Después de caminar una semana, todos los días, una hora por día, a la orilla del mar, cualquier actividad que implique volver a la ciudad y permanecer inmerso en una viscosidad hecha de gente y frustración, carece de sentido.
Conocido esto, caminar a la orilla del mar debiera estar prohibido para todos aquellos que no tengan más remedio que retornar a sus vidas, a sus cotidianeidades.
Conocido esto, caminar a la orilla del mar debiera estar prohibido para todos aquellos que no tengan más remedio que retornar a sus vidas, a sus cotidianeidades.
1 comentario:
¿Pero al menos, saber que esa simple dicha existe no la transforma en una posibilidad?
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