30.8.19

No estés tan seguro


Qué vas a hacer cuando tu novia te diga que no te quiere más, que está cogiendo con un compañero del trabajo y te va a dejar. Qué vas a hacer cuando el doctor se acomode los lentes y te diga que no le gusta para nada lo que dice el estudio, lo que ve, que algo está muy mal. Qué vas a hacer cuando suene el teléfono en mitad de la noche y te digan tu nombre, te pregunten si vos, bueno, sos vos, si te podrías acercar lo antes posible a la seccional de policía, al hospital.
Qué vas a hacer cuando choques en la ruta, cuando te pisen el perro, cuando vuelvas a tu casa y los ladrones después de robarte pero antes de irse, se hayan puesto en cuclillas en medio del living que nunca más será living, a cagar.
Estamos a un milímetro de la desgracia, a un estornudo de la tragedia. Falta un segundo, la mitad de un segundo para que todo se desmorone como un castillo hecho de mermelada de durazno, los piolines que sostienen nuestras vidas están hechos de frágiles suposiciones y no mucho más.
Saberlo no cambia nada, no ayuda ni un poquito. Sirve apenas para pasar el rato. Y para molestar.

20.8.19

Digamos AC/DC


Después de coger me doy cuenta, es absolutamente claro para mí, que sos una mala mina. Sos demasiado consciente de tu belleza y eso se nota en cada gesto, en cómo te mirás al espejo cuando salís de la cama, como si el espejo debiera agradecerte que pases por delante. Cada gesto tuyo es de algún modo impostado, cuando te corrés el pelo de la cara, o cuando levantás tu taza de té. En tu cara se observa que estás convencida que sin tu luz los objetos estarían condenados a la opacidad más absoluta. Creés que tu paso por la tierra es lo que cambia todo, lo que le da sentido a las cosas.
Después de coger con vos es evidente que estás dispuesta a conseguir lo que quieras de este mundo, porque creés que aquello que te habita y es un don, bueno, te lo merecés, y además se impone por sobre cualquier otra cosa. Y es por eso que la riqueza, el talento, lo que sea, debe subordinarse al hecho que vos seas capaz de ponerte en cuatro patas y arquear la cintura de esa manera tan particular y tan perfecta y mirar apenas, de costado, hacia atrás, y asentir, un apenas perceptible movimiento de tu cabeza que dice sí y da paso al tren de mi deseo.
Después de coger sé que vas a llegar adonde quieras, te vas a abrir paso a los conchazos limpios y no vas a parar de hacer daño, de lastimar, de destruir. Porque también sos consciente de la perecedera naturaleza de las cosas y entonces vas a arrancar los duraznos que creés que te corresponden del árbol de todo lo bueno de este mundo.
Pero todo eso lo sé después de coger. Imposible antes.

10.8.19

Reacción natural


Te aclaro desde ya que lo mío no son, nunca fueron, las ciencias sociales. Por eso disculpame si se me escapa algún término técnico, algún detalle. Tampoco sé muy bien qué es lo mío, pero dejemos eso.
Lo que hizo Pavlov, lo genial y revolucionario que descubrió el tipo a través del estudio científico de los comportamientos, su experimento más conocido, fue más o menos lo siguiente.
El tipo, Pavlov, agarró a un perro, un perro que tenía más o menos a mano no sé, un perro cualquiera. Esperaba, ponele, hasta el mediodía. Y entonces le mostraba al perro un plato con comida. Con la comida que más le gustaba al perro, su comida preferida.
El perro veía la comida y se ponía a salivar. Una reacción natural por otra parte, no pensada.
Alto, alto. Acá viene la clave de todo. Ni bien el perro había detectado la comida, ni bien el perro empezaba a salivar. Ahí Pavlov hacía sonar una campana. Durante un minuto.
Eso es lo que hacía Pavlov, todos los días. Durante un mes.
Entonces. Un día. A la hora de siempre. Pavlov traía al perro, como todos los días. Y hacía sonar la campana. Pero no había comida. Nada. Ni rastros.
Lo mágico, lo curioso, es que el perro salivaba igual.
Se puede asociar cualquier cosa con cualquier cosa. Esa era la conclusión del experimento, más o menos. Se puede inducir una asociación, es otra conclusión. Y hay más conclusiones, tantas.
Ahora sí, puede que tengas algo de razón, no debí sacarte a patadas de mi departamento ni bien me dijiste que no querías coger. Pero si yo hubiera sido el perro de Pavlov, el día que no me servían comida le hubiera arrancado un tobillo de un mordisco a alguien. A mí no me jodan.