20.1.21

Talles grandes


Entré al shopping, domingo, tres de la tarde. Dejé el auto a una cuadra.
Tenía un cumpleaños el miércoles, alguien no había tenido mejor idea que cumplir años e invitarme. Tenía que ir, era un amigo. Tenía que comprar un regalo.
Entré a un negocio, adentro del shopping, a comprar una camisa. Una camisa con una jirafita o un chanchito o un cocodrilo o un caballo, una camisa de marca que dice que el que la usa también es de marca. Boludo marca cañón, esa es la marca.
Dos vendedores conversando. El local vacío, Enero en Buenos Aires. Si estás en Enero en Buenos Aires fracasaste, Enero en Buenos Aires es el horror de estar vivo, creo que ya lo dije.
–Buenas tardes –dije, intenté parecer correcto, despreocupado, amable–. Te pregunto por una camisa.
Señalé una camisa que parecía buena, con unas rayas verticales casi imperceptibles, una tela fresca, mangas cortas, de verano.
–¿Es para vos? –dijo uno de los vendedores, y lo vi. Podría no haberlo visto pero justo levanté la vista y lo vi. Una minúscula, casi imperceptible sonrisa, dirigida al otro muchacho. Como diciendo ‘no es para vos, no te entra, no te queda, sos horrible’.
–Ah, sos gracioso –dije y separé un poco las piernas para afirmarme–. No, master, no es para mí. Si te fijás bien, es una camisa muy suave, una camisa para putitos como ustedes –los señalé, a los dos–. Camisas para pibitos que se creen piolas y se pasan doce horas por día encerrados en un negocio de mierda como éste. Escuchando esta música hasta que la música se te mete en la sangre y te licúa el bocho. Te creés que sos piola, a ver, pará, debe ser por el pelito, ¿no? Porque te podés atar el pelito cuando vas a jugar al fútbol, y casi seguro debés tener abdominales. Debés ganar minas en los boliches, tenés todos los dientes, te podés poner en cueros en la playa. Bueno, acordate lo que yo te digo, después de estar diez años acá adentro y respirar este aire de mierda, mezcla de ébola con esencia de damasco, ni te vas a acordar que alguna vez empezaste a estudiar teatro. Vas a echar panza, y vas a dejar embarazada a alguna burrita del local de al lado. Ahí sí que se te va a poner divertido. Cuando no puedas seguir viviendo con tu mamá y no te alcance la guita para el alquiler. Ahí voy a pasar yo a ver cómo se te chamuscaron los dos pelos que te van a quedar en la cabeza. Y la gastritis de comer la mierda que venden en el patio de comidas, o unas buenísimas hemorroides que laten, que sangran. No, la camisa no es para mí, la camisa que vos no podés comprar y yo sí, es para un regalo. Esa camisa a mí no me entra, así que te podés reír tranquilo fenómeno. Disfrutalo.
–Viene también en celeste –dijo el muchacho y tuvo un hipo, me pareció que lloraba–. Te quise decir que esa es ‘M’, también hay talles grandes.

7 comentarios:

Yoni Bigud dijo...

Buenas noches, caballero. Tanto tiempo y tan poco. Le voy a contar una anécdota cien por cien verídica. Su relato me refrescó la memoria, no sé si tiene tanto que ver, pero yo voy a forzar esa relación solo para dejar unas palabras en este espacio. Y punto.

Hace un tiempo estaba yo en un cumpleaños de un conocido. De mi hermano, para ser más preciso. Y en eso estaba, tratando de llegar vivo a la siguiente media hora atrapado en ese evento infame, cuando el hijo de uno de los invitados comenzó a burlarse de otro adolescente por no me acuerdo qué condición, aunque voy a asumir que se trataba del volumen físico, así acrecentamos el paralelo con su relato. Cumpleaños, volumen corporal, y en instantes remate inundado de acidez.

Me acerqué al párvulo en silencio. Yo siempre me acerco en silencio. Frondosa, orgullosa y desobediente cabellera que cubría con holgura los omóplatos. Y le señalé al padre. Un alfeñique de 1.65 de altura y 59 kilos, calvo como una bola de billar, que reía a carcajadas a los besos y abrazos con otros invitados que, al igual que él, bebían cerveza en vasos de ingentes proporciones.

Qué ves, le pregunté. A mi papá, me respondió. Sí, pero qué ves más allá de tu papá, repregunté. Un pelado medio borracho, precisó.

No, lo que vos estás viendo es una ventana. Una ventana al futuro.

Primero se rió, creo. Fueron dos o tres segundos a lo sumo. Luego creo haber percibido el mismo llanto que usted describe al final de su relato.

Y eso es todo. Quería decir algo, pero más que nada saludarlo. Con el respeto de siempre.

Un saludo y un abrazo.

J. Hundred dijo...

*yoni bigud! all rise! el honorable yoni bigud entra a la sala! qué dice, mi viejo, tanto tiempo. espero que sea usted poseedor de fama & fortuna, y no de un mugriento blog como quien esto escribe. hecha la aclaración, sigo. hay dos cosas tremendamente importantes que usted menciona. primero y principal, eso de ‘una ventana al futuro’. tantas pero tantas veces uno ve a la monada escapar hacia adelante, simplemente porque no queda otro lugar hacia dónde escapar. y tantas veces dan ganas de decirles ‘no te olvides que con esa mina, en esa playa, vas a seguir siendo vos’. o variaciones de vos, lo cual sigue siendo tan horrible desde donde yo lo miro. y también hay que mencionar eso de ‘atrapado en ese evento infame’. situación que me suele acompañar donde quiera que esté, podríamos decir ‘la vida’.
en fin, me alegra saber de usted. porque lo mío, lo que aquí sucede, es como seguir yendo a bailar a sabbash unos veinte años después. una ventana al pasado podríamos decir. lo saludo.

Yoni Bigud dijo...

Estimado: Por desgracia no soy poseedor de fama o fortuna. Sí de un mugriento blog que no utilizo hace años. Pero usted habló de titularidad, no de ejercicio; así que sí, poseo.

En fin... deseo señalar, siempre con la humildad que corresponde, que este es un espacio absolutamente atemporal. Oasis que solo unas pocas elefantas matriarcas saben recordar o intuir, y a la postre hallar entre tanto, tanto desierto. Algunos viajeros llegamos, en aisladas ocasiones, siguiendo sus nobles pasos.

Un saludo.

José A. García dijo...

Trabajo de mierda, en un lugar de mierda, para gente de mierda.
Y lo que cuesta desprogramarse una vez que lográs huir de esos sitios...
Eso en el hipotético caso de que te des cuenta de que te está pasando lo que describiste en tu entrada J. H.

Saludos,

J.

J. Hundred dijo...

*yoni bigud! hablando del desierto, le comento algo sin la menor importancia. ayer a la noche tuve que asistir a un evento, una reunión social podríamos decir. me senté en un rincón, tal es mi especialidad, alguien tuvo la cortesía de darme una cerveza. al poco rato alguien, la persona que me había llevado a la reunión, me preguntó si me pasaba algo. ‘no, no pasa nada, estoy bien’, respondí. pero el asunto es que me daba cuenta que podía estar sentado ahí en esa terraza lo más bien, y que no me importaba en lo más mínimo quiénes eran esas personas ni lo que decían, de qué hablaban. no tenía el menor interés en hablar con ellas. lo saludo.

*josé a. garcía! darte cuenta lo que te está pasando y sentir que no podés cambiarlo, ahí los quiero ver. lo saludo.

José A. García dijo...

En ese caso queda la opción del suicidio, solitario en un grupo, como prefiera.

Suerte,

J.

Frodo dijo...

Bueno, al menos no te pasaba como a mí, que ya era un boludo grande y me seguían regalando ropa de locales con talles de niño. Andá a poner la caripela y cambiarla.

Ah, eso sí. Soy el rey de los eneros en Buenos Aires. El mejor de todos los fracasados.
Voy a la Costa en diciembre, en marzo, octubre. O al medio de la montaña en agosto.