30.3.21

No hay que dejar que la tristeza pase al cuerpo


Me lo habían recomendado, al psicólogo. Una amiga me dijo que valía la pena probar, que a veces uno no le encontraba la vuelta a las cosas que te pasan y la mirada de alguien, de otro, un profesional en la materia, puede ayudar. No tiene nada de malo pedir ayuda, me dijo. Yo no andaba bien.
Fui a la primera sesión. El consultorio estaba en un edificio antiguo, señorial, sobre la calle Talcahuano. El psicólogo, M., era un hombre no muy alto, flaco, peinado para el costado. Usaba un pulóver escote en ‘V’ o camisas a cuadros o las dos cosas, usaba lentes sin marco. Parecía amable, serio, respetuoso, el consultorio tenía una pared repleta de libros, la mayoría en inglés. Había un escritorio de los de antes, oscuro y macizo, había un espejo de pie, había cómodos sillones ‘chester’.
-El amor no existe –dije–. Después no dije más nada. A los cuarenta y cinco minutos me levanté y me fui.
Volví a la semana siguiente. Parecía que M. se había cortado el cabello o lo tenía húmedo. Usaba otro pulóver escote en ‘V’, otra camisa, había sobre el escritorio una taza de café.
Me senté. Me desabroché los puños de la camisa. Respiré un rato.
-La felicidad no existe –dije. Después pregunté si podía fumar, M. asintió. Habrá pasado media hora, fumé dos puritos holandeses, baratos y fuertes. Me fui.
Pasó otra semana, volví.
-La vida no tiene sentido –dije. Cerré los ojos. Creo que me dormí un rato. Después me fui.
Una semana más.
Volví, entré, me senté en uno de los sillones.
-Bueno –dijo M. –. Yo creo que sería bueno..
-No me hables –le dije–. Si me llegás a hablar te voy a meter una de las patillas de los anteojos por el culo, pelotudo.
Me levanté y me fui. A las dos semanas llamé para avisar que no iba a ir más.

8 comentarios:

Alberto Arenas dijo...

Buen día Hundred. En mi caso particular le cuento que descreo bastante de ese tipo de profesionales. Conozco no obstante, gente que dice haber mejorado luego de unos años de terapia. Por algún extraño motivo que nunca he terminado de dilucidar, nunca fui a un psicólogo. En su lugar, cada vez que la vida me pega un cachetazo prefiero remediarlo con interminables charlas con amigos, buena comida y bebida, y por supuesto insoportables escritos de mi autoría.
Continuaría contando sobre mis desventuras, pero mucho me temo que por hoy, terminó la sesión.

José A. García dijo...

Es la mejor forma de lograr que la gente deje de recomendar pelotudeces. Como series de netflix, restaurantes de comida macrobiótica o playas para irse de vacaciones.

Saludos,

J.

J. Hundred dijo...

*alberto arenas! cuando la vida nos pega un cachetazo siempre es bueno recordar aquello de poner la otra mejilla. y también siempre quedan un par de mejillas más. las del culo, claro. lo saludo.

*josé a. garcía! cuando alguien recomienda una serie de netflix pienso cuando alguien recomendaba tal o cual profesor en la facultad. yo no podía evitar pensar ‘si pienso que este tipo que me habla es un pelotudo, cómo podría interesarme lo que recomienda? lo saludo.

José A. García dijo...

Lo peor es que cada vez hay más pelotudo/a/e suelto/a/e. Y algunas veces me incluyo entre ellos.

Saludos,

J.

Unknown dijo...

....Y si cuando leo tanta sobervia junta sólo se me viene la palabra pelotudo

Lanita dijo...

Yo hubiera ido una vez más:
-“La gente es una mierda”

Ahora si,
Saludos!

J. Hundred dijo...

*josé a. garcía! usé una frase durante mucho tiempo. la frase decía así: hay más boludos que gente. lo saludo.

*unknown! debe usted saber que sus palabras, lo que usted nos acerca, es desde ya muy importante. para sus familiares supongo, quizás para sus seres queridos. lo saludo.

*lanita! se percibe que usted está cómo decirlo, un paso adelante en el tratamiento. usted agarra la linterna y nos muestra el camino. la saludo.

Frodo dijo...

Me hace acordar a una serie de Netflix que podría recomendarte...