24.4.15

Atlas


Últimamente cojo con putas. Soy muy feo desde que puedo recordar, desde siempre. Y además perdí la paciencia. No tengo ganas de hablar con una retardada que te cuenta que va tres veces por semana al gimnasio, y lo cuenta creyendo que trotar en cinta equivale a ser Simone de Beauvoir. O una pobre piba que se compró un ventilador de techo y supone que eso la coloca a la altura de Janis Joplin. No sé, me pone triste. Son básicas, sin levantavidrios, me quitan las ganas de coger, en parte de vivir. Es algo que lamento pero qué se yo, también lamento las catástrofes aéreas, el hambre en Etiopía.
Así que cojo con putas, por aquello de ‘la función hace al órgano’. Una vez por quincena, una vez por semana si ando bien de dinero. Es un presupuesto.
Durante un año cogí con putas de Europa del Este. Checoslovacas, ucranianas, rusas, yugoslavas. Chicas muy delgadas que hablan español como el señor Alberto Olmedo cuando hacía de ‘Rucucu’, tienen tetitas pequeñas pero firmes. Llevan el cabello teñido de un negro absoluto, sus pequeños cuerpos flexibles y atléticos, como si de niñas hubieran tenido que trabajar en algún circo por un plato de comida.
Al año siguiente cogí con prostitutas asiáticas. Japonesas, coreanas, chinas también. Y tailandesas, y filipinas. Dominan ampliamente el arte de cabalgar, se te suben y te bailan un malambo arriba de la poronga. Chupan la pija con delicadeza. Después de coger te preguntan si te querés bañar y te ofrecen un té. Son calladas, sumisas.
Otro año cogí con prostitutas del norte argentino. Misioneras, salteñas, jujeñas, también correntinas. Tienen viciosas sonrisas y pezones grandes como hamburguesas. Mientras cogen suelen decir expresiones en sus lenguas nativas. Se calientan, a veces se calientan y cogen con entusiasmo, dicen ‘el primero es para vos, papi. Ahora me toca a mí’. Se tragan la leche, se dejan hacer la cola por lo general, con un leve incremento de la tarifa. Suelen tener un televisor encendido en el cuarto o en la cocina, donde miran dibujitos animados.
Eso es lo que hago, básicamente, para tener algo parecido a una vida sexual.
Suele suceder, en alguna cena con amigos, que alguien pregunta dónde fui de vacaciones. Casi de inmediato suelen agregar:
–Deberías viajar más, Juan. Viajar te permite conocer otras culturas, te abre la cabeza.

7 comentarios:

El Demiurgo de Hurlingham dijo...

No está mal, nada que criticar.
Y me parece una interesante forma de conocer diversas culturas.
Me parecieron interesantes las de Europa del este. Y las del norte argentino.

WOLF dijo...

Uff... menos mal..!!! me estaba quedando sin uñas...

J. Hundred dijo...

*el demiurgo de hurlingham! como decía aquel prohombre del referato argentino, el señor francisco ‘pancho’ lamolina: juegue!

*wolf! desconozco.

Anónimo dijo...

Esta bien, el tipo viajaba a través de su poronga.

J. Hundred dijo...

*anónimo! algo así.

Mr. Kint dijo...

Usted, mediante esta tan simple como enriquecedora experiencia, ha redifinido íntegramente el concepto de turismo sexual.
Lo abrazo

J. Hundred dijo...

*mr. kint! a veces me resulta por demás increíble, no paro de ayudar. lo abrazo.