10.10.25

Algún nombre hay que ponerle


Llamémoslo ‘cambio de paradigma’, algún nombre hay que ponerle. Funciona más o menos de la siguiente manera. Lo vas a entender enseguida, es muy sencillo.
Cada cinco años más o menos, entre cuatro y seis si vos querés, pero es más de tres seguro y menos de siete, seguro también. Cada cinco años todo aquello en lo que creías, tus más íntimas convicciones en cualquiera de los rubros del horóscopo, se derrumban como un castillo de tergopol.
Nada, eso. Es sencillo como te dije. No vas a poder creer lo que te pasa. Con el amor, con el dinero, con la salud, con el trabajo. Tampoco desde ya, es su intrínseca condición, con las sorpresas.
Llamémoslo ‘cambio de paradigma’ si no te jode, algún nombre hay que ponerle. Te deja sentado, el piso puede ser el de la cocina de tu casa o en una vereda cualquiera, puede ser la mañana de un caluroso martes de diciembre o un domingo por la tarde después de haber comprado doscientos gramos de salchichón y doscientos de queso de máquina en el chino. La sensación es muy parecida a la de recibir una violenta patada en el pecho, no es divertido ni agradable.
Ah bueno, vos querés saber qué hay que hacer. Nada, te levantás y seguis con lo que sea que te parezca importante, tu estúpida vida.

3 comentarios:

Beauséant dijo...

Tenemos una capacidad inmensa de adaptación precisamente para resistir a los cambios de paradigma. Puedes acabar siendo justo lo contrario de lo que soñabas, puedes decir una cosa y hacer la contraria y, aún así, dormir bien por las noches y justificarlo todo como si fuese lo mejor posible.... la única alternativa.

J. Hundred dijo...

*beauséant! tal cual, uno puede terminar siendo justo lo contrario de lo que soñaba. y estar orgulloso de eso. no deja de ser curioso. saludos.

Frodo dijo...

Le cuento una intimidad, ahora que estamos solos.
Cumplí 25 años de egresado del secundario y fui a la reunión protocolar que organiza el colegio, y luego a tomar unas birras con los crcanos. Fui con muy bajas expectativas, porque se armó hace poco un grupo donde nos mensajeamos y ciertamente con algunos no sé bien por qué nos distanciamos, pero así es la vida. Con algunos pocos resulta que coincidimos bastante más que con otros con los que me segui juntando y que hoy se fueron para el lado de los tomates.
En fin, la cosa es que hay algunas personas que uno las pone en el lado oculto del cerebro, las tapa con alfombra y arriba le pone una mesa ratona con un falso florero de la dinastía ming en la inteligencia de que nadie lo hará trizas. Para recordarlos uno tiene que hacer fuerza, mucha fuerza y aparecen, algo borrosas y mntirosas pero aparecen.
Durante 23 o 24 años ni pensé en la chica de otro curso que me gustaba mucho durante todo el secundario, esa que me dijo que no en Bariloche la misma noche que tuve que descartarle para siempre y quedarme con "la chicata del colegio de Caseros" que ya estaba entregada. Una noche de mucho aprendizaje, como verá.
La cuestión final es que en el viaje a la reunión a esa chica la recordé por tres segundos, cuatro segundos pongalé. La recordé tal cual estaba en la secundaria y pensé "¿estará arruinada?".
Fue verla y recibí una patada voladora de Kato el Ninja Blanco en el pecho mientras el ancho me tenía inmovilizado con una toma. No puedo creer que esté tan bien. Hasta una compañera mía me dijo tratando de animarme y no lográndolo "hasta a mí me pasan cosas ahora".
En fin, desde ese día sentí en ese humilde salón de actos, en ese pasillito de aulas con escaleras, el cambio de paradigma.

Gracias por prestarme el espacio.

Lo abrazo, con lo que queda de mí.