6.10.14

Una anécdota de mi padre


Recuerdo una anécdota, una anécdota de mi padre. No, ya sé, no te importa, además no conociste a mi padre. Mi padre murió, de hecho empecé a escribir estas estupideces cuando murió mi padre. Sabía que me iba a tapar un maremoto de tristeza, la tristeza más alta y más profunda que yo jamás hubiera experimentado. Me pareció que si escribía, que si tenía algo para hacer cada mañana, un lugar donde dejar cucharaditas de mi alma, bueno, eso podía llegar a ser una suerte de antídoto. Me equivoqué, la tristeza igual me pasó por encima. Me estoy yendo del tema.
La anécdota, lo que te quiero contar, de mi padre. Fue más o menos así.
Llegaba mi padre de trabajar, a eso de las ocho de la noche. De traje y corbata, andaba siempre con un maletín, cargado de papeles.
Era verano, hacía calor, un calor del carajo, no teníamos aire acondicionado ni nada que se le parezca. El sol pegaba toda la tarde en la cocina, la casa hervía.
Llegó mi padre, de trabajar. Hecho sopa. Era gordito, le apretaba la corbata, se notaba que sufría el calor. Le caía agua de la cabeza, de la frente. Besó a mi madre, se sacó el saco. La camisa estaba empapada, como si hubiera estado combatiendo en Vietnam, tan metafórico como cierto. La mesa ya estaba puesta. Lo esperábamos para cenar temprano, esa era la rutina.
–¡Estás empapado! –dijo mi madre.
–¡Estás todo mojado! –dijo mi hermana.
Yo en ese entonces ya estaba preocupado por mis temas. Estuve preocupado desde que puedo recordar, desde siempre. Sabía que mi vida iba a ser un desastre, lo presentía. Te diría que yo la crisis de los cuarenta la tuve a los once. Así que no le daba mucha bola al mundo en general, ni a mi padre en particular. Seguí con lo mío, no dije nada.
No sé, quizás mi madre hizo un risueño comentario, mientras le servía un vaso de agua fría (mi madre quería a mi padre, eso lo recuerdo bien, estoy seguro). Mi hermana le sugirió que se cambiara, que se pusiera un short para estar más cómodo. O que antes de cenar se diera un baño. Viste qué calor que hace. 
Mi padre fue a su cuarto, que estaba al final del pasillo y a la derecha. Mi madre comenzó a servir la cena. Volvió, mi padre. 
Iba igual que como había llegado, vestido. Con zapatos, pantalón de traje, camisa, corbata. Había sacado del placard un acolchado. Era un acolchado de los de antes, relleno de plumas, para una cama de dos plazas. Se había envuelto, él, con el acolchado. Como si fuera un poncho.
Y se sentó, muy tranquilo, a la mesa.
Lo miramos. Quizás mi madre se rió, o le dijo que estaba loco, o le preguntó qué hacía.
–Tengo frío –dijo. Y se puso a comer, asomando apenas las manos por debajo del acolchado, veía el noticiero, como si fuera un esquimal en medio del hielo. Como si fuera la cosa más normal del mundo. Le caía agua de la cabeza, sobre el plato.
Esa es la anécdota que más recuerdo de mi padre. Y es quizás todo lo que hace falta saber sobre cómo enfrentar la adversidad, a lo largo de la vida. Sí, estoy llorando, no, no me pasa nada.

11 comentarios:

WOLF dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
WOLF dijo...

Se me viene a la mente una frase que, con diferentes formatos, digo cada vez que la adversidad me tiene en la mira: Conmigo no vas a poder.... Quiero retruco...!!!

J. Hundred dijo...

*wolf!

*wolf! algo así. lo saludo.

Manulisa dijo...

Hermoso recuerdo, muy bien contado.
Una anécdota que lo pinta de cuerpo entero. Un capo su padre.
Un abrazo Juan.

J. Hundred dijo...

*manulisa! uh, gracias por entender. hacía tanto que alguien no me entendía que ya me había olvidado cómo es, qué se siente. le mando un beso en la frente.

Juan Sebastián Olivieri dijo...

Hacen falta pocos detalles para querer a alguien.

¡Impecable!

J. Hundred dijo...

*juan sebastián olivieri! sí, querer no requiere mayores explicaciones. lo saludo.

Mr. Kint dijo...

Muy sentida la historia. Algo me dice que su padre era un tipo fenomenal.
Y sí, lo de estar siempre metido en sus propios temas es algo que me suena conocido.
Lo abrazo con detenimiento.

J. Hundred dijo...

*mr. kint! sí, mi padre era un tipo fenomenal. pero a veces, a la gente que es genial no se lo decimos, y a la gente que es la mierda pura, bueno, quizás tampoco se lo decimos. ‘qué desencuentro’, dice el tango. hay abrazos que son reparadores, le agradezco.
http://www.youtube.com/watch?v=vt9wygq1kSo

Viejex dijo...

Usted suele decirlo con mucho más arte que nadie, eso de que la vida es una mierda. Pero yo, que soy uno de esos boludos optimistas, me sigo negando a ver los vasos mediovacios -cuando no vacíos del todo- que hay por ahí. Y ya bien pasados los 40 me entristezco como usted al recordar a los que ya no están, me reprocho las acciones y las omisiones -como todos, creo- pero me sorprendo con una sonrisa al poder disfrutar, recién ahora a un Goyeneche. Hay algo raro en la melancolía, tiene algo dulce, algo inexplicablemente triste y a la vez reparador. No me haga caso, ni yo sé muy bien que quise decir. Saludos

J. Hundred dijo...

*viejex! no importa si alguien ve el vaso medio lleno, si alguien ve el vaso medio vacío, si alguien se afanó, el vaso, si alguien se metió, el vaso, en el culo. hay algo raro en la melancolía, eso sí. celebro su sensibilidad. lo saludo.