20.9.20

Acerca de la suerte


Viste eso que tanto se discute, para cualquier orden de la vida, la importancia de la suerte. Está escrito inclusive, hay gente que opina que si te fuera dado a elegir entre el talento y la suerte, bueno, uno debería elegir la suerte. Diría que el talento es una forma de la suerte, pero eso es otro tema.
Por ejemplo aquel día. Llovía y era casi mediodía, lo recuerdo muy bien. Yo salía de una reunión y no había manera de conseguir un taxi. Buenos Aires con lluvia, viste cómo es.
Se ve que me paré ahí en la esquina de Lavalle y Montevideo a esperar que cortara el semáforo. Iba a cruzar pero de pronto me detuve, porque vi el charco que tenía que saltar y calculé que si daba el salto, por el impulso, iba a quedar ahí sobre la calle, y el semáforo no había cortado para los autos que seguían pasando. Entonces avancé como para arrancar pero no sé, me frené, decidí quedarme cinco o diez segundos más debajo del toldo para no mojarme.
Y justo cayó. La maceta. De un quinto piso, a la calle. Una mujer estaba intentando sacar el agua de su balcón con un secador de piso, y empujó la maceta. Una maceta común, con un par de geranios. El impacto nos sorprendió a todos. La maceta cayó, ponele, a treinta centímetros de mis pies, y estalló contra las baldosas de la vereda.
Si yo hubiera arrancado justo un par de segundos antes, si yo hubiera saltado cuando pensé en saltar, bueno, la maceta me hubiera impactado de lleno en la cabeza.
Pero no, yo no avancé y la maceta no me pegó. Entonces, de los nervios por lo que podría haberme sucedido, para festejar, no sé, vi el kiosco, me compré un alfajor. Y justo pasaste vos también, porque salías de tribunales y tenías ganas de fumar. Pediste fuego en el kiosco, y yo te hice el viejo chiste de sacarte el cigarrillo todavía apagado, y apoyarlo, la punta, sobre mi corazón.
–Dejá –dije–. Te lo prendo yo.
Y te reíste, te hizo gracia la situación. Quizás no conocías el dicho, aunque si fuiste a bailar alguna vez durante la adolescencia, estaba lleno de muchachotes que se aprendían esas frases, algunos trucos para entablar conversación con las chicas.
Y así nos conocimos. Me dijiste que te llamabas Alicia, te pregunté si querías ir a tomar un café, sin compromiso, hasta que parara la lluvia.
Y nos conocimos. Me diste tu teléfono. Empezamos a salir. Al poco tiempo nos fuimos a vivir juntos.
Fuiste, sin dudas, lo peor que me pasó en la vida. Me hiciste moco. Todavía, a pesar de habernos separado hace casi un año, sigo yendo al psicólogo dos veces por semana.
Si me hubiera caído esa maceta en la cabeza hubiera sido un traumatismo de cráneo como mucho. Un par de semanas en observación, una tomografía.

5 comentarios:

El Demiurgo de Hurlingham dijo...

Debo decir que intuí tu giro argumental, cuando apareció Alicia. Supuse que no haber evitado la caída de la maceta sería considerado como buena suerte.
Será que tengo experiencia leyendo lo que escribís, con innegable talento.
Saludos.

Frodo dijo...

Alicia, de la maceta ni noticia.

jajaja que boludo soy! Creo que estoy en el boliche indicado.

J. Hundred dijo...

*el demiurgo de hurlingham! le cuento una infidencia, algo desde ya sin importancia. en una oportunidad, en una ocasión, por esas cosas de la vida, fui a un cumpleaños. era el cumpleaños de un niño pequeño, y habían contratado, para los niños, un mago. cuando finalmente apareció el mago y empezó a hacer su acto, había un señor, uno de los padres de algún niño, que señalaba, hablaba fuerte, decía cosas como ‘lo escondió en la mano!’, y así. el hombre dejaba en claro que sabía los trucos. no hace falta que yo le diga que al lado del señor estaba su esposa, y la mujer mostraba un rictus de una profunda tristeza, quizás por descubrir, una vez más, la rotunda imbecilidad de su marido. lo que yo le quiero decir, lo que le digo, lo que le estoy diciendo, que a veces, mucho mejor que saber los trucos, que creer que uno entiende, es disfrutar la magia. lo saludo.

*frodo! la imbecilidad de sus palabras obliga a la piedad, a la comprensión, a la ternura. lo saludo.

Mar dijo...

A diferencia del demiurgo yo no me esperaba el desenlace. Me sorprendiste, una vez más, no te anticipé. Una vez más. Me hiciste reir, a la madrugada, con risa franca. Me hiciste descanso y reparo. Una vez más. Gracias

J. Hundred dijo...

*mar! cuando le preguntaron al gran anthony burgess cuál era la misión del escritor, respondió ‘agradar e instruir’. pero yo no sé si estoy de acuerdo, en mi caso la misión es esperar que lleguen las empanadas de la continental. la irrelevancia tiene su encanto. la saludo con alegría.