30.5.23

Podés llamarlo experiencia


Me pasa que cuando tengo infectado un dedo del pie o de la mano por haber estado jorobando quizás, arrancándome un pedacito de uña, voy a un bar y pido un café con leche. Y meto el dedo.
Me pasa que cuando me duele la espalda, cuando me quedo duro de las cervicales o cuando me mata el ciático, lleno la bañera con agua bien caliente para hacerme un baño de inmersión. Tiro, antes de meterme al agua, un tercio de una botella de whisky. Del bueno.
Me pasa que cuando alguna noche estoy con tag o con toc o tctp (tachín tapún), cuando tengo pánico o miedo del sencillo, a la muerte, al mundo en general y a los boludos en particular, pongo debajo de la almohada un pedazo de mortadela Paladini y un poco de queso parmesano o provolone, o port salut, y me acuesto a dormir.
Me pasa que son muy pocas las cosas me han permitido seguir adelante, sin importar lo que me pasa.

4 comentarios:

El Demiurgo de Hurlingham dijo...

El miedo a la muerte y el miedo a los boludos pueden neutralizarse, planteándose que los boludos no son inmortales.
Saludos.

Frodo dijo...

Escribo esto para ver si se me pasa, y no. Cuadro de situación: Quien escribe esto, al volante, frenado en un semáforo. A la izquierda una bicisenda, fea, pero es lo que hay. A la derecha una fila de autos estacionados. Pongo la luz de giro a la derecha. Abre el semáforo. Apenas arranco, un monopatinista a 25 o tal vez 30 x hora (a cuánto levantan esas mierdas?), Silencioso, súbito, imprevisto esquivando autos, golpea contra mi capot. Se lanza, con una increíble pirueta cae parado por suerte. Desde allá, unos diez metros, me encanta con ánimos de liquidarme, bajo la ventanilla, comienza a putearme, loco, le da tres puñetazos al auto, yo no me bajo pero desabrochó mi cinturón por si acaso.
Nada de eso me dolió, ni me conmovió, ni me puso mal.
Lo que verdaderamente me dolió, y no se que hacer con eso, es que cuando me iba, entre puteada y puteada, me gritó "cabeza de rodilla".

Lo abrazo

J. Hundred dijo...

*el demiurgo de hurlingham! usted está equivocado, porque los boludos son mortales, pero la boludez es inmortal. saludos.

*frodo! es importante antes que nada dejar en claro que, el ciclista urbano, el monopatinetista o como se diga, ni que hablar los que andan sobre esa especie de rueda diseñada por bill gates o steve jobs, en fin. son boludos sin alma, pobres seres que cual maratonistas de la vida creen que quizás algo de viento en la cara logre calmarlos del horror de estar vivos, del inextinguible y abismal vacío que los habita. la primer respueta entonces es que no, seguirán corriendo, andando en bici o monopatín, sintiéndose cada vez peor porque correr no es, acelerar nunca fue la solución. hay que parar, y si parás te matás, es genial la verdad. una maravillosa paradoja, una exquisita trampa.
sigo. digamos que por empatía, qué se yo, para que no se sienta tan solo. en una oportunidad, pongamos hace unos cinco años, venía quizás de 45/60 días seguidos de whisky, hecho pomo, eructaba como un dragón, tenía ganas de llorar, sentía que no daba más. y creí que la cuestión era fácil de arreglar, una vuelta al trote riquelmiano por Palermo, acelerar las pulsaciones, escupir verde primero y negro después, y listo, sudar como un chancho pecarí y así poder seguir con mi vida normal, pizza y pastas y asado y vino y cerveza y whisky lo más bien.
asunto. me dirijo entonces a Palermo un domingo creo, pero podía ser un sábado lo más bien, después de las 0800 pero antes de las 0900, tal era la gravedad del asunto. con el único objetivo de trotar una vuelta al lago para revivir. algo así como el viejo y querido test de cooper. 12 minutos, jamás hizo falta más que eso para estar vivo.
sucedieron dos cosas, de lo más interesantes.
la primera fue la siguiente. a los tres minutos más o menos, escucho voces, provenientes de atrás mío. dos mujeres hablaban de úteros y placentas y tartas de quinoa, de peróxidos para el cabello y de budines de zanahoria. pensé que debía tratarse de maratonistas nigerianas, pero fíjese usted que no. eran dos señoras de más de sesenta años, que venían conversando y ca-mi-nan-do, y me superaron sin mayores dificultades (es preciso recordar aquí que yo había ido, y estaba, y creía que estaba, trotando bastante ligero). eso debió ser una señal de advertencia para mí, que no supe ver.
segundo. de pronto, a la altura de la confitería del golf, viene de frente un automóvil, un bmw 320i de lo más bonito, con las ventanillas bajas y música bastante fuerte. chicos que a esa hora estaban terminando su noche de sábado. venían bien despacio, se escuchaban risas, y uno de los chicos venía con medio cuerpo asomado por afuera de la ventanilla del acompañante. reían, fumaban, había chicas también, una quizás en ropa interior.
al pasar a mi lado el pibe me mira, me señala con la botella y dice ‘en serio estás corriendo?’. se escucharon carcajadas, aceleraron y partieron con rumbo incierto.
la idea era comentarle algo, una ínfima anécdota, para que vaya comprendiendo de qué va la cosa. el tiempo es veloz, dijo david lebón y se comió un biscotti. saludos.

Alberto Arenas dijo...

Interesante anécdota Hundred. Y como bien dice Usted, el tiempo es veloz, y como consecuencia directa el muchacho que tan socarronamente le escupió esa desafortunada frase, cuando menos se lo espere habrá de encontrarse también "corriendo" una mañana de Domingo.
Le envío un gran saludo.