Entré al subte. Sí, entré al subte. No, no vivo en
Montecarlo, ni estoy filmando un documental en el Congo sobre la vida del
gorila plateado. Te cuento lo que me pasa.
Entré al subte, debían ser las nueve de la mañana. A esa
hora la línea B estalla de gente.
–¡A ver, forros, si me escuchan! –Hice parlante con las
manos, grité bien fuerte. Soy alto, además, casi un metro noventa– ¡Presten
atención, les voy a contar algo!
Alguien tosió, un chico cerró el libro que estaba leyendo.
Había un vendedor que vendía unas linternitas. Apagó la linternita, hizo
silencio.
–Fracasamos –dije–. Fracasamos todos. Estamos acá porque
fracasamos. No nos salió nada de lo que queríamos ser cuando éramos chicos.
Estar acá es la muerte, es peor que estar muerto.
–No se hagan ilusiones –proseguí–. Ni se les ocurra pensar
que esto es temporario. Lo temporario es permanente. Vas a seguir casada con
ese imbécil hasta que se muera de un infarto, y después vas a tratar, con lo
que queda de vos, tu mendicante fuselaje, de buscar otro imbécil, más o menos
parecido. Vas a trabajar en esa oficina otros veinte o treinta años. Y te vas a
poner triste cuando te digan que se vendió, el banco, la empresa, a otro banco,
a otra empresa.
–No hay más nada –tuve, por un instante, un acceso de
llanto, pero logré sofocarlo–. La vida es una mierda, vamos como valijas en una
cinta transportadora que gira y gira sin que nadie nos elija. Vivimos de
imaginar una semana en Pinamar, un cumpleaños, cambiar el auto. Pero no sirve, vivimos de algo que existe
solamente en nuestras mentes y no sucederá jamás. Y si sucediera, algo de lo
que esperamos, jamás será como lo esperamos. Se enchastraría inmediatamente de
nuestra pútrida y pestilente realidad. La única forma de no estar acá sería ser
otro, pero no nos sale ser otro. ¿No sienten? ¿No sienten cómo gotea la
tristeza de nuestros mugrientos corazones?
–Estamos muertos –hice una pausa, respiré hondo– ¡Estamos
muertos, pelotudos! La vida no tiene sentido. Nada, eso.
Dos o tres personas aplaudieron. Una señora se acercó, me tocó
un hombro, y me dio dos pesos. Un pibe muy flaquito, de lentes con vidrios
verde claro, me preguntó si yo daba clases de stand-up comedy. Me dijo que
tenía todos los capítulos de Seinfeld grabados.
El vendedor de linternitas volvió a encender la linternita. De
algún celular sonó el chikichi de una cumbia. Me tenía que bajar en Callao,
pero justo se desocupó un lugar y me senté. Me quedé sentado.
6 comentarios:
"Also sprach Juan Hundred" podría ser el sobrenombre de esta entrada (lo de oficinista viene a tono con unos de sus posts anteriores).
Es que a veces me gustaría reescribir el final de ese gran texto de Abelardo Castillo y pienso que el señor Nuñez tendría que haber volado por los aires la oficina de La Pirotecnia, parar luego erigir ahí un monumento antioficinista; maldito cadete! Pero me doy cuenta que no cambiaría nada y que por eso el final es simplemente perfecto.
Muy bueno lo suyo, Hundred.
Abrazo
"
*mr. kint! uh! me agarró distraído, con la guardia baja, y me tiró con un cuento que leí hace tanto pero tanto tiempo. piense además, lo que todavía mejora su intervención, es que la gente que suele visitar estas precarias playas, si uno les preguntara quién es abelardo castillo, responderían, sin mayores dudas, que es el número 4 de lanús. recomiendo con énfasis leer el cuento completo. debo reconocer, muy a mi pesar, que al lado de un cuento de abelardo castillo, mis escritos tienen la relevancia de un pedo en una tormenta eléctrica. lo saludo con respeto.
http://www.taringa.net/posts/arte/8709760/Also-sprach-el-senor-Nunez-de-Abelardo-Castillo-cuento.html
Bueno, yo no soy un visitante frecuente pero siempre me gustó el cuento de Castillo...
Si buscamos antes de Abelardo, seguramente encontraremos más parecidos, aquí, allá y en todas partes.
Es que ese sentimiento existe y cada uno lo expresa como puede...
Por hoy, gracias! Es una lástima tener que aceptar que conozco el sentimiento y no poder afirmar que el amor incondicional está convirtiendo la Tierra en un paraíso.
*alejandro cossavella! es probable que el amor incondicional esté transformando la tierra en un paraíso, aunque, usted sabe, lo mal que anda el correo. quiero decir, quizás a mí todavía no me llegó la carta. lo saludo.
Llegué acá desde Carne con alambre. En realidad llegué a la primera entrada, y de ahí caminando hacia atrás como michael jackson hasta acá. Me gusta lo que escribís y cómo, sobre todo. Elegí comentar en este texto porque pensé inmediatamente en Also sprach el señor Núñez, que me parece un cuento brillante. Seguiré pasando seguido. Saludos!
*lola! el cuento del señor abelardo castillo es, como dice, brillante. pase entonces, póngase cómoda, deje su ropa al lado de la mía, usted me va a saber disculpar si no estoy a la altura de las circunstancias. ¿cómo? ¿usted quiere saber de qué circunstancias? no importa, una de mis especialidades es no estar a la altura de las circunstancias, sin importar, desde ya, la circunstancia. ahora sí, la saludo.
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