En el edificio donde vivo, en la puerta del ascensor de los departamentos ‘B’, lo he notado, han hecho inscripciones con una llave. El ascensor, para los departamentos ‘B’, está al fondo del pasillo del hall de entrada. Los departamentos ‘B’ son los del contrafrente. Los dueños de los departamentos ‘A’, que son al frente, también prefieren usar el ascensor de los departamentos ‘B’, ya que los conduce a la puerta de servicio, de sus departamentos ‘A’. Si los dueños de los departamentos ‘B’ subieran por el ascensor correspondiente a los departamentos ‘A’, descubrirían que no tienen ninguna puerta a la cual pueden ingresar (yo lo he hecho, quiero decir, lo he intentado). Descubrirían que no los conduce a ninguna parte. Entenderían también, muy probablemente, las diferencias que existen entre ‘A’ y ‘B’, en un sentido algo más amplio, me atrevería a decir existencial.
El asunto es que lo noté el otro día, de casualidad,
esperando el ascensor en la planta baja. En la puerta del ascensor, han escrito
con una llave, rayando el metal. Dice el nombre del portero. El portero se
llama ‘Pedro’. Dice, escrito con llave, ‘Pedro puto’. También dice ‘Limpiá,
Pedro’. Y dice ‘Pedro me cojo a tu hija’. Creo que el portero, Pedro, tiene dos
hijas. Habría que ver a qué hija en particular se refieren, hay una que es muy
bonita.
A veces bajo a dar una vuelta por el parque, muy temprano.
Troto, camino, me arrastro, practico repting, según cómo me sienta, según mi
estado de ánimo. La intención es llegar luego, al trabajo, ya cansado. Para no
pensar. Durante un tiempo pensé que pensar me podía ayudar, pero después me di
cuenta que no, que pensar era peor. Pensar te puede matar en muy poco tiempo, y
pensar, en el 97% de los casos, no cambia nada.
Vuelvo del parque, todavía sigue siendo temprano, veo al portero. El portero
limpia con una parsimonia que tanto podría calificar como abulia o esmero, la
puerta del ascensor.
–Buen día –le digo.
–Buen día –me dice, y suspende la tarea, se aparta, para que
yo pueda utilizar el ascensor.
–Pedro –digo–, la verdad que quiero felicitarlo –me mira, dirige
hacia mí su bovina mirada–. Hace una semana noté las inscripciones de la
puerta. Son ofensivas e insultantes, cualquiera se hubiera indignado. Pero
usted permanece impertérrito, incólume, estoico, me atrevería a decir. Usted
sigue limpiando esa puerta, haciendo brillar la injuriante superficie. Es
evidente que habita en usted un ser superior, con intuitivos conocimientos de
milenaria sabiduría zen. Hay monjes que se pasan toda una vida en inhóspitos monasterios
sin lograr su comprensión sobre lo efímero de la existencia. El saber que todo
pasa, que todos somos uno, que somos apenas espacios de conciencia. Usted hace
un maravilloso ejercicio de aceptación, no responde a la violencia, sabe que
debe fluir con el río de la vida. Como la flor de loto, que surge del más
hediondo de los barros, y regala luego su exquisito perfume, transmutando la
mugre, la porquería, en belleza. Lo admiro.
–No –me mira, Pedro, con la franela sobre el hombro, los
brazos, quizás excesivamente largos, colgando al costado del cuerpo, el cabello
teñido de un negro casi azul, como si se hubiera teñido con pomada para
zapatos–. Me dijo el abogado que deje todo así. Que saque unas fotos. Dijo que
con esto puede pedir una indemnización que me voy a quedar con medio edificio.
Manga de forros.
9 comentarios:
Jajaja. Me encantó el remate.
Excelente el speech del protagonista elevando la figura del portero al nivel de un santo varón e hilarante y realista la respuesta del buen hombre que ya estaba re-podrido de tanto vitupero.
Buen texto, Juan.
Lo dejo un saludo.
*guillermo altayrac! le cuento, como puedo, como me sale, una infidencia. por lo general, cuando alguien viene a estas precarias playas, alguien que desde ya no sé quién es y que aparece de algún lado, bueno. quizás por curiosidad, quizás por cortesía, puede suceder que vaya y me fije. me fije en su sitio, qué hace, qué escribe. la parte buena es que por lo general, en el 97% de los casos, la primer visita y la última, son la misma (y no suelen durar más de un minuto). uno va como si fuera, resignado, al supermercado a comprar un poco de queso rallado y un pack de cervezas. quiero decir, uno entra en el sitio, y lo que ve es más o menos un catálogo de imbecilidades con la altura imaginativa de un perro salchicha. chicas que cuentan que les gustan los zapatos con taco alto, o que explican por qué sería conveniente estar de novias con un muchacho de piscis. tipos que hablan de lo piolas que son cuando no los ve la mujer, y las cosas que harían si tuvieran un corvette, adolescentes que escriben sobre los recitales que presenciaron o la primera vez que cogieron en una carpa en san bernardo, en fin. todo mechado de una ensalada waldorf multimedia, efectos especiales, videítos, alguna perturbada que hace un cover de alanis morissette y se lo dedica a sus amigas de la primaria, alguna tristona que copia una letra de un tema de sabina e intenta asociarlo a su propia vida, alguien que le saca una foto a su perro, algún creativo publicitario que sube videos de led zeppelín. y twitter, claro, todo twitter, mucho twitter, todos te muestran que podés seguirlos en twitter, donde serán igual de pelotudos, pero cada treinta y siete segundos, no te lo pierdas. la gente está muy sola. pero en fin, lo que quería decir es que fui a su sitio, y, sorpresa la mía, desconcierto profundo, me gustó lo que escribe. es algo que no me suele pasar, que no me pasa, así que aprovecho para decirlo, con seriedad, con algo de admiración, con respeto. esperando además que algunos de los perturbados que suelen pasar por aquí, vayan a leerlo a usted. y no vuelvan, claro. ahora sí, lo saludo.
*bee borjas! alguna vez, hace poco, el gran francis mallmann, explicaba lo que hay que decir cuando a uno le dan para probar un vino. nada de ‘siento aroma a castañas sobre las cuales caminaron marsupiales jóvenes, con notas de caléndulas y hojas de pino, largo sabor en boca, y final con reminiscencias de bayas de enebro de un bosque de los apeninos, particularmente de la zona donde suelen ir a defecar los osos carolina’. no, el hombre explicó que al tomar un vino, se dice ‘me gusta’, y si a uno no le gusta, se dice, creo ‘está bien’, y no mucho más que eso (se da entonces, durante la comida, apenas otro sorbito para enjuagarse, y nada más). la saludo con reservas.
"Me gusta"
Cuanta gente insensata hay! Desafiar al portero es tan poco aconsejable como insultar al mozo antes de que traiga el plato. Saludos.
*bee borjas! permítame responderle, desde ya no la conozco por favor, no la quisiera incomodar, mucho menos comprometer. pero permítame responderle, entonces, decía, con algo que se dice a veces, en la intimidad, en situaciones que hacen a la vida privada de las personas. a mí me gusta, que te guste.
*viejex! sin dudas usted no ignora, sin dudas usted conoce, aquello de ‘que el árbol no te tape el bosque’. bueno, en este caso a usted, pareciera, le han tapado el bosque, el árbol, el ascensor, el edificio también. no sé, quizás lo acontecido se deba a una particular y única combinación de mi incapacidad, y desde ya la suya. en cualquier caso, nada grave. lo saludo.
Eso pasa porque detrás de ese personaje oscuro, irritante y difícil de querer, usté oculta un idealista, un explorador de perlas del género humano, un buscador de un rayo luz en las profundidades. Parafraseando a Bianchi: un optimista del sol.
"Tu eres Pedro. Yo te daré las llaves" dijo el subversivo de barba varios años atrás.
Un abrazo
*mr. kint! buscador de vertientes, sabio de parrales, decía una propaganda viejísima. respecto a su cita de carácter bíblico, pareciera que decir ‘tú eres pedro. yo te daré las llaves’, es algo más críptico que decir ‘pedro me cojo a tu hija’. pero, como todos deberíamos saber a esta altura del pijamas party: los caminos de Dios, son infinitos. un abrazo para usted.
¡Gracias, Juan!
A mí también me gusta lo que escribís. Si no, no pasaría, claro.
¡Abrazo!
Publicar un comentario