20.10.20

Si es preciso denominarlo de algún modo


Al principio me molestaba la gente, lo admito. Iba a un restaurante de Palermo y al toque se me sentaba una parejita al lado. Y yo dejaba de hablar con la chica que había invitado a cenar, comía mi plato en tres o cuatro bocados y comenzaba a transpirar como si hubiera corrido la maratón de Milwakee, como si me persiguiera un canguro australiano para darme una patada en el culo o para pedirme dinero o las dos cosas.
O entraba al subte y se me ponía todo negro, me daban unas ganas de llorar tremendas mientras intentaba encontrar dónde pararme, y justo sin querer pisaba a alguien y escuchaba un reprobatorio chistido cargado de odio de alta frecuencia.
O cuando iba a un supermercado a hacer las compras de la semana, pero la caja rápida nunca era rápida y de pronto quedaba con dos o tres personas adelante que querían discutir si la promoción de Cinzano venía con una bolsita de plástico con tres aceitunas de regalo, y tres personas atrás. Sentía vértigo, que se me aflojaban las rodillas. Atrapado.
Así vivía, en medio de un inagotable espanto.
Hasta que un día sucedió algo extraño. En medio del ruido, de la gente, caminando por Florida o en un bar con un televisor XL puesto en un canal donde pasaban pop latino, o en medio de un estadio de fútbol con ochenta mil personas sacándose fotos con sus celulares comprados en 18 cuotas. Si en medio de todo eso que te resultaba insoportable das un paso, medio paso hacia eso, hacia la condición. Lo que vas a encontrar es el más agradable y encantador de los silencios del cual todo surge y al que todo vuelve. Llamalo la fuente, llamalo como quieras. Ahí donde está algo que podríamos denominar felicidad si es preciso denominarlo de algún modo. Sin esfuerzo de tu parte, como flotar en algo que te acaricia, pura magia.
Por curioso que parezca, si querés se trata de una reacción de lo más natural, lo que te sale es escapar, alejarte, resistir aquello que te molesta. Cuando lo que hay que hacer es entrar, pasar el umbral, dejarse envolver.
Aunque nada de eso es lo que me está sucediendo con vos en este momento, lo que me estás diciendo, que no me querés más. Me acabo de limpiar media botella de whisky, ni te escucho.

7 comentarios:

Flor dijo...

Impecable, como siempre que te leo.

J. Hundred dijo...

*flor! estimada, usted me lo dice para hacerme sentir bien. y lo logra. la saludo con alegría.

José A. García dijo...

Todo fluye mejor con whisky. Es la vacuna para casi todo.

Saludos,

J.

Anónimo dijo...

Su blog es la única lectura constante que he mantenido en la última década de navegar la web. Somos muchas las que lo leemos desde la sombra, creo que es la primera o acaso segunda vez que comento.
Todo esto para decir no se muera nunca Juan, sobre todo sin decir adónde va.
Lo saludo afectuosamente.

J. Hundred dijo...

*josé a. garcía! está la frase que yo le atribuía a sammy davis jr., luego a dean martin, y creo que después al propio frank sinatra. aquello de ‘siento pena por las personas que no beben, cuando se despiertan a la mañana es lo mejor que se van a sentir todo el resto del día’. una vez la esposa de un amigo me preguntó por qué tomaba whisky, ‘no entiendo’, dijo. no hay nada para explicar, si no tuviste la inquietud, la necesidad, no lo entenderías. lo saludo.

*anónima! cuando empecé a escribir este blog, estos fragmentos, esto, fue porque había muerto mi padre y supuse que tenía que hacer algo antes que viniera la tristeza y me pasara por encima como un flechabus de dos pisos. vino la tristeza más absoluta, igual, pasaron cosas, y yo seguí escribiendo porque sencillamente no se me ocurría otra cosa para hacer. cada mañana, antes de ir al centro a trabajar, me sentaba en un bar y escribía un rato mirando por alguna ventana, sintiendo que el universo en general y mi vida en particular no tenían el menor sentido. y nada de lo que me hubiera gustado que sucediera respecto a estas palabras que he ido poniendo acá, como un aplicado repositor de coto que ordena latas de arvejas vencidas, nada, repito, sucedió. no vino ni la fama ni la fortuna ni el amor, y yo seguí escribiendo, quizás por aquello de ‘la torpeza repetida se transforma en estilo’. algo parecido a la obstinación. pero mientras contemplo como todo se va a la mismísima mierda, aparece un comentario como el suyo. y otra vez, lo dijo el poeta, ‘una cosa bella es una alegría para siempre’. la saludo y le agradezco.

Frodo dijo...

Creo que acabo de entender por qué cuando te piden que sionrías en una foto gritan estúpidamente "whiiiisky"

J. Hundred dijo...

*frodo! sonreir y whisky van de la mano, a algunos les lleva más tiempo que a otros entenderlo por algo que debe tener que ver con la predisposición, la carga genética. lo saludo.