Vino Laura. Tocó timbre, bajé a abrirle, subimos.
Le pregunté si quería tomar algo, dijo que no. Se sacó el abrigo, se pasó la mano por el pelo, como si estuviera alisándolo hacia atrás, se sentó en el sillón.
–Mirá, Juan –dijo–. Te vio mi hermano en un bar del centro, con otra mina. Le estabas dando un beso. Así que decime la verdad, lo mejor es que me digas la verdad. No me mientas.
Negá todo, siempre, decía un amigo nuestro, el Noni. Aunque te encuentren desnudo con la mucama en cuatro patas y vos dándole bomba. Tenés que decir que no, que la estabas ayudando a elongar, que le estabas mostrando dónde queda Bolivia en un planisferio, cualquier cosa. Siempre decís no, no es lo que vos pensás. ‘No es tan así’ es una de las mejores frases del mundo.
Pero bueno, Laura era una buena mina y nos veíamos hacía unos cinco meses. Se quedaba a dormir en casa, desayunábamos juntos. Cogíamos, a veces ella cocinaba milanesas con puré. Le ponía un poco de nuez moscada, al puré, y a mí eso me parecía un bonito gesto.
–Bueno, sí, Laura. La verdad que sí. Me estoy viendo con una piba del laburo, también. La verdad que es una conchuda, pero está rebuena. Es muy pendeja, debe tener no sé, veintidós, es la piba más puta que vi en mi vida. Entra en la oficina, se mete debajo del escritorio y me chupa la pija. A veces entra alguien a verme y ella sigue, me mira desde abajo y sonríe apenas con mi pija en la boca. Cogemos, cogemos en cualquier parte. Los jueves cuando te digo que voy a yoga no voy a yoga. Voy a coger con ella. Le gusta todo, le gusta que le rompan bien el orto, ‘¡me duele!’, grita ‘¡me duele pero me gusta!’. Se mete los dedos mientras cogemos, como si con la pija sola no fuera suficiente, se traga la leche. Y es tan flaquita, está tan buena, porque fue bailarina y las bailarinas tienen ese cuerpito tan perfecto. No lo pude evitar, Laura. La piba entró a laburar de secretaria, se me regaló. Todo un premio para mí, una reparación histórica, yo que me pasé años enteros sin ponerla. La piba está tan contenta, le comprás un tostado en un bar de mierda y lo mira como si fuera una joya, la llevé a coger a telos donde apenas hay agua caliente y se ríe. No sé, es la alegría de vivir, no le importa nada. Le dije que estaba en pareja y me dijo que no le importaba. Nunca me había pasado algo así, como si la vida me hubiera tirado una propina. No pude evitarlo.
Listo. Fui a la cocina, me serví un vaso de agua. Volví, me senté.
–Qué grande, Juan –sonrió–. La verdad que se nota que sos escritor. Tu imaginación es una de las cosas que más me gustan de vos. Tu forma de contar las cosas, de inventar historias. Eso sí que me puede.
No sé, la gente se la pasa diciendo que quiere saber la verdad, pero nadie quiere saber la verdad. Quizás por aquello de ‘la mentira tiene patas cortas, pero la verdad es paralítica’, supongo que debe ser eso.