Emprendo mi habitual via crucis con un curioso buen humor. Me aboco a mis cotidianos e insípidos menesteres con alegría, casi feliz. Siento que cosas maravillosas pueden suceder a cada paso, modificando el gris preestablecido.
Mi estado expansivo y predispuesto carece de sustento específico. Sé que a la gente le molestan los felices, y con eso me basta.
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