:44:00.008-03:002023-11-20T06:45:34.897-03:00Perrum<div><br /></div>En los parques, ahora en casi todos los parques de la ciudad hay un lugar específico destinado para los perros. No sé muy bien cómo se llama en verdad, el lugar. Suele ser una especie de cuadrado o rectángulo, no sé, de 8 x 8 ponele, pero de cemento, todo vallado. Una especie de corral donde la gente puede soltar a sus perros y descansar un poco. Son muy usados los lugares por los paseadores de perros, que pueden soltar sus diez o quince perros ahí para entonces descansar un rato, tomarse una cerveza, hablar por teléfono, fumar.<br /> Voy al parque, al parque de mi barrio, entro al corral. No, no llevo a mi perro, no tengo perro. Me siento en el piso como si acabara de llegar a la playa, como si me dispusiera a tomar sol frente al mar. Luego de sentarme, me acuesto, sé que algunas personas me están observando, temiendo que haya ingresado al lugar quizás a hacer daño o a robar un animal.<br /> Pero no, nada de eso. Me acuesto, los brazos al costado del cuerpo, un poco separados del cuerpo, palmas hacia abajo, cierro los ojos.<br /> Los perros, bueno, los perros se sorprenden también. A algunos les caés bien de inmediato, a otros no, viste cómo es. Alguno se pone a mostrar los dientes de amenazadora manera y a ladrar, otro levanta una pata y me pisha un muslo. Uno me olisquea las orejas, otro se frota contra uno de mis hombros. Alguno caga, se sienta a cagar muy cerca. Me pasan por arriba, corren, no paran de ladrar.<br /> A los cinco o siete minutos me pongo de pie. Tengo un rasguño de algunas patas en la frente, la ropa arrugada y sucia, me han mordisqueado una zapatilla, también.<br /> Al salir uno de los pibes me mira, se ha levantado los lentes del sol, me pregunta qué carajo estaba haciendo ahí echado con los animales.<br /> Le respondo que me he pasado la totalidad de la vida trabajando en oficinas, rodeado de gente. Qué cosa peor me podría suceder.J. Hundredhttp://www.blogger.com/profile/15477163261794124529noreply@blogger.com6tag:blogger.com,1999:blog-8418564.post-72796931740395398912023-11-10T08:22:00.002-03:002023-11-10T08:22:56.549-03:00El sapo pepe ahí nomás<div><br /></div>El cantante iba al psicólogo todos los jueves a las once de la mañana. ¿Hacía cuánto que iba al psicólogo? A ese psicólogo hacía tres, no, cuatro años. Desde que se había separado de su última banda y le habían entrado esos ataques de miedo tan feos. Sentía, mientras tocó el portero eléctrico, que sus problemas seguían ahí, tan robustos como siempre. Sentía que se había transformado, su vida, en una valija, una valija que daba vueltas y vueltas en una cinta transportadora en un aeropuerto. Nadie tomaba esa valija, no veía salida, no mejoraba.<br /> Se sentó en el cómodo sillón, dijo que sí, que quería un café. Encendió un cigarrillo, otra de las licencias de haber sido una estrella de rock, o quizás porque a su psicólogo también le gustaba fumar. Habló.<br /> Primero se quejó. Se quejó de su suerte. Cómo podía ser, él, que había sido la voz de ‘El último canapé’ durante once años, y ahora lo invitaban a tocar con su nuevo proyecto artístico en recitales donde tocaban diez bandas seguidas, y lo dejaban hacer un set de veinte minutos para un público que muchas veces ni sabían de su trayectoria. Pendejos demasiado drogados pero con drogas nuevas, drogas de diseño que los dejaban medio pelotudos y sin poder articular más de dos palabras seguidas. Miraba las caras de los pibes que estaban más adelante y se daba cuenta que estaba en presencia de balbuceantes wisinyandelisados que no tenían la más puta idea de las letras de sus canciones ni de sus geniales significados.<br /> Encima se le había ido el bajista, un pelotudo que apenas podía mantener el ritmo de una canción, le dijo que se iba a tocar con un conjunto de pop latino a una importante cadena de cruceros. Veteranas que aplaudían a rabiar si la banda hacía covers de Luis Miguel o de Chayane, te cogías a alguien y después te pasabas el resto del día en la pileta. Pagaban en dólares.<br /> Y su representante le había dicho que no, que ni soñara, ni la Sony ni ninguna otra discográfica le iba a dar un adelanto. Le prestaban un estudio por tres semanas, un mes como máximo y después a porcentaje. Si hacía rato que él no le vendía discos a nadie.<br /> –A mí –dijo el cantante, prendió otro cigarrillo–, que me dijeron que era el Jagger argentino. A mí, que cuando vinieron los Guns and roses me habían ofrecido ser telonero. Dicen que Axel Rose había escuchado un par de temas míos y quería conocerme. Pero yo estaba de vacaciones en Uruguay y dije que por menos de doscientos mil dólares no contaran conmigo. Y ahora me preguntan si no quiero tocar en una cena de fin de año de una compañía petrolera por tres lucas y la comida. ¡A mí, que era el nuevo Dylan!<br /> –Entiendo –dijo el psicólogo, tosió, vació su pipa sobre el cenicero–. Agregue a eso que, por lo que puedo observar desde acá, usted se está quedando pelado. Terminó la sesión, lo veo el jueves que viene.J. Hundredhttp://www.blogger.com/profile/15477163261794124529noreply@blogger.com7tag:blogger.com,1999:blog-8418564.post-35422567097388628522023-10-30T08:25:00.000-03:002023-10-30T08:25:07.430-03:00Estado de situación<div><br /></div>No hay más que verlo en la calle o en un negocio, pero seguro en la calle. Digamos que hay tres posibilidades, tres estados en los cuales podés encontrar a una persona. No, qué sólido, líquido y gaseoso, quizás sos tonta. Quizás tus papis son parientes.<br /> Una persona en la calle puede estar acompañada por otra persona. Puede estar acompañada por un animal. O puede estar sola.<br /> Si la persona está acompañada por otra persona, en la mayoría de los casos puede ser su pareja. Una novia, una esposa. Puede estar acompañado por un familiar, también. Un padre, una hija, un primo. A veces un amigo.<br /> Si la persona está acompañada por un animal, se tratará en la inmensa mayoría de los casos de una mascota. Y será por lo general también, un perro. Puede ser, contadas veces, un gato. Un suricato, una tortuga, casi nunca. No he visto a nadie acompañado por un hipopótamo ni por una cebra, las cosas no funcionan así.<br /> Si la persona está sola, está sola. Esperando para cruzar la calle, o caminando, o sentado en un bar tomando un café.<br /> Esas son básicamente las opciones. Eso es todo.<br /> Ahora. Entonces. Si la persona está acompañada de un animal, será infinitamente más interesante que si está acompañada de otra persona. Si la persona está sola, es aún más interesante que si la acompaña un animal. Mejor todavía.<br /> Si la persona está sola conserva algo de potencialidad, así es como lo podríamos decir. Si la persona está acompañada de un animal, algo bueno habita en ella, todavía posee algún sentimiento noble. Algún rasgo de humanidad. Si la persona está acompañada de otra persona, su vida es un asco. Se trata de un repugnante ser sin una pizca de brillo. Dedicará su vida básicamente a comprar duraznos o naranjas, a soñar con vacaciones en la playa, a pagar el gas.<br /> No, ya sé que no estás de acuerdo, pero a mí no me lo cuentes. Lo que te pasa no es conmigo.J. Hundredhttp://www.blogger.com/profile/15477163261794124529noreply@blogger.com2tag:blogger.com,1999:blog-8418564.post-35090800561867539072023-10-20T09:44:00.001-03:002023-10-20T09:44:29.438-03:00De parte de Bogart<div><br /></div>Durante un tiempo, desde los veinte años en adelante te diría, cada vez que me encontré con alguien, alguien que fue conmigo al colegio, ex novias principalmente, mujeres que estuvieron conmigo por una semana o cuatro horas, bueno. El asunto es que la persona invariablemente me dice, me manifiesta de algún modo lo mal que estoy. Quiero decir, me ve más gordo, más ojeroso, más pelado, con más cara de boludo, como si el Flechabus de la vida me hubiera pasado por encima para adelante primero, y para atrás después para asegurarse, para confirmar la gravedad del daño.<br /> La gente que me encuentra en la calle o en un aeropuerto o en un kiosco comprando un alfajor no pueden evitar mencionarlo, con cierta alegría por cierto, que me ven mal.<br /> Y a mí la verdad que me molestaba un poco, quiero decir, no escuchar ni una palabra amable de alguien al que hice reír o una chica a la que le eyaculé en la frente y le abrí el tercer ojo por lo que dura un parpadeo de la iluminación más pura. Sólo un ‘estás gordo’, o ‘claro, se te puso el pelo blanco’, o ‘qué te pasó en la cara, qué mal’.<br /> Pero de un tiempo a esta parte, te diría el último año, ya no. La gente con la que me cruzo por la calle intenta seguir caminando, las mujeres se hacen las distraídas para ver si logran no tener que saludarme. Y es que no quieren que vea que deberían llevar el culo en un carrito de supermercado, o que usan anteojos con 8 de aumento, o que el color de la piel de sus rostros se ha ido acercando al verde musgo.<br /> Y ahora entiendo todo. Aquella famosa frase que dijera el señor H. Bogart alguna vez: el problema es que le llevo un par de whiskys de ventaja a todo el mundo. Así que lo que sea que veas en mí, cualquier cosa, es que llegué antes nada más. J. Hundredhttp://www.blogger.com/profile/15477163261794124529noreply@blogger.com8tag:blogger.com,1999:blog-8418564.post-88559250913867059052023-10-10T09:03:00.001-03:002023-10-10T09:03:25.005-03:00Todo lo que no puede ser<div><br /></div>Me llamó Cebolla, era viernes, eran casi las siete de la tarde. Raro que llamara a esa hora, hablábamos a la mañana, cada uno desde su trabajo, y arreglábamos para almorzar una vez por semana. Le decían Cebolla a Cebolla porque cuando se tentaba por un chiste, por cualquier cosa. Cuando se tentaba y se reía lloraba al mismo tiempo, le caían las lágrimas. Por eso le decían Cebolla.<br /> Me preguntó si podía pasar por casa, dijo que estaba cerca. Raro, rarísimo, le dijo que sí.<br /> Vino y se largó a llorar pero sin reírse, lloraba y punto. Alicia lo había dejado, le había dicho que no lo quería más, que se estaba viendo con otro tipo.<br /> Cebolla y Alicia se conocían desde la adolescencia, estaban juntos hacía como quince años, tenían un hijo. Un chico tímido y rubión, Tomasito.<br /> –Me lo dijo así nomás –Cebolla se sonaba los mocos y negaba con la cabeza–. Me dijo ‘me estoy viendo con alguien’. ¿Con alguien, mientras a la noche dormís conmigo? No lo puedo entender.<br /> Siguió hablando un rato remarcando el sacrificio que había hecho él, cebolla, para comprar el departamentito donde vivían juntos, las fotos de los cumpleaños, los veranos en La Pedrera.<br /> –No puede ser –repetía Cebolla como un mantra–. No puede ser.<br /> Le había servido un whisky. Le serví otro. Miré la hora, casi las nueve de la noche.<br /> –Pido una pizza –dije. Y me di cuenta. Todo lo que iba a decirle no tenía mayor sentido. Las opiniones, las conclusiones, nada serviría. En una época la gente me venía a ver porque les gustaba escucharme hablar. Tenía algo para decir, yo, sobre prácticamente cualquier tema. Pero ya no.<br /> Lo que nos pasó nos pasó. Lo que nos está pasando nos está pasando y punto. De nada sirve regurgitarlo en el terreno del pensamiento. Lo que necesitamos es el espacio, un café con leche caliente o una cerveza fría o un whisky en cualquiera de sus manifestaciones hasta la próxima desgracia. ‘Aceptación no es preferencia’, eso pensé en decir porque eso vino a mi mente, y porque era todo lo que tenía ganas de decirle.<br /> –¿Napolitana con ajo, no? –Asintió, apenas. Llamé por teléfono, hice el pedido. Me senté en silencio.J. Hundredhttp://www.blogger.com/profile/15477163261794124529noreply@blogger.com4tag:blogger.com,1999:blog-8418564.post-53180978689444731632023-09-30T17:29:00.002-03:002023-09-30T17:29:58.786-03:00Lenguaje de Dios<div><br /></div>Hay algo que podés hacer. Ahora la gente está atravesada por la tecnología, podés twittear, podés chatear, instagramear, waxapear y no sé qué más. Podés sacarle una foto a tu gato mientras se lame una pata, podés hacerte un blog o peor aún, comprar un dominio de internet y publicar todos los poemas que escribiste durante la secundaria cuando ella te dejó y aprendiste a masturbarte con las dos manos y cambiando de mano también, podés armar un grupo de waxá con todos tus compañeros de trabajo y publicar fotos de la última maratón en la que participaron, alguien cuenta que se hizo vegetariano, alguien cuenta que se hizo vegano, alguien cuenta que se hizo crudívoro y se alimenta como lo hacían los indios ranqueles en 1817, y así. Ah, y podés cantar también. Cantar esas rimas pelotudas con música de fondo (hiciste un beat, ponele) como si alguna vez hubieras tenido algo para decir, wisinyandelisado hasta las bolas balbuceando entrecortadas incoherencias y panabuey hasta que tus familiares crean que llegó la hora de internarte en el Tobar García nomás.<br />Bueno, acá va lo que podés hacer. Nada. Nada de nada, no hagas nada, eso.<br />Andá a un asado y no hables, cuando te preguntan si querés molleja decí que sí con la cabeza, si te preguntan si querés más vino asentí otra vez. Si te para por la calle un amigo de la primaria y saca un teléfono para mostrarte fotos de sus hijos no digas nada, miralo, a él, un poco por encima de la línea de los ojos, como si estuvieras viendo algo que está más arriba y más atrás, lo que equivale a decir en otra parte, podés sonreír. Si te paran para hacerte una encuesta o para venderte algo o para pedirte plata para sacar el plástico del océano o para lustrarle el pico a los pingüinos con quitaesmalte cutex no digas nada, veinte segundos, treinta también. Si te llega un mail que está dirigido a varios remitentes no lo respondas. Podés leerlo si querés, pero no contestes nada. Jamás respondas un mail grupal porque no pertenecés a ningún grupo, sos un boludo de lo más individual.<div>Listo, eso es todo. No saques fotos, no forwardees videos, no hables por teléfono celular en medios de un transporte público ni cuando estés delante de gente.<br />En poco tiempo, dos semanas como mucho, serás visto como un sujeto misterioso, profundo. Original.</div>J. Hundredhttp://www.blogger.com/profile/15477163261794124529noreply@blogger.com5tag:blogger.com,1999:blog-8418564.post-54634725209548890512023-09-20T14:53:00.001-03:002023-09-20T14:53:48.970-03:00Te vas curando<div><br /></div><div>Te cuento cómo me curé. ¿Cómo me curé de qué? Ah, sí. De no soportarme ni un minuto más, de sentir que fracasé en todos los rubros del horóscopo, de saber que jamás tuve la más mínima posibilidad de ser feliz, esas cuestiones.</div>Vas a Palermo, un domingo a la mañana, temprano. Igual hace cuánto que no dormís hasta tarde.<br />Y te sentás en un banco o en el pasto, o contra el tronco de un árbol.<br />Listo, eso es todo.<br />Ah, todavía no entendés. Bueno. Lo que tenés que hacer es mirar. Pero no mucho, te quedás sentado veinte minutos, media hora. Mirás y vas a ver a la gente que corre, la gente que anda en bicicleta, la gente que hace gimnasia o trata de subirse a un árbol o andan en roller. La gente que trata de sacarle fotos a los patos, más que nada la gente que corre, ya lo dije.<br />Y te vas a dar cuenta que la están pasando como el culo, que no dan más. Que se mueven porque no soportan el horror de estar vivos y no mucho más que eso. No saben por qué hacen lo que hacen, ni por qué están con quién están. La materia tiene horror al vacío y el ser humano tiene horror al silencio, a la quietud, signo de los tiempos.<br />Y entonces te das cuenta que no estás tan mal. Sos un boludo y no te salió nada de lo que quisiste hacer, eso está claro. Pero te sentís mejor.<br />J. Hundredhttp://www.blogger.com/profile/15477163261794124529noreply@blogger.com2tag:blogger.com,1999:blog-8418564.post-82919227256079058222023-09-10T10:07:00.000-03:002023-09-10T10:07:12.667-03:00Ella me habla y no se da cuenta<div><br /></div>Ella me habla de lo que hace. Y no se da cuenta que lo que hace mucho no importa, no la define, no es preciso que lo defienda con semejante énfasis. Si tomás sol los domingos en una mugrienta terraza o animás fiestas infantiles disfrazada de tortuga ninja, bueno, no debiera ser algo comparable a una marca de nacimiento.<br /> Ella me habla de lo que le gustaría hacer. Y no se da cuenta que lo que le gustaría hacer es lo que recuerda de dos o tres películas. Caminar por la playa, hamacar a un sonriente hijo que experimenta el viento en la cara, viajar a la India. Lo que le gustaría hacer será lo que lea en la próxima revista mientras espera su turno en cualquier dentista.<br /> Ella me habla de lo que no hizo. Y no se da cuenta que lo que no hizo brilla por contraste, lo que no hizo ni hará jamás refulge como un relámpago que parte en curiosa diagonal el plomizo cielo de su existencia. No te casaste con el pibe que te tenías que casar, no te cambiaste de carrera, no pediste perdón, no saltaste. Lo que no hiciste es una mochila repleta de nada que no podés dejar de llevar a todas partes.<br /> Y después no habla más, se queda callada.J. Hundredhttp://www.blogger.com/profile/15477163261794124529noreply@blogger.com6tag:blogger.com,1999:blog-8418564.post-30014625033339715882023-08-30T08:44:00.001-03:002023-08-30T08:44:02.483-03:00En el universo no existe manifestación sin polaridad, ponele<div><br /></div>Ya sé, ya sé, te cuesta entender, se te complica, no podés creer cómo es posible que yo sea un tipo tan genial. No lo analices, no le busques explicación, es lógico que hayas estado con gente antes de conocerme, estuviste con tipos, pichona, no naciste ayer. El planeta está lleno de tipos que cogen, que escriben, que les gusta el ajedrez y el whisky sin hielo, que hablan de una manera particular. Pero no es eso, te quedás en la superficie, no va por ahí, aunque me gusta que te brillen los ojitos y no puedas parar de sonreír, o te quedes a medio camino entre un suspiro y una exhalación de asombro, se nota que tu fascinación es genuina, estás contenta de verdad.<br /> De chiquito, cuando tenía once años, nadie me quiso abrazar. Ya está, es eso nada más. Yo tenía once años, iba a algún cumpleaños de alguien del colegio, y cuando ponían los lentos yo iba como podía y sacaba a bailar a una chica, después a otra, después a otra más.<br /> Y me decían que no, todas me decían que no, de ninguna manera, no había la más mínima posibilidad. Tenía la frente muy amplia, lo admito, ojeroso, narigón, una carita de loco, una desesperación que me masticaba el alma porque yo veía que el mundo estaba ahí, el árbol de la vida lleno de frutos y fragancias pero no había ni un durazno para mí. Nada, algo que venía dado y contra lo cual no se podía luchar.<br /> Acá viene lo gracioso, lo divertido, quizás lo original. No maté esa sensación, ese dolor, esa tristeza de saber que nadie me quería abrazar. En lugar de volverme campeón de algo, pianista o un asesino serial, simplemente dejé que ese dolor habitase dentro de mí, lo dejé estar.<br /> Se ve que pasa el tiempo y el dolor, como cualquier otro organismo vivo, va mutando, se transforma en otra cosa. Así como por la contraria, una chica que fue demasiado linda demasiado pronto se pone fea, se arruina. El cine está lleno de ejemplos así. La macaulayculkinización de la vida, podríamos decir.<br /> El dolor segregó algo, una indefinible sustancia, una desesperada alegría sin la más mínima causa, algo que flota y canta su irresistible canción. Sin explicación ni motivo, ajeno a mi voluntad.J. Hundredhttp://www.blogger.com/profile/15477163261794124529noreply@blogger.com4tag:blogger.com,1999:blog-8418564.post-3841770560783029212023-08-20T18:02:00.007-03:002023-08-20T18:02:56.633-03:00Todos tus Kevin<div><br /></div>Cuando llueve y cada vez que llueve la gente se fastidia, la gente se fastidia mucho, por la lluvia. La gente intenta refugiarse bajo inexistentes techos porque la ciudad aprovecha, cuando llueve, para llorar, para llorar por todas partes, para llorar amargamente por todo lo que no fue, por todo lo que no será nunca jamás.<br /> Cuando hace frío y cada vez que hace frío la gente se enoja, frunce el ceño, la gente se pone abrigos y bufandas y tiemblan un poco o se frotan las manos mientras ven algún afiche o un comercial de televisión donde otra gente camina por playas donde los ananás cuelgan de los árboles y hay multicolores pájaros y hay palmeras. La gente se sube el cuello del abrigo y maldice el frío como quien maldice todas esas vaginas que alguna vez fueron tibios y fantásticos refugios esperando todas esas pijas mustias y arrugadas para siempre.<br /> Cuando hace calor y cada vez que hace calor la gente se queja y resopla al subir diez o quince peldaños de una escalera, la gente se abanica un poco con radiografías de columnas torcidas para nunca más volver, con revistas de espectáculos en cuyas tapas una feliz pareja se abraza y se besa después de haber descendido esquiando una montaña de Austria o de Suiza. La gente lee que esa pareja fue a celebrar el nacimiento de su hijo Brian o Jonathan o quizás Kevin, usan guantes y gorros de lana multicolores y tienen las mejillas sonrosadas por el frío mientras en Buenos Aires no hay ni siquiera la posibilidad de consumir una bocanada de aire más o menos decente. Buenos Aires en verano es la muerte y saber que estás muerto.<br /> Y yo, que estoy fastidiado desde que puedo recordar, que estoy amargado desde siempre (desde que Andrea o Gisela no quisieron bailar un lento conmigo en aquel baile de la primaria, más que probablemente), que me he quejado, sabe Dios que me he quejado desde mi más tierna infancia, he maldecido mi suerte y bueno, no puedo hacer otra cosa que maravillarme ante tu candorosa superficialidad, tu climático tormento.J. Hundredhttp://www.blogger.com/profile/15477163261794124529noreply@blogger.com4tag:blogger.com,1999:blog-8418564.post-66927878853065365172023-08-10T08:57:00.003-03:002023-08-10T08:57:55.211-03:00Ni víctimas ni verdugos<div><br /></div><div>Me han dejado, claro que me han dejado. Me han dejado casi siempre, me han dejado mucho. Y cuando me han dejado, cada vez que me han dejado, me sentí para el culo. Cuando alguien te dice que lo tuyo no alcanza, no sirve, cuando sos informado que vivir justamente sin vos es algo perfectamente normal, una experiencia de lo más vivible por decirlo de algún modo. Cuando te recuerdan que vivir sin vos es algo absolutamente posible (menos para vos, qué curioso) te ponés triste, te ponés mal.</div> También, a veces, he dejado a alguien. Y cuando dejás a alguien te sentís mal, seguro. Porque no odiás a la persona que dejás, al menos no es mi caso, sino que lamentás. Lamentás que la persona no tenga el talento o la capacidad para que no la dejes. Porque la culpa no es de la persona, lo sabés, la culpa es tuya porque no sabés cómo carajo vas a hacer para poder volver a entusiasmarte con el mismo truco de magia, una magia berreta además, una magia donde ya todos conocen prácticamente todos los trucos de memoria. Sin sorpresa no hay posibilidad de magia.<br /> Así que ahí estamos en medio de la escalera mecánica de la alegría que va siempre hacia abajo, tratando de coger un poco, compartir un vaso de vino, reírnos de cualquier cosa porque estaba bueno reírse, quedarse mirando la risa que flota en el aire como quien mira un pájaro que despliega sus alas, dormir juntos, las ganas de abrazarse bien fuerte antes del próximo fracaso.J. Hundredhttp://www.blogger.com/profile/15477163261794124529noreply@blogger.com4tag:blogger.com,1999:blog-8418564.post-39957880097617444222023-07-30T09:43:00.006-03:002023-07-30T09:43:38.403-03:00Curando al ave<div><br /></div>Íbamos por la calle. La había ido a buscar para llevarla a renovar el documento. Me había dicho que tenía que renovar el documento, o le habían robado el documento. No había prestado atención, quizás no me importaba. Me había pedido que la acompañara y la dependencia ministerial para el trámite quedaba por el centro. Así que la idea era que desayunáramos juntos y después nos tomáramos un taxi al centro. Yo trabajaba en el centro que es todo lo malo, es la muerte, pero supongo que lo mismo podría decirse prácticamente de cualquier trabajo.<br /> No me gustaba ir con el auto al centro ni loco, a duras penas podía cuidarme yo como para tener que andar arrastrando un automóvil. Viajar en subte o en colectivo era sencillamente morir, era estar muerto y saber que estás muerto. Las delicias de la vida de ciudad, tampoco estoy dispuesto a cosechar frutos en el bosque o a levantarme a las cinco de la mañana para ordeñar una vaca, y me molestan los mosquitos. La elección es entre lo malo y lo peor, siempre. Lo bueno buscalo en netflix no sé, lo bueno no vino, olvidate.<br /> Caminábamos dos cuadras hasta Directorio para tomar un taxi. Era muy temprano, porque la idea de renovar el documento, al parecer, consiste en llegar temprano, lo más temprano posible, y esperar. El 97% de la vida es esperar, no sé si te comenté.<br /> Hacía calor, me olvidé de decir que hacía calor. Un calor del carajo. Enero en Buenos Aires, el horror de estar vivo.<br /> Íbamos caminando entonces, decía, y debemos haber mirado los dos lo mismo, al mismo tiempo. Una paloma, blanca, eso era lo raro, una paloma blanca caída de costado sobre la mugrienta vereda. Fulminada por el impiadoso calor, todavía viva pero exánime, sin fuerzas para remontar vuelo, vencida por decirlo de algún modo, porque de algún modo hay que decirlo.<br /> Nos detuvimos junto a la paloma. Nos soltamos nuestras transpiradas manos. Gisela se arrodilló, se puso en cuclillas junto a la paloma. No tuve más remedio que arrodillarme yo también. Crujieron mis fatigados meniscos.<br /> Gisela, muy seria, se descolgó la cartera del hombro para estar más cómoda. Cerró los ojos, hizo un par de pausadas respiraciones. Y aplicó ambas manos sobre el minúsculo y extenuado pecho de la paloma, casi sin tocarlo, o rozándolo apenas. La paloma viéndolo todo con su ojo lateral, aterrorizada sin dudas por la crueldad del mundo.<br /> Es que Gisela, entre las cosas que hacía, entre pilates y taebo y dos veces por semana a la psicóloga y cursos de fotografía, había empezado a practicar reiki. El poder de sanar con las manos, de rectificar estados anómalos, de transmitir energía.<br /> Me puse de pie, con respeto, con cuidado. Me alejé dos o tres pasos mientras Gisela permanecía con las manos apoyadas sobre el cuerpo del ave, encendí un cigarrillo. La otra noche había hecho algo similar, bastante similar, conmigo podríamos decir, y no había conseguido gran cosa. Ni una chispa ni nada.J. Hundredhttp://www.blogger.com/profile/15477163261794124529noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-8418564.post-43312237714997209322023-07-20T08:49:00.000-03:002023-07-20T08:49:16.895-03:00Para que te sientas cada vez mejor<div><br /></div>Es de lo más común, lo sabe todo el mundo mayor de treinta años, la vida en la ciudad enloquece. No importa mucho si sos profesor de un colegio secundario o ingeniero industrial, si te casaste hace siete años y tenés tres hijos divinos o si ya te divorciaste y tenés tres hijos horrendos, si estás haciendo algo de dinero o todavía no la encontraste, si cambiaste el auto o tenés una amante en la oficina.<br /> Estás triste, claro que estás triste, todos están tristes. Angustiados, deprimidos, ansiosos. No es tu culpa tampoco, así se vive. Está en el aire, en las antenas de los celulares, en los noticieros que repiquetean cada desgracia ad nauseam, en el ruido de la calle que no va a parar jamás.<br /> Así que vas al psicólogo, claro que vas al psicólogo que no te medica pero te escucha, o vas al psiquiatra que no te escucha pero te medica. Estás mal y te gustaría estar bien, es de lo más normal.<br /> Pero sentís que no le encontrás la vuelta. El tratamiento se alarga. Te ayuda a acomodar algunas tristezas, o te bajan las vueltas a rivotazo limpio para que puedas volver a dormir, o te vas dando cuenta que todo el mundo tiene problemas, que envejecer es eso, mantener algunos platitos en el aire mientras todos los demás se van cayendo, mientras los demás platitos de tu vida se hacen moco contra el piso y vos los mirás. Prioridades, prioridades.<br /> Acá entro yo. Acá viene mi infinito aporte, mi refulgente, áurica ayuda, mi toque de magia. Para que estés mejor, para que te sientas cada vez mejor. Para que quizás incluso te cures.<br /> Subí por las escaleras. Nada más, eso. Cuando vas al psicólogo, subí al consultorio por las escaleras. Despacio, a tu ritmo, al ritmo de una caminata lenta. Tienen que ser dos o tres pisos, si vas a un psicólogo que tiene un consultorio arriba de un tercer piso tenés que hacer la cuenta para subir como máximo tres pisos por las escaleras. Supongo que sabés sumar. Si sabés sumar es bien probable que sepas restar, también.<br /> Subí por las escaleras, entonces. Entre uno y tres pisos. Llegás, pasás, y te sentás. Vas a ver que tus problemas te importan cada vez menos, mucho menos. Querés hablar menos, querés un vaso de agua y respirar un poco, con eso te arreglás.<div><br />pd. Podés no ir al psicólogo, podés subir un par de pisos por la escalera yendo a la casa de tu tía Berta, lo más bien.</div>J. Hundredhttp://www.blogger.com/profile/15477163261794124529noreply@blogger.com3