30.7.20

Todo lo que nos pasó, la vida


Pasa de noche principalmente que suena el teléfono. Y yo atiendo, voy y atiendo porque es lo que se estila, y escucho. Alguien, una voz, una voz de mujer inflamada de indignación me dice ‘¡te odio, hijo de puta!’, o ‘¡te di los mejores años de mi vida!’. O también dicen ‘¡Basura! ¡Forro! ¡Qué mal tipo que sos, Juan!’.
Después se quedan ahí, respirando. Después cortan.
Y cada tanto pasa también que hay alguien en casa, un amigo de otra época que vino a cenar una pizza bien barata con un vino bien caro, o una chica que cree que todavía ser feliz es de algún modo posible. Que no debería ser tan difícil encontrar alguien con quien compartir un pedacito de la vida.
Entonces, la persona que está en mi casa, conmigo, me mira algo extrañada y yo intento seguir como si tal cosa, pero la persona me pregunta por qué atendí el teléfono.
–¿Eh?
–Por qué atendiste el teléfono –me dice–, si no sonó.
Y entonces me doy cuenta que no me llamó nadie, nunca. Son las ganas de ser un tipo normal al que le pasaron cosas. Son ideas mías.

20.7.20

Recién me entero


Pasa, sucede, es un clásico. Alguien, alguien que me conoció en un oscuro vericueto de mi remoto pasado, alguien que se cruzó conmigo en alguna resbalosa curva de la vida. Me encuentra por la calle o en un kiosco, justo cuando me estoy comprando un alfajor, o en un bar.
Y ese alguien me saluda, claro que me saluda. Para luego, inmediatamente después, hacerme un comentario. Un comentario relativo a mi persona, a lo que queda de mi persona.
Menciona como al pasar, ese alguien, que me ve más gordo o más pelado, o canoso, o con la nariz más crecida, los huevos más largos. Algo, cualquier cosa que tenga que ver con mi generalizado deterioro.
Y a mí no me ofende ni me asusta, el comentario, lo que me dicen casi en un murmullo con una bobalicona sonrisa, respecto a algo que el paso del tiempo ha hecho conmigo, la cáscara de mí.
Sólo me cuesta creer que en algún pasado yo haya sido portador de tal o cual atributo. Mientras vos eras igual de boludo de lo que sos ahora. Yo tan genial y sin saberlo.

10.7.20

No me mientas


Vino Laura. Tocó timbre, bajé a abrirle, subimos.
Le pregunté si quería tomar algo, dijo que no. Se sacó el abrigo, se pasó la mano por el pelo, como si estuviera alisándolo hacia atrás, se sentó en el sillón.
–Mirá, Juan –dijo–. Te vio mi hermano en un bar del centro, con otra mina. Le estabas dando un beso. Así que decime la verdad, lo mejor es que me digas la verdad. No me mientas.
Negá todo, siempre, decía un amigo nuestro, el Noni. Aunque te encuentren desnudo con la mucama en cuatro patas y vos dándole bomba. Tenés que decir que no, que la estabas ayudando a elongar, que le estabas mostrando dónde queda Bolivia en un planisferio, cualquier cosa. Siempre decís no, no es lo que vos pensás. ‘No es tan así’ es una de las mejores frases del mundo.
Pero bueno, Laura era una buena mina y nos veíamos hacía unos cinco meses. Se quedaba a dormir en casa, desayunábamos juntos. Cogíamos, a veces ella cocinaba milanesas con puré. Le ponía un poco de nuez moscada, al puré, y a mí eso me parecía un bonito gesto.
–Bueno, sí, Laura. La verdad que sí. Me estoy viendo con una piba del laburo, también. La verdad que es una conchuda, pero está rebuena. Es muy pendeja, debe tener no sé, veintidós, es la piba más puta que vi en mi vida. Entra en la oficina, se mete debajo del escritorio y me chupa la pija. A veces entra alguien a verme y ella sigue, me mira desde abajo y sonríe apenas con mi pija en la boca. Cogemos, cogemos en cualquier parte. Los jueves cuando te digo que voy a yoga no voy a yoga. Voy a coger con ella. Le gusta todo, le gusta que le rompan bien el orto, ‘¡me duele!’, grita ‘¡me duele pero me gusta!’. Se mete los dedos mientras cogemos, como si con la pija sola no fuera suficiente, se traga la leche. Y es tan flaquita, está tan buena, porque fue bailarina y las bailarinas tienen ese cuerpito tan perfecto. No lo pude evitar, Laura. La piba entró a laburar de secretaria, se me regaló. Todo un premio para mí, una reparación histórica, yo que me pasé años enteros sin ponerla. La piba está tan contenta, le comprás un tostado en un bar de mierda y lo mira como si fuera una joya, la llevé a coger a telos donde apenas hay agua caliente y se ríe. No sé, es la alegría de vivir, no le importa nada. Le dije que estaba en pareja y me dijo que no le importaba. Nunca me había pasado algo así, como si la vida me hubiera tirado una propina. No pude evitarlo.
Listo. Fui a la cocina, me serví un vaso de agua. Volví, me senté.
–Qué grande, Juan –sonrió–. La verdad que se nota que sos escritor. Tu imaginación es una de las cosas que más me gustan de vos. Tu forma de contar las cosas, de inventar historias. Eso sí que me puede.
No sé, la gente se la pasa diciendo que quiere saber la verdad, pero nadie quiere saber la verdad. Quizás por aquello de ‘la mentira tiene patas cortas, pero la verdad es paralítica’, supongo que debe ser eso.