10.7.23

No hace falta que me lo recuerdes


Sucede últimamente, me pasa, que alguien me habla. En la calle, en la parada de un colectivo, o si estoy esperando para cruzar. Me gusta esperar que el semáforo cambie de color. No importa qué color, me gusta el color, algún color. La cáscara de las mandarinas, un ovejero belga al que le brilla el pelo, esas cosas. Si vivís en un ciudad te vas acostumbrando a las distintas tonalidades de gris, ya casi no hay color. Se debe haber dejado de fabricar.
El asunto es que alguien me habla. Alguien me dice ‘hola, Juan’, o ‘¿vos sos Hundred, no?’. Y cuando digo que sí, cuando no tengo más remedio que decir que sí, entonces la persona se ríe, se pone contenta y me cuenta algo. Algo que yo hice o que yo dije alguna vez, algo fuera de lo común, fantástico. La vez que levanté la mano en sexto grado y dije algo que hizo reír a carcajadas a la maestra, o la partida de ajedrez que le gané al que luego sería campeón argentino, o la trompada que le di a un rosarino en Villa Gesell, no sé. Chicas que se acuerdan de mi entusiasmo al coger y me dicen que nunca más volvieron a ver algo semejante, mis ganas de chupar la concha, de meter el hocico como si adentro de la concha hubiera algún secreto que no se me podía escapar. Jamás volvieron a sentirse tan deseadas como aquella vez.
El problema es que la persona insiste en repasar una anécdota que me involucra. Y cuando finalmente insiste en el detalle, logro recordar, qué remedio, la situación, el contexto. Y recuerdo con toda claridad, con fulgurante estupor, que cuando pasaba lo que pasaba, cuando sucedía lo que sucedió, eso que vos no podés olvidar, lo fantástico que fue, bueno, yo no estaba bien. Yo estaba triste, angustiado, la estaba pasando mal.
Pero, no deja de ser curioso, eso no me impidió hacerte feliz o divertirte, ser tan genial. Como ahora, más o menos.

4 comentarios:

Beauséant dijo...

Pasa mucho, la cara de la tristeza, de la depresión, suele ser la de alguien extrovertido que nunca tiene ningún problema. Se han acostumbrado a disimular, a sentirse útiles llevando la alegría que no sienten a otras vidas... Pero sí, al menos has hecho feliz a alguien, ya es más de lo que pueden decir otros muchos que llevan el infierno dentro y desean compartirlo.

J. Hundred dijo...

*beauséant! soy de la teoría que la gente salpica. y qué pueden salpicar sino lo que son, toda la horrenditud que llevan dentro. saludos.

Frodo dijo...

No sé si conformarme, si ponerme mal, o sonreír por dichas pasadas.
Como en el sabio tango Mano a mano. Como en la vida.

J. Hundred dijo...

*frodo! yo tenía una gran amiga que solía decir: ‘qué hago, escupo o trago?’. saludos.