19.10.24

Miedo al miedo


Te explico lo que pasa. En realidad no te explico, te cuento. Yo hace años que dejé de explicar. Explicar es algo tan antiguo como los pantalones pata de elefante.
Viste que hubo una pandemia. No se sabe, parece que un chino estaba de excursión y le agarraron ganas de defecar, viste como son esas cosas. Y no va que el chino caga en medio del bosque y manotea buscando algo, una hoja, algo con qué limpiarse el culo para ser más exacto. Y no va que justo agarra un murciélago, un murciélago que justo estaba descansando por ahí, y el chino va y se limpia el culo con el murciélago. Y después alguien agarró el murciélago para hacerse una sopa, en fin. Mejor no sigamos.
Y desde entonces se expandió por el mundo la pandemia, nada volvió a ser, ni va a ser nunca más, como antes. Cambiaron los hábitos, se suspendieron los recitales y los eventos deportivos, cerraron los restaurantes y no hubo más viajes en avión. Y ahora cuando caminás por la calle y te cruzás con un conocido, en lugar de saludarlo primero lo mirás, lo mirás como si estuvieras buscando algún gesto, un moco, la más mínima confirmación que el tipo que tenés enfrente tiene la peste bubónica y que debés salir corriendo lo más rápido posible sin siquiera preguntarle cómo está, si terminó la secundaria, si se casó, por qué peló semejante cara de boludo, si tuvo hijos.
Pero todo eso es materia conocida, ya sabés. La gente se enojaba en la calle si no tenías puesto el barbijo pero después iba y manoseaba todas las mandarinas en la verdulería mientras trataba de acertar y elegir la que tenía menos carozos. La gente es una mierda pero eso no tiene nada que ver con la pandemia. Eso es de siempre.
¿Qué te estaba diciendo? Ah, sí, que hubo una pandemia, que llegó el fin del mundo, que la gente es la mierda más pura. Me distraje, disculpame.
No, no tengo la solución, no tengo la vacuna, no sé cómo hacer para que la gente sea feliz. Podríamos decir que soy parte del problema.
Pero noté algo, eso sí. Si te fijás bien, si prestás atención, cuanto más pelotuda es la persona, cuanto más insípida y anodina y absurda es su existencia, bueno. Era la persona que usana triple barbijo y que llevaba una garrafa de alcohol en gel colgada de la espalda y que tratana de dar dos respiraciones máximo por cuadra y así. Repito entonces, cuando ves a una persona cuya vida no tiene el menor sentido, que se ha pasado quizás los últimos diez años gritándole a su propio perro para que aprenda a cagar parado en dos patas o que quiere discutir en el ascensor sobre cómo puede ser qué caro que está todo, algo así. Una persona que jamás practicó una actividad artística ni deportiva, que se limita a pagar el gas y ver programas de entretenimientos y se hace chequeos, muchos chequeos de salud, si pudiera se haría un análisis de sangre tres veces por semana. Bueno, esa persona es la que tiene más miedo de morirse.
Y a mí me parece una maravillosa broma del universo. Quiero decir hay algo ahí que no deja de ser curioso.

10.10.24

Lo único que importa de breaking bad


Estuve viendo breaking bad. No, pará, ya sé, genio de nefli, breaking bad fue hace veinte años o algo así, ya la vio todo el mundo y ya se dijo todo lo que había que decir sobre la serie. Lo que me pasó fue que tengo, por suerte, tiempo libre a la tarde, y ya no se me ocurre nada para hacer. No quiero leer ni escribir, la sola idea de trotar me produce náuseas, así que elijo una serie y miro un capítulo por día. Pero como las series son malísimas miro las que me gustaron que son las que le gustaron a todo el mundo, los soprano, succession, peaky blinders, en fin, tampoco estoy inventando el agua caliente.
Miro un capítulo de una serie, fumo un cigarrillo, tomo un café, y me parece que el mundo todavía es un lugar amable o no demasiado hostil. Después o antes hay que lavarse los dientes, pagar el gas, quizás hervir arroz. Vivir es una maldita cosa detrás de la otra, como todos sabemos y creemos saber quién lo dijo aunque no sabemos muy bien en qué estaba pensando cuando lo dijo pero nos sirve igual.
Acá viene el tema, sobre breaking bad. No, no importa, todos los personajes están bien, y todos nos volvimos expertos en metanfetamina y todos vimos la transformación de w. white de apocado profesor de química en narco sanguinario y el derrumbe de pinkman y la obstinada muerte de hank y el genial gustav fring y la pasmosa sabiduría de ehrmantraut y está todo lo más bien aunque lo estés viendo por tercera vez y ya te des cuenta que la serie se puso vieja pero sigue siendo mejor que una boludez nueva. Por lo menos para mí.
Y se me estaba acabando, la serie quiero decir pero podría decir la vida o la alegría también. Estoy en el capítulo 15 de la temporada 5, o sea el anteúltimo capítulo de la serie.
Acá viene la cuestión, por favor no te detengas en detalles técnicos ni me corrijas un nombre o alguna boludez por el estilo. Me pasa todo el tiempo, cuando hablo con alguien, que estoy diciendo algo genial y la pregunta suele ser ‘pero en realidad te bajaste en callao o en uruguay?’. No importa pibe, tratá de seguir el foco de la maravillosa linterna con la que alumbro lo que estoy contando y capaz aprendés algo. El multitasking le pudrió el bocho a la gente, quedaron todos más boludos que antes esperando la app que les explique cómo rascarse el culo. En fin.
Estamos en el capítulo 15 de la quinta temporada, la serie se termina. W. White está escondido en una cabaña en Alaska o donde quiera que sea, después de que le ha pasado de todo. Ha logrado escapar, le han hecho un cambio completo de identidad recurriendo a los servicios del tipo con la pantalla de service de aspiradoras.
Entonces. Está W. White, solo, enfermo, ha perdido a su familia que lo odia, lo busca la justicia. Está en la cabaña, hace veinte grados bajo cero. Y llega el tipo de las aspiradoras, que se había comprometido a venir a verlo una vez por mes con las provisiones. Le trae comida, le trae periódicos, le trae lentes con distintos tipos de aumento. Le hace, incluso, una improvisada quimio porque a W. White le ha vuelto su cáncer.
Y el tipo que fue el que le inventó la nueva identidad y lo puso en esa cabaña y le trajo las provisiones está por irse apenas terminado el encargo. Y W. White le pregunta si se puede quedar un par de horas.
–¿Un par de horas? –dice el tipo–. No. Tengo dos mil kilómetros de viaje. Me tengo que ir.
Y entonces W. White le ofrece veinte mil dólares por dos horas. Y el tipo lo piensa y regatea. Le dice que acepta los veinte mil dólares por una sola hora. Y W. White lo piensa con apenas una resignada sonrisa y dice ‘bueno’.
Y entonces pasa algo más importante todavía. Acaban de arreglar que el tipo se queda una hora más por veinte mil dólares. El tipo va hasta una mesa, agarra inmediatamente un mazo de cartas y dice.
–¿Cards?
Porque tampoco se conocen ni son amigos ni tienen de qué hablar. Pero se puede jugar a algo.
Y lo que tenés que entender es que W. White se ha pasado las 5 temporadas de la bellísima breaking bad haciendo barbaridades, fabricando metanfetamina, mintiendo, matando. Y termina en una cabaña y está en presencia física de un barril de plástico con unos once millones de dólares que es el producido, lo que le ha quedado de su espectacular via crucis. Y lo único que quiere es que alguien le haga compañía. Estar con alguien, que haya alguien además de él en la cabaña aunque tenga que pagar por eso, jugar a las cartas sin el menor interés.
Y es todo tan redondo y tan perfecto y hay tanto para aprender ahí que yo lo tenía que escribir, porque le tenía que contar a alguien lo único que hay que entender, lo único que importa de breaking bad.