20.10.25

No creo que sea para aplaudir


Cuando el avión aterrizó después de doce horas de vuelo, cuando finalmente la bestia metálica y narigona logró apoyar las patitas sobre el asfalto y todos tuvimos la no menos curiosa sensación de estar sobre la tierra otra vez, cuando la máquina pasó ese breve pasaje durante el cual uno siente la fragilidad del cuerpo humano ya que parece que se te van a volar los huevos junto con parte del fuselaje. Pasado todo eso decía y justo entonces, la gente aplaudió. Un aplauso que se extendió a través de las filas, enérgicas palmas después de tantas horas de no haber tenido gran cosa para hacer más que saber que se está en el aire.
–Usted no aplaude –me dijo una señora sentada a mi derecha, muy receptiva por cierto, que se había pasado la totalidad del vuelo aceptando lo que le dieran. Una señora que sí quería una copita de champán y sí quería otra porción de ensalada rusa de un peligroso y amarronado amarillo y sí quería café y sí quería la toallita para la cara y sí quería la tarta de arándanos y una cucharada de pija de ornitorrinco bebé. Una señora algo mayor con expresión de saber que lo mejor en cada momento de la vida y por decirlo entonces de alguna forma entonces todo el tiempo, era aceptar y aceptar y aceptar la situación cualquiera sea porque para eso fuimos puestos sobre la faz de la tierra y no mucho más que eso.
–No, señora, no creo que sea para aplaudir –carraspeé un poco, tenía la garganta hecha mierda y unas ganas de escupir importantes–. Se aplaude en mi opinión un acto, una maniobra, una performance meritoria. Se aplaude a quien ha hecho algo muy por encima de lo estrictamente necesario. Usted parece sugerir a pesar de sus profundas limitaciones expresivas, que debo aplaudir al piloto por haber llegado a destino y por haber aterrizado la nave. Lo que quisiera saber entonces es cómo debería toda esta maravillosa muchedumbre manifestar su desagrado, quizás su descontento, en caso de haberse dado la contraria.

6 comentarios:

Beauséant dijo...

yo aplaudo, siempre y a todo el mundo. Cuando me traen el café aplaudo con lágrimas en los ojos, al peluquero lo abrazo con efusividad.. soy de esas personas.

J. Hundred dijo...

*beauséant! había una canción que decía más o menos, siempre más o menos porque la vida misma es más o menos, así: gracias a la viiidaaa, que me ha dado taaantooo… la idea que subyace, creo o me parece, es que a mí me ha pasado por ejemplo lo siguiente. estoy sentado mirando por la ventana de algún bar, viendo la ciudad y su infinita locura, y una chica bastante jovencita por cierto y con un culito compacto y por demás interesante, me trae un café. y yo no puedo evitar pensar ‘esta chica ni siquiera imagina, no podría imaginar lo que yo he fracasado. de hecho el bar, la ciudad, el planeta mismo debería expulsarme por fracasado, por imbécil, por tonto y vil’. y entonces pruebo mi café y pienso que el universo todo no me ha tratado tan mal, Dios no se ha ensañado conmigo. y levanto por un instante, por apenas lo que dura un instante mi pocillo de café y agradezco. saludos.

Anónimo dijo...

"aceptar y aceptar y aceptar la situación cualquiera sea porque para eso fuimos puestos sobre la faz de la tierra", Es curioso que justo hoy venga a leer esto, anoche pensaba mientras metía ropa en el lavarropas, cansada, harta hasta de tener que cenar, que la vida se trata de seguir, a pesar de todo, de seguir aunque uno no quiera, y se soportar todo lo que venga en el camino, sin poder hacer nada, sin poder evitarlo, aunque uno no lo haya buscado, aunque parezca injusto. Un sufrimiento inevitable. Pero lo peor, creo, es ver como otros la disfrutan. Saludos, Lanita

J. Hundred dijo...

*anónimo lanita! lanita querida, recuerde aquello de fontanarrosa: Dios aprieta pero no ahorca ni cae en el sadismo. usted habla de cenas y lavarropas y pareciera estar presa de lo que se conoce como ‘síndrome de la meseta’ o ‘síndrome cotidianus tremendus’. en cualquier caso, permítame el tecnicismo total esto no lo lee nadie y yo soy un profesional en la materia, no es preciso que le chupen la concha haciendo la vertical puente (no puedo evitarlo, esa imagen en general me ha acompañado en lo que podríamos denominar ‘juventud’ con cierta recurrencia, fantasías que a uno lo inspiran) para que la vida se torne algo más entretenida. lo que quiero decir, más allá de la provocación para ver si le saco una sonrisa, es que las cosas mejoran cuando uno menos se lo espera, y mire que a mí el optimismo me abandonó cuando tenía 11 años, yo, no el optimismo. porque, lo debo haber escrito alguna vez, yo la crisis de los 40 la tuve a los 11. en fin, le mando un abrazo.

Frodo dijo...

Creí que terminaría con los personajes cogiendo y uno apaudiendo a otro.
Perdón, pero me tiene mal acostumbrado

J. Hundred dijo...

*frodo! no che, la historia apunta, como casi siempre, al alma humana. un poco más arriba, eso quise decir. saludos.