–Yo en tu lugar hubiera hecho lo mismo –le digo, para que entienda que en su lugar yo hubiera hecho lo mismo.
–No me culpes –dice ella.
–No te culpo –le digo, para que entienda que no la culpo.
Pero se incomoda, hay algo que la perturba y la fastidia. Le cuesta comprender cómo es posible que su fantástica vida se haya ido a la mismísima mierda sin excusas y se la pasa mirando por el espejo retrovisor de la existencia con la trivial intención de averiguar en qué momento, en qué curva dobló para un lado cuando debió haber doblado, quizás, para el otro lado. Ella me pide sin saberlo que la ilumine por un instante con mi fantástica linterna porque ya casi no resiste, no puede soportar su tan tremenda noche. La noche más oscura se llamaba una película creo, no importa, qué carajo importa la película, pero el título es buenísimo.
Pero no puedo hacer eso, no debo hacerlo porque si lo hiciera entonces ella descubriría que al alejarse de mí se fue apagando como una estrella agujereada y eso la haría sentir peor, eso sería aún más cruel que dejarla abrazada a la infinita oscuridad que la acompaña.
Así que le digo que la veo mejor que cuando estuvimos juntos, más linda que cuando la conocí, llena de inquietudes, de proyectos.
–Te va a ir muy bien.
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