10.10.18

Una suerte de existencial equilibrio


–Para mí se trata de una suerte de existencial equilibrio –dije–. Lo que sucede es que llegó la modernidad, nos alejamos de la rueda y el fuego. Podríamos decir que nos perdimos en el camino.
Ella me miraba, yo no diría con entusiasmo pero sí con interés. El restaurante era bastante bueno, italiano, pequeño y acogedor, como si una madre sudorosa y de regordetas manos te estuviera amasando las pastas que ibas a comer. No era demasiado caro, además, había pedido un vino mitad de tabla. Era la primer salida, tampoco quería intentar parecer lo que no era.
–Te doy un ejemplo, para que veas –dije–. Me confundo las fechas, tampoco soy un estudiante de historia. Pero ponele que por el año 1300 fue la peste negra, en Europa. La gente se moría como moscas. Nada, lo que se conocía del mundo se redujo no sé, a la cuarta parte. Murieron millones de personas.
Ella soltó los cubiertos. Se había pedido una especie de lasaña de berenjenas que tenía buena pinta, pero más que nada porque estaba cubierta de queso gratinado. Había comido dos o tres bocados, era evidente que se cuidaba. Comer no era lo suyo.
–Y de pronto los médicos, los científicos de la época, van y descubren un grupo de gente, unos campesinos en determinada zona de Bavaria o Baviera, no sé, que no se morían –dije–. Los tipos seguían trabajando, en lo suyo, eran granjeros. Y estaban lo más bien, ¿entendés?
Ella tomó un sorbo de vino pero apenas, como si se mojara los labios. Yo había conocido mujeres que tomaban ginebra en La Giralda, una bailarina de tango que se tomaba un vaso de vino en dos tragos, te tenías que apurar para que no se tomaran tu parte de la botella.
–Y de pronto descubrieron, entonces –dije–, porqué. Por qué a ese pequeño grupo de personas no les sucedía nada, no se morían. Era porque trabajaban cosechando, entre otras cosas, cebollas. Dormían en un galpón repleto de cebollas. La cebolla suelta algo en el aire, no sé, que mata todos los virus, las bacterias. La cebolla hasta impide que te piquen los mosquitos, tiene propiedades mágicas.
–Muy interesante, la verdad, lo que me contás –se acomodó un mechón de pelo detrás de la oreja, intentó sonreír–. Aunque no sé a qué viene todo esto.
–Que desde acá te siento el aliento que tenés –dije–. Ni sueñes con que te chupe la concha.

4 comentarios:

Frodo dijo...

Sutil, su estilo me recuerda a Zamba:

https://www.youtube.com/watch?v=YsE8GAU47IY

Abrazo genio!

José A. García dijo...

Hay que tener las prioridades bien claras.

Y mejor suerte.

J.

J. Hundred dijo...

*frodo! a veces pienso que quien esto escribe, hundred, yo, tenía realmente cosas para decir y quizás por eso debió suceder algo diferente. algo que no ocurrió desde ya, y eso es lo que cuenta. lo abrazo.

*josé a. garcía! los olores humanos suelen servir de magistral manera para recordarnos la porquería que somos, lo inmundo de lo que estamos hechos. también está la flor de loto que nos permite entender que de lo más abyecto puede surgir algo hermoso, no esta vez. lo saludo.

Alelí dijo...

Nunca lo imaginé tan ortodoxo.