Vuelvo
al barrio. Al barrio donde nací, donde pasé, entre tantas cosas, la vida, hasta
casi entrada la edad adulta.
Tengo
que hacer un trámite, legalizar unas fotocopias, alguna imbecilidad de ese
tenor. Me dicen que el escribano no llegó, que está demorado, que se quedó
atrapado en un ascensor. Así que digo que bajo a tomar un café.
El
97% de la vida es esperar, sólo esperar. El resto del tiempo es para lavarse
los dientes, pagar el gas, comer un par de empanadas de carne cuando pediste de
jamón y queso, tomar un vaso de agua con gas cuando pediste sin gas, y
viceversa, y viceversa todas las veces que sea necesario, las cosas que te
mantienen andando.
Entro
a un bar, me siento, pido un café.
Y
entonces pasa. Sucede.
Entra
gente, un par de personas. Un pibe que fue conmigo a la primaria, jugaba muy
bien al fútbol, seguro. Usa un bastón, arrastra una pierna. Balbucea con
dificultad para hacer su pedido, tiene espasmódicos movimientos, se le escapa
un gutural gemido. Ha tenido algo, un ataque, no sé.
Entra
una pareja. La mujer es la chica que nadaba en el club, la mujer más linda que
yo haya visto en mi vida, verla en malla me daba material para masturbarme con diaria
regularidad unas dos o tres semanas, en doble turno. Ahora es un inmundo bofe.
Se ha echado unos treinta kilos encima, grita, a su marido, se queja, del
clima, de la inseguridad, de lo caro que está todo. Tiene los dientes muy manchados, usa un viejo pulóver
que alguna vez debió ser bordó. Mastica con la boca abierta, las miguitas
salpican en todas direcciones.
Por
la calle pasa un hombre, alguna vez fue mi vecino. Solía usar una boina a
cuadros, y me hacía preguntas porque una vez me había visto en el ascensor con
un libro de ajedrez. Ahora pide plata, en la calle, cuando corta el semáforo.
Ofrece estampitas, y unas calcomanías, también. Usa un pantalón de franela
gris, donde luce, con dolorosa claridad, un manchón de orina.
Y
así podría seguir.
No,
claro, entiendo tu forma de razonar. Te acordaste de ‘Midnight in Paris’, de
Woody Allen. La idea, tantas veces utilizada en ciencia ficción. Te parás en
una esquina, a determinada hora, y volvés al pasado.
Pero
no, lo que te acabo de contar puede tener algún punto de contacto, pero no es
lo mismo. Acá no volvés al pasado. Acá te parás en una esquina y el pasado
viene hacia el presente, con la única intención de recordarte que la vida nos
pasó por encima. A todos.
3 comentarios:
...tener ahora la certeza para lo que ya no puede ser, es una paradoja por lo menos escalofriante.
En alguno casos hay que tener huevos para volver al barrio de crianza. A veces hasta los viejos olores se pudrieron.
Los escribanos nos pueden cagar la vida......
*juan sebastián olivieri! las certezas por la negativa suelen ser tan descarnadas como escalofriantes. las certezas por la positiva sólo corresponden a imbéciles sin alma.
*dany! yo hace tiempo que no quiero volver a ninguna parte. y, para ser sincero con usted, tampoco tengo hacia dónde ir. situación particular por cierto, tampoco en exceso desagradable.
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