30.4.16

Dilema de la mujer


La mujer tiene un problema. En realidad, dos. El agudo es el que nos ocupa, el agudo es del que vamos a hablar, el más importante. Para llegar al agudo, al segundo problema, debe pasar por el primero. No, ya sé, no se entiende nada.
La mujer no resiste estar sola, ése es su primer problema. La mujer necesita compañía. Completarse de algún modo, conseguir lo que le falta.
Empezando por la poronga desde ya. Entonces la mujer necesita conseguir un hombre. Para parir, para tener un hijo, un biológico justificativo de su existencia. Para armar algo parecido a un hogar, una familia. Para no estar tan sola.
Supongamos que ha resuelto, por decirlo de algún modo, esa parte. La mujer ha buscado un hombre y lo ha conseguido. Acá empieza la cuestión, lo que podríamos denominar el problema.
Porque al buscar, dentro de sus posibilidades, quizás sería mejor decir limitaciones, la mujer se ha buscado un hombre con tal o cual atributo. Relacionado, desde ya, con lo que la mujer anhelaba. Volvemos al principio: con lo que le falta.
Se ha buscado entonces un hombre, la mujer, que posea inteligencia o dinero o sentido del humor, alguna suerte de belleza quizás relativa al vigor, prestigio, posición en la sociedad. Un hombre que sepa tocar la guitarra o tenga título universitario o una interesante vida social. Por lo general la cuestión no sale de ahí. Eso es lo que busca la mujer en la forma de un hombre. Y lo ha conseguido. Listo.
Pero.
Conseguido el hombre con tal o cual atributo, la mujer enfrenta un aterrador dilema.
La mujer sabe que debe demoler al hombre que ha conseguido. Para que no escape. Pero al demolerlo, al hombre, destrozará lo que le gustaba de él. Porque si el hombre le gustaba por ser seductor y sigue siendo seductor, el hombre no podrá evitar querer seguir ejerciendo su seducción en otra parte, su capacidad. Afuera, claro. Entonces la mujer decide que debe quitarle la capacidad de seducción, al hombre, preocuparlo hasta que se le pongan blancos los pelos de los huevos, engordarlo, infartarlo, y así. Le ha quitado, entonces, al hombre, su capacidad de seducción. Pero al hacerlo, la mujer debe seguir viviendo con ese novedoso infeliz.
El trabajo de la mujer pasa a ser encontrar ese inconcebible punto en el cual el hombre, podríamos decir el animal sin temor a equivocarnos, conserve de algún modo las cualidades que poseía cuando deambulaba libremente por la selva y aún así decida permanecer en cautiverio, en el zoológico. Tarea tan ímproba como espinosa de lograr. Porque si la mujer no demuele lo suficiente, si la mujer le permite al hombre conservar la inteligencia o el vigor, si el hombre tiene resto físico o anímico o monetario, el hombre querrá volver a la selva. Y si la mujer se aplica a demoler, si la mujer se asegura de hacer su destructivo trabajo, descubrirá un buen día que lo que tiene a su lado es un residuo, una miserable rata de quincho, una basura sin alma ni voluntad.
Si la mujer se excede en la demolición, la veremos en cualquier cine, o en un restaurante, con un balbuceante infeliz que duda, que no alcanza a decidir si lo que quiere son ravioles o agnolottis. Un hombre que titubea con la cucharita con queso rallado en la mano sin saber si ya está bien. Si la mujer no supo demoler lo suficiente la veremos sola, divorciada, intentando como puede, como le sale, juntar los atribulados pedazos de su absurdo ser, para volver a intentar hacer aquello que es lo único que sabe hacer. Buscar otro hombre que le permita seguir.
No, ya sé, no estás de acuerdo con nada de lo que te estoy diciendo. Te parezco un pelotudo, jamás me elegirías, a mí, como pareja. Me parece correcto, quedamos así.

12 comentarios:

Agustin dijo...

Digno de una tesis de doctorado.

J. Hundred dijo...

*agustin! sí, y no me debe nada. es gratis.

WOLF dijo...

Contradiciendo su último párrafo, estoy totalmente de acuerdo con lo que plantea... Claro que soy hombre, debe ser por eso... Y porque he vivido en persona el exceso de poda.
Le mando un gesto de admiración (!) hacia su persona... Gracias, como siempre

Marina dijo...

Así están ellas. Así anda el mundo. ¿Cómo? Así.

J. Hundred dijo...

*wolf! ‘exceso de poda’, una bellísima forma de expresarlo. lo saludo.

*marina filoc! en una época creía que el acto de demoler por parte de la mujer era volitivo y eso me generaba cierto fastidio en defensa propia. luego entendí que es como la polilla que va a la luz, no puede evitarlo. quizás la contracara del don de dar vida, sea venir con un curioso mecanismo para romper las bolas incorporado. en cualquier caso, no he conocido ninguna mujer que no me haya mejorado, a mí. la saludo.

Camila dijo...

Quizá, pienso yo como parte del sexo femenino, que puede resultar interesante intentar demoler a alguien que sepa acerca de este dilema. Aunque voy a insistir en que no soy una mujer destructiva (salvo conmigo misma probablemente) pero que innegablemente existe este modelo de mujer.

J. Hundred dijo...

*camila! siéntase usted libre de demolerme como más le guste. la saludo con cariño.

Camila dijo...

Juan Hundred, no me hagas esa invitación

Anónimo dijo...

"La otra noche hablaba
con una polilla
que intentaba entrar
en una bombilla eléctrica
Y morir frita en sus alambres.
¿Por qué haces eso, amiga?,
¿Porque es lo habitual en las polillas?,
¿o por qué? Si hubiese sido una vela
en lugar de una bombilla,
ahora serías sólo cenizas.
No tienes mucho sentido común - le dije.

- Tengo, y mucho - me respondió,
- pero a veces nos cansamos
de usarlo,
nos aburrimos con la rutina y
ansiamos la belleza
y la emoción.
El fuego es bonito
y sabemos que si nos acercamos,
nos matará.
Pero no importa,
es mejor ser feliz
por un momento
y arder con belleza,
que vivir una vida larga
y eternamente aburrida.
Así que nosotras
empaquetamos nuestra vida,
formamos un pequeño rollo
Y para eso es la vida.
Es mejor formar parte de la belleza
un instante y luego dejar de existir,
que existir para siempre
y no formar nunca parte de la belleza.
Nuestra actitud hacia la vida
es así, como viene, se va.
Somos como eran los humanos
antes de volverse demasiado civilizados para poder disfrutar
de ese bostezo de existencia en este mundo - concluyó la polilla.

Antes de que yo le pudiera discutir
aquella filosofía suya
fue y se inmoló en un encendedor.
Yo no estoy de acuerdo con ella.
Por mi parte, preferiría tener la mitad de su felicidad y el doble de su longevidad.

Pero también me hubiera gustado
desear algo tanto,
como ella deseaba quemarse"

Se vinieron a mi mente esas líneas cuando mencionaste la polilla y su irrefrenable deseo de ir a la luz. Está bien, está bien como comparación, pero es un recorte flaco. A la polilla se le va la vida, es el precio que paga, y es justo porque es genuino. Las mujeres, también (no querría ofender la licencia poética, ni tu pluma) tienen algo de eso. Pero más logrado. Estrategia pura. Pensar en eso como dilema es un poco menos que subestimar. (O seré yo, que con excusas como esas me sigo quedando solo)

J. Hundred dijo...

*camila! si no quiere no la invito nada. tampoco la puedo obligar.

*anónimo! por demás notable lo que usted cita. y desde ya, cuando empezamos con ‘preferiría tener la mitad de su felicidad, y el doble de su longevidad’, bueno. si pudiéramos elegir la combinación de placer-dolor que nos resulte por decirlo de algún modo más cómoda, entonces vivir se podría resolver en una planilla de cálculos. cuando usted dice ‘a la polilla se le va la vida’, yo agradezco y entiendo y me dan ganas de recordar al señor neustadt cuando decía aquello de ‘en un desayuno de huevos con tocino la gallina participa, pero el chancho se involucra’. el noble ejercicio de aceptar las limitaciones, vivir con eso. lo saludo con grata sorpresa.

Tramos dijo...



Me satisface mucho haber llegado a usted, en esas cadenas curiosas que comienzas y en este caso a través del facebook de Humberto Dib.
He leído muchas verdades narradas con total claridad y transparencia para mi percepción.
Me felicito a mi misma, por hallarle y mi gratitud por su buen hacer.


Un abrazo,

TRamos

J. Hundred dijo...

*tramos! iba a intentar hacerle un chiste que era más o menos así. alguna vez, ante la inminencia de un partido de fútbol de singular relevancia en el lugar llamado argentina, le fueron a decir al señor chilavert algo que había dicho el señor ‘huevo’ toresani, perteneciente al equipo rival. y el señor josé luis félix chilavert, cuando le preguntaron qué opinaba sobre lo dicho por el señor toresani, respondió ‘no lo conozco, no ha ganado nada’. contado todo esto con mis tremendas limitaciones expresivas, pensaba responderle a su comentario, en relación al señor humberto dib: no lo conozco, no ha ganado nada. pero sucede que me meto, voy y visito el sitio del señor dib, y resulta que sí ha ganado algo, ha ganado tantísimas cosas. así que ya ve, fracasa de irremediable manera mi asociación de ideas, mi chiste por decirlo de algún modo, las cosas que me hacen gracia a mí. pero eso no me impide agradecerle en este sencillo pero no por eso menos emotivo acto, a usted (y a él), la generosidad, la cortesía. la abrazo.