10.7.24

El delicado momento en que descubrís que no sos tan genial


Mirá, fue de casualidad, así es como se producen los descubrimientos. Me estaba cogiendo a una francesa, o sea una piba de Francia que había venido a la Argentina a estudiar no sé qué. La verdad que la piba cogía con entusiasmo, con alegría, y para mí eso era más que suficiente. Me pedía que la lleve a comer a parrillas, a bodegones, y después íbamos a coger. Se levantaba a la mañana de buen humor, se bañaba pero no mucho, una enjuagada apenas, tomábamos un café y se iba fresca como un tomate. Alegría.
Y alguna vez haciendo tiempo para entrar a un cine o porque sí, habíamos entrado a alguna librería. Hubo un tiempo que fue hermoso, no, digo, hubo un tiempo en que yo creí que estaba destinado a ser el mejor escritor de la argentina, y eventualmente del mundo. Sabía que tenía una misión, la misión de contar, no sé, de escribir. Y durante esa época, es de lo más natural si querés escribir, leía. Compraba libros, iba a librerías.
Pero se me había ido pasando, la vida desde ya en general, y eso de escribir en particular. El delicado momento en que descubrís que no sos tan genial, que no tenés nada para decirle al universo pero que aún así vas a tener que seguir viviendo. La vida que te va pasando la lija triple cero por las bolitas hasta que no podés más, lavarse los dientes, pagar el gas. En fin.
Y al haber pasado mi tiempo de escribir creí que había pasado también mi tiempo de leer, así que había dejado de ir a librerías.
El asunto fue que entré a una librería con la chica francesa, y A. me hizo un comentario. Me dijo algo como ‘acá, en esta librería, hay más libros de Foucault que en toda Francia. No sé qué carajo les pasa en Argentina’. No lo dijo exactamente así desde ya, lo dijo algo risueña y sorprendida y mechando un poco alguna palabra en francés que yo no entendía pero que sonaban hermosas. Pero eso fue lo que dijo.
Sí, no va a ningún lado lo que te estoy contando pero no me jodas, es mi manera de estar en el mundo, soy así. No, no tiene nada que ver con la tristeza de saber que uno no tiene nada para decir, que la vida no tiene ningún propósito en particular (el glorioso mantra de Richard Sylvester: hopeless, helpless, meaningless), ni con la chica francesa que terminó lo que tenía que hacer en la argentina y se volvió a Francia.
Pero el otro día estaba haciendo tiempo antes de entrar al laburo, pasé por una librería, me senté en un bar a tomar un café, me acordé de la chica francesa. Y ahí me di cuenta.
Me di cuenta que no hacía falta ni saber francés ni leer a Foucault, pero que se podía contestar prácticamente todo, cualquier pelotudez que te preguntaran. Usando los títulos, los títulos y nada más, de los libros de Foucault.

Ejemplo 1.
–Che, Juan, ¿vos qué opinás del matrimonio igualitario?
–Bueno –dije yo–. Ni apocalípticos ni integrados.

Ejemplo 2
–No tengo pastrón –dice el chino del supermercado, que además tiene la fiambrería o algo parecido a una fiambrería adelante, junto a la caja–. Pero tengo salchichón.
–Ay, maldito hijo del sol naciente –respondo–. Las palabras y la cosas.

Ejemplo 3
–La puta madre que te remil parió, Hundred –El tipo tiene barba candado y se peina con gel, debe medir más de un metro noventa, se lo ve atlético y enojado–, dice mi hermana que además de no llamarla nunca más, le quedaste debiendo guita.
–Vigilar y castigar –digo y enciendo un cigarrillo.

Listo, no hace falta más, creo que ya entendiste la idea. Lo interesante es que vos decis un título de algún libro de Foucault y la gente se queda pensando. Te lo digo porque lo tengo bien estudiado.

4 comentarios:

El Demiurgo de Hurlingham dijo...

Buena estrategia la de responder con título de libros.
Pero lo que más captó mi atención es lo bien que lo pasaste con la chica francesa.
Saludos.

Dylan Brandon dijo...

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Afortunadamente, con el tiempo nuestra relación creció más allá del trabajo y todavía estoy feliz de poder considerarlo un amigo de confianza.

J. Hundred dijo...

*el demiurgo de hurlingham! coger y desayunar y no siempre en ese orden. la alegría de vivir. como dijera el viejo buk: juventud, hija de puta. dónde te has ido. saludos.

*dylan brandon! sospecho, por la cuidadosa descripción que hace usted del señor pedro, que quizás no sólo el susodicho le ha prestado dinero. quizás, podría inferirse sin mayor esfuerzo, ustedes se culean entre sí. saludos.

Frodo dijo...

A ver, probemos:
Hundred, su respuesta a Dylan Brandon es la retirada de la metáfora.

No hay caso, cuando quiero ser Foucault me sale el Jacques Derrida.

Lo abrazo.