20.9.23

Te vas curando


Te cuento cómo me curé. ¿Cómo me curé de qué? Ah, sí. De no soportarme ni un minuto más, de sentir que fracasé en todos los rubros del horóscopo, de saber que jamás tuve la más mínima posibilidad de ser feliz, esas cuestiones.
Vas a Palermo, un domingo a la mañana, temprano. Igual hace cuánto que no dormís hasta tarde.
Y te sentás en un banco o en el pasto, o contra el tronco de un árbol.
Listo, eso es todo.
Ah, todavía no entendés. Bueno. Lo que tenés que hacer es mirar. Pero no mucho, te quedás sentado veinte minutos, media hora. Mirás y vas a ver a la gente que corre, la gente que anda en bicicleta, la gente que hace gimnasia o trata de subirse a un árbol o andan en roller. La gente que trata de sacarle fotos a los patos, más que nada la gente que corre, ya lo dije.
Y te vas a dar cuenta que la están pasando como el culo, que no dan más. Que se mueven porque no soportan el horror de estar vivos y no mucho más que eso. No saben por qué hacen lo que hacen, ni por qué están con quién están. La materia tiene horror al vacío y el ser humano tiene horror al silencio, a la quietud, signo de los tiempos.
Y entonces te das cuenta que no estás tan mal. Sos un boludo y no te salió nada de lo que quisiste hacer, eso está claro. Pero te sentís mejor.

2 comentarios:

Beauséant dijo...

Si supiésemos lo que pesa la vida no podríamos levantarnos de la cama. Por eso vivimos como si nada importase, como si todas esas mierdas con las que fingimos que sabemos lo que hacemos de verdad funcionasen... Ya sabes, todos estamos perdidos lo que pasa es que algunas personas buscan un mapa y el resto dicen no, no estamos perdidos, es aquí donde queríamos estar...

Frodo dijo...

Genial.

De todos modos, cuidado con Palermo que últimamente sale mucho en la sección policiales, al menos en el diario que lee mi vecino.

Abrazos, gentilhombre.