14.5.17

Resfrío


Estaba en el subte, yendo al centro, vivía por Chacarita. La mejor forma de moverse en la ciudad es por debajo de la tierra, como los roedores, como las ratas. De más está decir que no es divertido, viajar en subte, pero nada es demasiado divertido últimamente. No se usa más, divertirse, pasó de moda, como los pantalones pata de elefante.
​Debían ser las nueve de la mañana, y el subte iba cargado hasta las bolas. Todos íbamos para el mismo lado, a la misma hora, ése es el problema. La única forma de sobrevivir en la ciudad es ir al revés de la gente, pero para poder ir al revés de la gente deberías ser bien distinto al resto de la gente. No tener que trabajar, por ejemplo.​
​Ahí estaba yo, de pie, esperando que pasaran los veinte minutos que me dejarían en el microcentro, tratando de no pensar, tratando de no morirme de pena.
​Quedé parado frente a una hilera de asientos. Y justo sentada frente a mí, una chica. Era joven, era bonita y lo sabía, inclinada hacia el lado de la sensualidad. Había aprendido que la belleza era su arma para salir adelante en la vida y estaba dispuesta a utilizarla. Pero por ahora, hasta que lograra que su magia le permitiera subir en la pirámide social, todavía debía viajar en subte.
​Iba sentada, la chica, las rodillas juntas, su minifalda cortísima. Se pintaba los labios, se le marcaban los pezones puntiagudos por debajo de la camisa. Se miraba en un espejito, jugaba con la lengua, se arreglaba las pestañas. Se ponía contenta viendo los mensajes que recibía en su teléfono celular. Se reía tipeando una o dos palabras, ensayaba una mueca seductora, volvía a sonreír.
​Sabía que era observada y jugaba con eso. Parecía decir a cada momento ‘sí, estoy que exploto de buena pero no soy para vos, vos viajás en subte y sos pobre. Yo estoy para la salir en las revistas, ya me vas a ver y te vas a acordar’.
​El asunto fue, como suceden tantas cosas, de improviso. Yo venía resfriado desde el fin de semana por haberme metido en la pileta en la quinta de unos amigos. Comimos asado y nos metimos a la pileta, pero se hicieron como las siete de la tarde y había viento. Me resfrié.
​Y cuando me resfrío me pica la garganta, siempre. Es una sensación fea porque te pica, pero no te podés rascar. Te podés rascar el cuello si querés, pero no la garganta. Así funciona el cuerpo humano.
​Quise gargajear, apenas, dejar que subiera algo de la mucosidad que me raspaba el fondo de la garganta, pero no sé. Algo se aceleró, el movimiento cobró vida propia, se convirtió en una especie de tos. Fue un segundo.
​Me salió un moco, un animal parecido a una ameba, a un protozoo, a un aguaviva pequeña y gelatinosa de un verde intenso. Cayó, el moco, furibundo y autónomo, sobre la camisa de la chica, y un poquito sobre el teléfono celular, también.
​Viendo lo que había sucedido me salió inclinarme hacia adelante, tratar de algún modo de quitar el moco del centro exacto de la camisa de la chica, pero el moco se había prendido a la tela como una garrapata, y a los botones entreabiertos que daban paso al escote.
​El movimiento que intenté implicaba que le estaba tocando de algún cuidadoso modo las tetas mientras decía algo como ‘disculpame’ o ‘no pude’.
​Gritó, la chica. Un alarido como un bocinazo que no iba a terminar nunca, como la sirena de una ambulancia. Gritó mientras se ponía de pie y me daba un empujón, todo al mismo tiempo.
​Gritó y siguió gritando, la gente me miraba. Iba a ser un día largo, el subte se detuvo en Pueyrredón.

6 comentarios:

El Demiurgo de Hurlingham dijo...

Viajar en subte puede ser algo detestable, salvo en cuando hay pocos pasajeros. Es destestable cuando hay que entrar a presión. No lo es cuando se puede contemplar a una mujer como la que describís. Pero un resfrío puede arruinarlo todo, ser un énfasis en lo desastroso. Como un símbolo de todo lo que puede arruinar un día.
Saludos

Frodo dijo...

Una entrada que le hace honor al título del blog. Tal vez nos habremos cruzado en el subte Juan (con Ud. o con el personaje de su ficción, tal vez Ud. sea de los héroes salmones que no trabajan).
Debo decirle que una vez me sucedió pero al revés, una bonita chica me estornudó bien encima en el bondi. Uno de esos estornudos con efecto rociador. No el alcanzaban las palabras para pedirme disculpas, y los poros de la piel para apagar un poco lo colorado de la cara.
Me la aguante, con un poco de asco y otro de resignación para los testigos. Ese también iba a ser un día muy largo.

Abrazo!

Jorge Aureliano dijo...

El Bondi en Tucumán son la 5ta elevación del subte, eso supongo al menos.
Me enamoro a cada instante en los transportes públicos, me gusta ese constante fracaso con las chicas del bondi. La chica que describe me hizo acordar a varias mujeres, el moco soy yo.
Muy bueno Juan. Un saludo.

J. Hundred dijo...

*el demiurgo de hurlingham! cuando entendemos la cantidad de cosas que pueden arruinarlo todo en un instante y que están total y absolutamente fuera de nuestro control, bueno. la vida se vuelve infinitamente más amable. me comí un coelho con papas españolas, parece. 1saludo.

*frodo! a veces levanto la mirada durante algún viaje en subte y pienso ‘quizás he intercambiado palabras con alguna de estas personas, quizás alguien en este vagón sea una persona interesante’. pero enseguida veo cómo chorrea el candy crush de las pantallas y vuelvo a cerrar los ojos. 1abrazo.

* jorge aureliano! en el inferno del dante, está claramente explicitado que el bondi en tucumán se encuentra en un círculo superior al subte. y la frase ‘el moco soy yo’, tiene un altísimo contenido poético. lo saludo.

Dany dijo...

Impecable, Hundred! Un abrazo.

J. Hundred dijo...

*dany! como dijera el ícono del periodismo argentino, don bernardo neustadt: no me dejen solo. es bueno saber de usted, lo abrazo.