6.7.14

La máquina de curar


El método que inventé, basado principalmente en una curiosa mezcla de intuición y genialidad que me desborda y que sucede, en los seres humanos, como mucho dos o tres veces cada quinientos años. En otras especies, en las jirafas o en los hipopótamos, la verdad que no sé.
El método que inventé para curar las adicciones, las adicciones a cualquier cosa, es de una genialidad nunca vista, por eso no se le ocurrió a nadie. Y además es barato.
Primero tenés que definir cuál es la adicción, lo que te gusta y a la vez sabés que hace mal, y por eso, mientras te gusta, te atormenta. Puede ser el alcohol, claro, el cigarrillo, la cocaína. Puede ser el dulce de leche o el helado, pueden ser los medicamentos para dormir o para no sentir dolor, puede ser el sexo o los jueguitos electrónicos. Lo mismo da.
Una vez que identificaste la sustancia, la actividad, tenés que ser honesto, honesto con vos mismo, y determinar la dosis, la frecuencia. Si fumás un atado de cigarrillos por día, o si te masturbás once veces por semana. Es importante, ahí está la clave del método. Sólo tenés que mirar, que mirarte, y reconocer que te comés medio kilo de helado después de la cena, o que te quedás tres horas por día jugando a la Playstation.
Con esos dos datos, sustancia o actividad, y cantidad o frecuencia, ya está. Podemos comenzar el tratamiento.
Acá viene la trampa, la magia. Empezás, durante treinta días, duplicando. 
Duplicás. Si sos un fumador de un atado diario, durante treinta días, vas a fumar dos, dos atados. Si comés medio kilo de helado, te comés un kilo. Si a la tarde te tomabas dos Quilmes de ¾, te tomás cuatro. Creo que se entiende. Durante treinta días, duplicás.
Después, pasados los treinta días, vienen otros treinta días. Ahora vas a cero, nada. Si tomabas whisky no tomás, si cogías con prostitutas no cogés, si fumabas porro, no fumás. Repito, treinta días, nada.
Listo. Eso es todo lo que hay que hacer. Treinta días doble, luego, treinta días nada. Ahí termina el método.
Después podés seguir con tu vida, como quieras. Puede suceder que retomes de inmediato tu contacto con la sustancia, en las cantidades originales. Que retomes la actividad con la frecuencia habitual. Puede que aumentes al doble la cantidad de lo que consumías, o que no vuelvas a consumir eso que te daba placer.
Puede suceder que no entiendas el método, lo que hiciste. Puede que te des cuenta que la vida no tiene mayor sentido, con o sin adicciones. Eso también puede pasar.

6 comentarios:

Laura B. dijo...

La fragilidad.
Ay, Juancito. Contundente y vacío como el universo.
Un gusto leerte,
Besos van.

Arturo dijo...

Enorme como siempre

J. Hundred dijo...

*nausica! cuando tenés luz, derramás luz. no, ya sé, no tiene nada que ver. pero tenía ganas de decir la frase. le mando un beso en la frente.

*arturo baldo! Dios es más generoso que los hombres y los medirá con otra medida, dijo alguna vez el venerable ciego. ese sí que sabía. lo saludo, le agradezco.

Viejex dijo...

Hasta puede que el ejecutante del método le encuentre algún sentido a la vida (sea un sentido falso o verdadero, qué importancia tiene?). No se me tire a menos, Hundred. Genialidades así no se le ocurren a casi nadie.

Mr. Kint dijo...

Acá, mi querido Juan, usted esconde una genialidad de esas que nos tiene acostumbrado.
El doble y nada. Y después, ¿qué importa del después?

Lo abrazo

J. Hundred dijo...

*viejex! es evidente hasta la desmesura, contundente hasta la extenuación, que soy un sujeto con una sensibilidad superior. qué significa eso? no, nada, lo que le estoy diciendo.

*mr. kint! por lo general, cuando esbozo alguna genialidad, la misma discurre sin pena ni gloria. como mi paso por la tierra, más o menos. lo abrazo sin rencor, si tuviera rencor, si el rencor habitara en mí, no lo abrazaría.