10.2.19

A veces siento que no te conozco


Vivíamos con Mónica juntos hacía más de seis meses, pero menos de un año. Dormíamos juntos, mirábamos televisión, cogíamos. Ella trabajaba en un estudio de arquitectura, yo seguía con mi via crucis financiero, picando la piedra de la guita. La vida se volvía predecible pero no rutinaria, una amable meseta para compartir lo simple. Te venías grande, te dabas cuenta que no ibas a ser Keith Richards y que tampoco era tan grave. Entendías que vivir no era tirarse en ala delta en pelotas, ni nada de lo que apareciera en la tapa de las revistas. Habías estado en esa playa y el agua no era tan turquesa, las palmeras estaban desteñidas. Era como cuando veías la televisión en National Geographic, la majestuosidad del león, la curiosidad de la cebra. Si ibas y lo veías en persona el león tenía toda la melena pegoteada de pis y los mosquitos le daban vuelta alrededor de los ojos, el rinoceronte apestaba como si no se hubiera pegado una ducha en veinte días.
​El mundo estaba photoshopeado hasta la manija, si la gente pudiera apreciar la realidad de las cosas aunque fuera por un instante, no tendrían más remedio que matarse.
​–Nunca me decis lo que te pasa, Juan –Me dijo Mónica, mientras cenábamos bajo las impiadosas luces de la cocina–. Sos hermético.
​Después otro día, cuando salió de la ducha mientras yo terminaba mi café antes de ir a trabajar.
​–No sé, Juan, a veces siento que no te conozco –se me quedó mirando mientras terminaba de secarse el cabello con un desteñido toallón–. Te miro pero no consigo saber qué estás pensando.
​Y después, una vez que había llegado temprano del trabajo. Miraba la televisión pero no miraba, sólo veía formas que se movían con el volumen bajito, sentado en el sillón del comedor.
​–Qué hacés, Juan –llegó, ella, traía una bolsa del supermercado–. Me gustaría saber más de vos, lo que pensás cuando te quedás callado mirando una pared, cuando no decis nada.
​–Bueno –dije, estaba tomando un whisky pero no me quedaba casi nada, pasé la lengua por un costado del vaso intentando sentir otra vez el calor, como si fuera un oso que recuerda la miel–. Lo que me pasa es que me di cuenta que no te soporto. No sólo me aburre verte, te diría que me aburre hasta tener que cogerte. Y me preocupa un poco la verdad, porque me conozco y sé que es muy difícil que cambie, una vez que me pasa. No sé, como si se rompiera un vidrio. Me preocupa, te decía, porque me conozco y sé que no hay manera que se me pase este fastidio, no se me va a ir.
​A partir de ahí Mónica no preguntó más nada. Y hubo una reunión social, un cumpleaños en el que la escuché decirle a una amiga que una de las cosas que más le gustaban de mí era que no podía saber qué me pasaba por la cabeza, mis silencios.

11 comentarios:

Anónimo dijo...

Estbas muy harto de ella como para hablarle asi? Porque a mi me sonó bestial. Cuando uno se cansa se cansa, esta bueno por uno y el otro cortar por lo sano, pero con bisturí, porque con serrucho oxidado sólo desgarrás. Y eso es al pedo.
Comprendo tu hastío. Pero esa forma es hiriente.

El Demiurgo de Hurlingham dijo...

Fuiste demoledor con Mónica y a la vez la mencionás recurrentemente.
Tal vez haya una explicación efectiva y obvia. Pero es que soy un demiurgo, cuya opinión sólo importa a sus seguidores.

Saludos.

Juan Sebastián Olivieri dijo...

Dice Wikipedia: Sensei, desde el punto de vista de la filosofía, "el que ha recorrido el camino"
A mi me gusta más "gurú"
En todo caso está claro que sos un maestro en las artes marciales de la psicología. Cuántos quisiéramos tener algo de esa claridad a la hora de resolver. Felicitaciones!

alberto baru dijo...

Muy bueno.
Se lo leí a un amigo del barrio Los Eucaliptos de San Fco. Solano, y se cagó de risa.

J. Hundred dijo...

*anónimo! yo tenía un amigo, en la adolescencia, un amigo que tomaba cocaína. y mi amigo, si estábamos en una reunión social, o en un bar, o incluso en el ámbito laboral y volvía del baño de darse un passing shot. me decía 'me atacó el demonio'. no es exactamente así la situación, el fragmento, lo descripto, pero algo de eso hay. lo saludo.

*el demiurgo de hurlingham! hamelin también tenía seguidores. lo saludo.

*juan sebastán olivieri! como dijo el poeta: una de cal, y otra de viva. el poeta soy yo, qué la duda. lo saludo.

*alberto baru! a veces pienso en todos los dones que me fueron negados. pero yo hablo y la gente se ríe y está muy bien también. aceptación no es preferencia. lo saludo.

Frodo dijo...

Cuando creo que estás por tirar todo por la borda, vienes... ¡y te reivindicas totalmente!
Cada línea es el demonio y le da mayor sentido a ese infierno de Juan. Ese final, para mí, es un final enormemente feliz.

Festejé a carcajadas la contestación al Demiurgo, otra obra maestra de su afilada pluma.

Lo abrazo, genio.

José A. García dijo...

Una vez que te das cuenta de ese tipo de cosas, efectivamente, ya no hay vuelta atrás posible y todo (todo) es un desperdicio de tiempo.

Saludos,

J.

J. Hundred dijo...

*frodo! siempre me subestimaron. me atrevería a decirle que ser subestimado es una de las cosas que mejor me salen. lo abrazo.

*josé a. garcía! usted pertenece al exclusivo grupo de los idóneos, de los entendidos. lo saludo.

José A. García dijo...

5 años de convivencia de los cuales 4 y 1/2 fueron más o menos peor que los de esta entrada.

¿El punto final? Una vacaciones en las que de 10 días 7 llovieron y no pudimos salir de la habitación.

No explotó nada, simplemente todo (todo) se pudrió.

Saludos,

J.

Dany dijo...

"Como si se rompiera un vidrio"......no hay marcha atrás. Igualmente sabemos que le puso algunas fichas a Mónica. Abrazo. Dany

J. Hundred dijo...

*josé a. garcía! fatiga de materiales, así de triste. lo saludo.

*dany! una de las curiosas ventajas de ser yo, es que poner lo mejor de mí y no poner nada es más o menos la misma cosa. lo abrazo.