6.7.15

El tema de la sangre


Lo había desconcertado, a Gustavo, el pedido. Lo tomó por sorpresa. Uno de los socios del estudio le había pedido si podía ir a dar sangre.
–¿Eh? –Fue la respuesta de Gustavo. Creyó que había entendido mal. Que el tipo le había dicho algo, una frase, con la palabra ‘hambre’.
Pero no, era sangre nomás. Tenía un hijito, el hombre. Había que operarlo, y necesitaba dadores de sangre.
Pensó en comer algo, Gustavo, en prepararse algo para cenar. Pero mejor darse un baño, primero. Había estado corriendo como un loco todo el día con el caso Rozemblit. Si salía bien de la audiencia, era un click en su carrera. El gran salto que tanto había buscado.
Mientras se llenaba la bañera, se desvistió. Chequeó los mensajes del contestador, bajó unos ravioles del freezer. Preparó la ropa para el día siguiente, prendió la computadora para terminar de corregir un escrito.
Un pensamiento cruzó su mente. Le había dicho, su socio, que para ir a dar sangre podía pasar bien temprano por el Hospital Alemán. En ayunas.
¿Cuánta gente podía llegar a pedirle sangre?
Se rascó la cabeza, dudó.
Estaban sus dos hijos, Ignacio y Facundo, aunque no vivieran con él, aunque estuviera divorciado. Y Cecilia, habían sido felices juntos, aunque después todo se hubiera ido a la mismísima mierda. Al carajo profundo.
Estaba su madre desde ya, si llegara a necesitar sangre. Estaba su hermana, los hijos de su hermana, buenos chicos, cómo no darles. Estaba su primo Alan, con quien habían sido compinches a lo largo de toda la adolescencia. Su amigo Juan Carlos, tantas anécdotas compartidas durante la universidad, y su señora que siempre lo había tratado tan bien.
Estaba un tío ya mayor, que una vez le había comprado una bicicleta cuando él era muy chico, claro que sí. Y la vecina del octavo, siempre tan correcta, tan amable.
Tanta gente para tener en cuenta, tanta gente que podía llegar a necesitar sangre. Su sangre. Por un momento le resultó, la idea, perturbadora, acuciante.
¿Alcanzaría su sangre para todos? ¿Y en qué orden? ¿Según la fueran necesitando, según se la fueran pidiendo, o por orden de importancia del vínculo? Qué tema.
Se metió en la bañera ya llena con agua bien caliente, Gustavo. Y se cortó las venas con un cuchillo corto victorinox 72123, hecho en acero forjado, especialmente diseñado para filetear pescado. El agua se fue tiñendo de rojo mientras él cerraba los ojos, se dormía.

13 comentarios:

Alelí dijo...

Muy fuerte. No me lo esperaba.

En un punto pienso que suicidarse es una manera de afirmar la ida, la última si, pero no por eso menos válida.

:(

J. Hundred dijo...

*alelí! estimada, cuando yo era jovencito y pensaba en el suicidio como una posibilidad, alguien me regaló un poema de henry michaux. cada vez que lo leo siento que el poema puede funcionar en ambas direcciones, o te da arranque a patada, o te da un empujoncito para que saltes. algo más, la ventaja de pasar los treinta años es que el suicidio deja de tener mucho sentido. quiero decir, queda poco por matar. el poema se titula ‘laberinto’, y dice:

laberinto la vida, laberinto la muerte.
laberinto sin fin, dice el maestro de Ho.

todo hunde, nada libera.
el suicida renace a otro sufrir.

la prisión se abre a otra prisión.
el pasillo se abre a otro pasillo.

aquel que cree desenrollar el rollo
no desenrolla nada.

nada desemboca en ninguna parte.
los siglos también viven bajo la tierra, dice el maestro de Ho.

Alelí dijo...

Perfecto!!!

El Demiurgo de Hurlingham dijo...

La actitud del personaje me pareció un corte de manga. Algo así como ¿Quieren mi sangre? Acá la tienen.
A último momento me hizo acordar a la Condesa Bathory, que se bañaba en sangre para mantenerse joven.

J. Hundred dijo...

*alelí! por qué nadie me avisó que usted me iba a entender? eso es lo que me gustaría saber, la puta madre.

*el demiurgo de hurlingham! mire, estimado, a lo largo de la historia hubo gente que se bañaba en sangre, también hubo quienes se bañaban en leche, o en aceite de oliva. como dijera alguna vez el fiósofo de la ley, el señor burlando, para explicar por qué sería capaz de cagar a tiros a un pibito que se acercara a pedirle unas monedas cuando él circula en su porsche descapotable: son situaciones.

Alelí dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
Alelí dijo...

Nos entendemos. Eso en éste planeta, me parece suficiente. Un brindis en su honor y ese poema que me llevo conmigo. Gracias

Alelí dijo...

Nos entendemos. Eso en éste planeta, me parece suficiente. Un brindis en su honor y ese poema que me llevo conmigo. Gracias

Bob Harris dijo...

Siempre me pasa, pienso las cosas mal, pero no lo puedo evitar y entonces se me ocurre que si le pedían donar esperma el final seria paja y tirada de cadena, menos dramático, y un poquito mas alegre.

Mr. Kint dijo...

Qué delicado esto.
La sangre, el suicidio. Muchas cosas ahí. Me pareció genial.

Lo saludo
(ah, muy cierto eso de que después de los 30 no queda mucho por matar, ya lo dijo usted de forma contundente)

Dany dijo...

Me llevo el poema.......y la frase que dejó "después de los 30 no queda mucho por matar".
Que buena idea pasar de cuando en cuando.....Abrazo.

J. Hundred dijo...

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*bob harris! siguiendo la línea argumental, si es preciso ponerse en gracioso, podríamos decir que la paja es una solución que suele estar bastante a mano.

*mr. kint! hace falta una sensibilidad como la suya, para donde otros ven un cuchillo, ver solamente la parte filosa. lo saludo.

*dany! por lo general me importa un pomo lo que suceda en el planeta tierra en general, y lo que por el mismo deambula en particular, y aún así es bueno saber de usted. lo abrazo.

Partisano dijo...

Tan predecible como un invitado de 678