12.8.15

Probabilidad, estadística


Me fui con Mariana a Pinamar, a pasar el fin de semana. Octubre, frío pero no tanto, le pregunté si quería venir conmigo. Dijo que sí.
Salimos el jueves, para aprovechar un poco más de tiempo. Falto un día al trabajo, no le importa a nadie.
Tenía un método para ganar en el Black Jack, y quería probarlo. Mi amigo R. me prestaba su cómodo departamentito bien ubicado, en el centro. Quería descansar también, caminar por la playa, coger un poco.
El viernes a la tarde Mariana se sintió mal, me dijo que debía ser algo que habíamos comido. Las rabas del mediodía tenían el aspecto de haber sido freídas mil veces desde el verano pasado.
Me dijo que se iba a dormir temprano, a ver si se le pasaba. Le dije que salía a caminar un rato, a fumar un cigarrillo.
Me fui derecho para el casino, con mi método infalible. Había llevado diez mil pesos. Si las cosas funcionaban, mi intención era dedicarme a eso. A ir los fines de semana al casino, mientras seguía estudiando para ponerme a jugar al poker por internet. Basta de trabajos de mierda por sueldos de mierda. Me había divorciado hacía tres años, necesitaba una nueva vida.
Me limpiaron de una. No tuve la menor oportunidad. Apliqué el método de contar las cartas, sabía cuándo tenía que pedir carta, cuándo plantarme, de acuerdo a la ley de probabilidades. En menos de media hora había perdido las diez lucas, y dos mil pesos más que tenía en la billetera.
Cuando salí del casino me pararon dos pibes jovencitos. Uno me pidió fuego, el otro me dio una piña, fulminante, sobre el oído. Caí de costado, me robaron el reloj y el celular, les pedí por favor que me dejaran las llaves del auto. ‘Bueno amiguito pero chito loco amiguito’, el pibe me hablaba y movía el revólver para todos lados, como si el revólver pesara demasiado.
Volví al departamento, debían ser las doce de la noche. Mariana estaba terminando de hacer el bolso, hecha una furia.
–¡No te importa nada, Juan! ¡Ni siquiera llamás para ver si me estoy muriendo!
Se fue a la terminal de micros, me dijo que siempre había sabido que yo era un sujeto repelente. No quería pasar ni cinco minutos más conmigo.
Al día siguiente, mientras caminaba por la playa, me picó un aguaviva. Se me puso el pie del tamaño de una sartén, y azul. Tuve que ir a una guardia, me dieron corticoides.
Volví al departamento como pude, me prestaron un bastón. No podía apoyar el pie. Manejar: imposible.
Entonces me di cuenta que no tiene demasiado sentido tratar de cambiar de vida. Ser otro es un espejismo, un error de interpretación. Lo que sos, siempre lo que sos, por difícil de asimilar que sea, por ridículo que parezca, es tu salto más alto. Tu mejor opción.
Entender eso, aceptarlo, pensé. Revisando el armario de la cocina encontré un paquete de yerba, y un mate de metal. Busqué y busqué, pero la bombilla no apareció por ningún lado.

5 comentarios:

Alelí dijo...

Empezar el día a las carcajadas es lo más!

Adeu amiguito!

J. Hundred dijo...

*alelí! le mando un beso en un dedo del pie.

Dany dijo...

Es cierto, es dificil de asimilar lo que vas malogrando. Abrazo.

J. Hundred dijo...

*dany! es como con la gordura. uno cree que se aporcinó en un instante, pero no. el reconocimiento llega en un instante, lo que vino ocurriendo fue en el día a día. lo abrazo.

Mr. Kint dijo...

Qué finde, eh, ni el tiro del final le va a salir.
Aceptación, sí señor.

Lo abrazo