24.7.15

De entre las cenizas


Vas y elegís una avenida. Lo podés hacer en la avenida Corrientes, perfectamente, sobre todo de mañana. Lo podés hacer sobre Cabildo, sobre Libertador, sobre Rivadavia, sobre Independencia. A la tarde, a eso de las cinco de la tarde, lo podés hacer en la avenida Córdoba, o en Alem de la mano que vuelve. Elegí una avenida, cualquiera.
Esperás que el semáforo esté en rojo, paran los autos. Vos estás en la esquina y esperás. Uno o dos minutos, vos esperás.
Entonces caminás, como si fueras a cruzar, como si quisieras llegar al otro lado de la avenida.
Pero. Te parás. Al llegar a la mitad de la avenida, te parás. Te parás, y hacés un cuarto de giro, para quedar de espaldas al tráfico.
Sacás un paquete de cigarrillos, un paquete de cigarrillos que compraste previamente y que tenías guardado en un bolsillo. Un paquete de cigarrillos que compraste, antes de guardarlo, claro, así funciona el hilo del tiempo. Sacás un encendedor, de otro bolsillo, o del mismo bolsillo.
Y te prendés un cigarrillo.
A esta altura escuchás que te pasan automóviles, demasiado cerca, por al lado. Escuchás frenazos, bocinas. Insultos, sobre todo. Muchos insultos que hacen referencia a tus preferencias sexuales, a determinadas antropométricas características de la vagina de tu madre. Todo tipo de insultos que se refieren a tal o cual suerte de retardo del que vos serías indubitable portador. Puede que recibas un par de escupidas, o que te arrojen algún objeto dotado de cierto nivel de contundencia.
Lo que tenés que hacer es nada. Fumar, fumar el cigarrillo que acabás de encender. No contestás nada, no mirás a nadie. Fumás, de pie, como si estuvieras frente al mar. El mar, en este caso, está hecho de miles y miles de automóviles que siguen su camino hacia ninguna parte, su inútil derrotero hacia la nada más gris.
Das unas pitadas, tratando de generar una ceniza, la primer ceniza del cigarrillo. Al ratito nomás corta el semáforo. El semáforo se vuelve a poner en rojo y las bocinas (y las puteadas) dejan de sonar.
Entonces terminás de cruzar la calle, vas hasta la otra orilla, por decirlo de algún modo. El experimento ha concluido. Vas y seguís con tu vida. Podés terminar el cigarrillo, lo podés tirar.
La experiencia, lo que hiciste, equivale en cuanto a fortalecimiento de la personalidad, equivale entonces, decía, a tirarte en paracaídas desde nueve mil metros de altura, a nadar con tiburones-tigre en mares del Caribe, y a once años de psicoanálisis dos veces por semana. Todo junto.
Algo hace click y tu vida mejora de sustancial manera. Si te atropella un auto también está muy bien, igual no dabas más.

4 comentarios:

Arturo dijo...

Creo que es una propuesta excelente Sr Hundred.

J. Hundred dijo...

*arturo baldo! lo importante es que doy una alternativa, una línea de trabajo. creo que lo mío fue, desde siempre, ayudar. 1saludo.

Alelí dijo...

Ejercicio Zen metropolitano.

J. Hundred dijo...

*alelí! le respondo en francés: satamuánt. y le mando un beso en un dedo del pie.