10.2.22

El cuadrado, el círculo


Un abuelo lleva a su nietito al colegio, y en un accidente de tránsito lo atropellan, al chico, y lo matan.
El abuelo no puede soportar las recriminaciones de su hija. La hija, ciega de furia ante la divina injusticia, el universal absurdo, se interna en un hospital psiquiátrico, busca ayuda.
Su madre, la madre de la chica, va de visita y ve los despojos en los que se ha convertido su hija, vuelve a la casa y una noche deja el gas de la cocina encendido. Para que muera su marido, involuntario causante de la tragedia, junto con ella, que no puede soportar lo que tiene que soportar en esta última etapa de su vida.
La hija, al enterarse de la muerte de sus padres, y recordando la muerte de su hijo, salta por la ventana. Se suicida.
El marido de la mujer, habiendo perdido a su hijo y a su mujer, escapa a San Bernardo, a un departamentito que tiene de toda la vida. Un día que siente que no da más, que no puede dormir de la taquicardia, concurre a la salita y conoce a una enfermera. La mujer lo revisa y le ofrece un té, él llora, arreglan para verse al día siguiente para almorzar, porque ella está de guardia y debe seguir con su trabajo. La mujer es divorciada, él no logra encontrarle un sentido a la vida, caminan por la playa. Empiezan a salir.
La mujer sabe que se está viniendo grande. Le cuenta, al hombre, que quiere ser madre, que quiere tener un hijo. El hombre recuerda a su hijo muerto y le dice que no, que de ninguna manera, el fantasma de su dolor le impide siquiera pensar en esa posibilidad.
La mujer, una noche que el hombre concurre a su departamento a cenar, lo apuñala en la cocina con un cuchillo manchado de salsa portuguesa. El hombre muere.
La mujer alega defensa propia, y que el hombre había venido a su domicilio con otros fines, a pedirle dinero. El hombre ya la había golpeado un par de veces, testifican algunas personas que también trabajan en el hospital. La conocen a la mujer de años. El hombre había llegado de la nada, sin motivos, solo, quizás un turista.
La conocí en el juzgado de Mar del Plata, yo había ido a declarar como testigo en el robo de un automóvil, el mío, mientras pasaba unos días en Miramar. Me pidió prestada una birome, le traje un café de la máquina. Me contó que le hacía acordar a un actor de cine, uno que siempre hacía papeles secundarios, ayudante de detective. Cambiamos teléfonos y quedamos en hablarnos, me pareció una buena mina.

4 comentarios:

El Demiurgo de Hurlingham dijo...

La moraleja, si es que la hay, es hay que aceptar las oportunidades que puedan surgir, aunque se esté en medio de tragedias. Que el rechazo es peligroso.
Aunque sólo podría ser una historia, que no significa nada, sólo sucede.

J. Hundred dijo...

*el demiurgo de hurlingham! creo que hay que aceptar, no sólo las oportunidades que pudieran surgir. hay que aceptar cualquier cosa, básicamente. nunca mejor dicho aquello de ‘what you resist persists’. y es una historia que no significa nada, lo usual. saludos.

Frodo dijo...

"Acaricio un círculo y se vuelve un círculo vicioso"
dice una canción que me gusta, excepto por esa frase.

Lo abrazo y me voy al casino Todos

J. Hundred dijo...

*faeginudovich! pero claro que sí, mi viejo, casino todos para todos.

*frodo! amor amor, que te pintas de cualquier colooor… dice otra canción. saludos.