Si durante un viaje en subterráneo se cierran los ojos, se tendrá oportunidad de escuchar una ensalada de conversaciones donde alguien, no importa quién, le cuenta a alguien, no importa quién, porqué está ahí pero no debería estar ahí, porqué estuvo a punto de hacer algo maravilloso, un golpe de suerte, un negocio, algo que cambiaría su vida por completo y para siempre. Porqué le falta recibir una mercadería, encontrarse con una persona, hacer un llamado telefónico, y entonces ya no lo veremos en esa situación, no lo veremos en el subterráneo, nunca más.
Las prostitutas, mientras fuman un amargo cigarrillo entre cliente y cliente, mantienen conversaciones parecidas.
Los que trotan en los parques, le dicen a su ocasional acompañante que se trata solamente de dejar la mayonesa, tomar menos coca cola, o comer una mandarina en el desayuno, y entonces sí, sus cuerpos cambiarán definitivamente.
Me pregunto qué sería de nosotros si no pudiéramos hablar de lo que no salió nunca, de lo que nos salió mal.
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Me pregunto qué sería de nosotros si no pudiéramos hablar de lo que no salió nunca, de lo que nos salió mal.