6.5.16

Para los que nunca corrieron un Fórmula 1


Me acordé de algo, no me preguntes por qué, no todo tiene que tener explicación. Me acordé lo siguiente. En algún momento vi una entrevista por televisión a Reutemann, sí, al ‘Lole’ Reutemann. No, nada que ver con la política, la política no tiene la menor importancia. Yo te digo cuando era piloto de Fórmula 1, o sea, muchísimo antes.
O quizás no fue, la entrevista, a Reutemann. Quizás fue a Fittipaldi, o a Niki Lauda, no sé. La Fórmula 1 no me interesa en lo más mínimo, además, ni las maratones, por mí te podés meter un matafuego en el culo y salir corriendo lo más rápido que puedas. Aunque me parece pintoresco, no, lo del matafuego no, la Fórmula 1.
Pero creo que fue Reutemann, el piloto, al que entrevistaban por televisión aquella vez. El tipo, el piloto, probando un auto antes de una carrera, había tenido un accidente. Se había pegado un palo de los fuertes.
Lo que contaba el piloto, es que recién salido del automóvil, recién chocado, habiendo estado a milímetros de perder la vida. Pedía otro auto, y salía a correr. De inmediato. Sin pensar en lo que había sucedido, qué error había cometido, lo cerca que había estado de matarse. Nada, ningún tipo de evaluación, cero conclusiones. A correr de nuevo, nada de análisis. Nada de nada.
Lo que explicaba el piloto, que quizás era Reutemann, era que la clave era estar ahí, corriendo a toda velocidad, haciendo lo que hacías porque te gustaba, porque era tu profesión, de inmediato. Porque si te ponías a estudiar la cuestión, qué podías haber hecho mal, qué había fallado, eso te iba a dejar una marca en la psiquis, en el cerebro. Algo que iba a alterar tu manera de seguir conduciendo. Eso era lo que había que evitar. Seguías corriendo.
Entonces me di cuenta, entonces entendí tantas cosas. Porque cuando yo saqué a bailar lento a Gisela en aquel baile, cuando me dijo que no, que de ninguna manera. Que no tenía pensado bailar un lento conmigo ni loca. Bueno, me puse mal, traté de entender la situación, lo que había sucedido. Me quedé pensando, tenía once años.

7 comentarios:

Juan Sebastián Olivieri dijo...

La sabiduría intuitiva de los elegidos. Para el resto de la monada: lessons learned

Dany dijo...

Tenés razón Juan. Yo pensé y me quedó la marca. Solo había que seguir y seguir ? Abrazo.

Dany dijo...

Uff......me hizo acordar de algo. Cuando iba a una fiesta.......hacía un podio mental de las minas que estaban buenas. Le pedía bailar a las tres, si rebotaba me iba a tomar algo y a charlar con los amigos. Como esto ocurría casi todos los sábados........me fui acostumbrando.
Otro abrazo

El Demiurgo de Hurlingham dijo...

Tal vez sea más fácil pedir otro auto formula 1 que pedir otra Gisela.

J. Hundred dijo...

*juan sebastián olivieri! la bellísima frase de AA: ya hemos estado ahí. lo saludo.

*dany! siempre quedan las marcas. le digo más, hace un tiempo pienso que no soy mucho más que mis marcas. lo abrazo.

*dany! yo, después de fracasar un poco, salía al balcón. desde entonces, no importa la fiesta, siempre trato de salir al balcón. se me da por buscar las bebidas fuertes y los lugares oscuros. lo abrazo.

*el demiurgo de hurlingham! mire, yo no soy de andar haciendo reproches, y no creo en la retrospectiva. pero si volviera a ver a gisela le diría 'pudiste haber bailado un lento conmigo, me hubiera hecho tanto bien'. no, querida, ahora salí de mi vista por favor, ahora seguí con cualquier cosa que sea lo que estés haciendo con tu vida, de algún modo hay que llamarlo.

Viejex dijo...

Leo esto y me digo que Lole tenía razón, que no hay que pensar tanto en lo que pasó. Y un rato antes un amigo me citaba una canción de Paulinho da Viola (Dança da Solidão) donde me impresionó este pasaje:

Meu filho tome cuidado,
Quando eu penso no futuro,
Não esqueço o meu passado


y me decía "cuanta razón tiene Paulinho"

Convencidísimo las dos veces.
Que desgracia tener convicciones tan volátiles.

J. Hundred dijo...

*viejex! le acerco una experiencia que tuve en la hermana república del brasil. siendo muy joven había ido yo al norte, a arraial d’ajuda. ahí conocí una chica que parecía recién bajada de un árbol, preciosa y primitiva. de inmediato me fui a fornicar, tal era mi totalizador interés. mientras yo acababa como un embravecido chancho pecarí por tercera vez, veía cómo la piba se retorcía y gritaba ‘divagá, divagá!’. y yo pensaba ‘claro, divaga, sueña de la más pura alegría por los pijazos que le estoy dando a esta negra divina’. a los pocos días, hablando con alguien del lugar, me explicaron que ‘divagá’ significaba ‘más despacio’. o sea, bueno, las exquisitas trampas del lenguaje. lo abrazo.