Miro un capítulo de una serie, fumo un cigarrillo, tomo un café, y me parece que el mundo todavía es un lugar amable o no demasiado hostil. Después o antes hay que lavarse los dientes, pagar el gas, quizás hervir arroz. Vivir es una maldita cosa detrás de la otra, como todos sabemos y creemos saber quién lo dijo aunque no sabemos muy bien en qué estaba pensando cuando lo dijo pero nos sirve igual.
Acá viene el tema, sobre breaking bad. No, no importa, todos los personajes están bien, y todos nos volvimos expertos en metanfetamina y todos vimos la transformación de w. white de apocado profesor de química en narco sanguinario y el derrumbe de pinkman y la obstinada muerte de hank y el genial gustav fring y la pasmosa sabiduría de ehrmantraut y está todo lo más bien aunque lo estés viendo por tercera vez y ya te des cuenta que la serie se puso vieja pero sigue siendo mejor que una boludez nueva. Por lo menos para mí.
Y se me estaba acabando, la serie quiero decir pero podría decir la vida o la alegría también. Estoy en el capítulo 15 de la temporada 5, o sea el anteúltimo capítulo de la serie.
Acá viene la cuestión, por favor no te detengas en detalles técnicos ni me corrijas un nombre o alguna boludez por el estilo. Me pasa todo el tiempo, cuando hablo con alguien, que estoy diciendo algo genial y la pregunta suele ser ‘pero en realidad te bajaste en callao o en uruguay?’. No importa pibe, tratá de seguir el foco de la maravillosa linterna con la que alumbro lo que estoy contando y capaz aprendés algo. El multitasking le pudrió el bocho a la gente, quedaron todos más boludos que antes esperando la app que les explique cómo rascarse el culo. En fin.
Estamos en el capítulo 15 de la quinta temporada, la serie se termina. W. White está escondido en una cabaña en Alaska o donde quiera que sea, después de que le ha pasado de todo. Ha logrado escapar, le han hecho un cambio completo de identidad recurriendo a los servicios del tipo con la pantalla de service de aspiradoras.
Entonces. Está W. White, solo, enfermo, ha perdido a su familia que lo odia, lo busca la justicia. Está en la cabaña, hace veinte grados bajo cero. Y llega el tipo de las aspiradoras, que se había comprometido a venir a verlo una vez por mes con las provisiones. Le trae comida, le trae periódicos, le trae lentes con distintos tipos de aumento. Le hace, incluso, una improvisada quimio porque a W. White le ha vuelto su cáncer.
Y el tipo que fue el que le inventó la nueva identidad y lo puso en esa cabaña y le trajo las provisiones está por irse apenas terminado el encargo. Y W. White le pregunta si se puede quedar un par de horas.
–¿Un par de horas? –dice el tipo–. No. Tengo dos mil kilómetros de viaje. Me tengo que ir.
Y entonces W. White le ofrece veinte mil dólares por dos horas. Y el tipo lo piensa y regatea. Le dice que acepta los veinte mil dólares por una sola hora. Y W. White lo piensa con apenas una resignada sonrisa y dice ‘bueno’.
Y entonces pasa algo más importante todavía. Acaban de arreglar que el tipo se queda una hora más por veinte mil dólares. El tipo va hasta una mesa, agarra inmediatamente un mazo de cartas y dice.
–¿Cards?
Porque tampoco se conocen ni son amigos ni tienen de qué hablar. Pero se puede jugar a algo.
Y lo que tenés que entender es que W. White se ha pasado las 5 temporadas de la bellísima breaking bad haciendo barbaridades, fabricando metanfetamina, mintiendo, matando. Y termina en una cabaña y está en presencia física de un barril de plástico con unos once millones de dólares que es el producido, lo que le ha quedado de su espectacular via crucis. Y lo único que quiere es que alguien le haga compañía. Estar con alguien, que haya alguien además de él en la cabaña aunque tenga que pagar por eso, jugar a las cartas sin el menor interés.
Y es todo tan redondo y tan perfecto y hay tanto para aprender ahí que yo lo tenía que escribir, porque le tenía que contar a alguien lo único que hay que entender, lo único que importa de breaking bad.
2 comentarios:
Y lo maravilloso de contarlo así es que la serie pareciera tener incluso un final mejor que el que tuvo, que no estuvo mal, pero...
El Chavo tendría que haber terminado en el atardecer de Acapulco. A Alf nunca le tuvo que haber pasado lo que le pasó. Y Lost, mejor lo dejamos ahí.
Abrazos
*frodo! hay cosas que terminan mal, y hay cosas que no terminan nunca. usted elige, saludos.
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