20.4.21

Paquete para el señor Hundred


Tocaron el timbre, raro. Conozco algo de gente, claro, como todo el mundo. Pero no recibo visitas, no tengo vida social por decirlo de algún modo. Casi no atiendo.
–¿Sí?
–Paquete para el señor Hundred –dijeron por el portero eléctrico.
Bajé.
Miré desde adentro ni bien bajé del ascensor. La puerta de entrada del edificio es de madera, pero tienen a un costado un gran panel de vidrio. Pensé en donde vea algo raro, alguien que te quiere vender algo, o un par de personas que quieren darte un folleto y decirte que Cristo es el camino, bueno. Ni siquiera los puteo, simplemente me meto de nuevo en el ascensor y listo.
Pero no, un tipo vestido de violeta clarito, y la gorrita con la inscripción de ‘OCA’. Un tipo bajito además, con lentes, algo encorvado. Inofensivo me pareció. Tenía una caja en la mano. Una caja de cartón, no excesivamente grande, rectangular.
–Buenos días –dije.
–¿Hundred?
–Sí –dije.
–Una firmita, nada más –Le firmé una planilla, hice un garabato. Se sonrió, me dio la caja.
–Gracias –dije–. Qué raro.
El tipo saludó y se fue. Me quedé por un instante ahí, con la caja en la mano. ¿Papeles? ¿Un libro? No, ni siquiera eso, no pesaba tanto.
Miré el paquete, nada. Mi nombre y mi dirección. Me mudé hace poco, no se lo dije a nadie. Sacudí la caja, nada.
Sonó un bocinazo y una puteada. Un auto que dobló bruscamente sin hacer el guiño. Pasó una señora con su perro que siempre pishaba en el mismo árbol. Un Schnauzer miniatura, lo tenía visto.
Raro, todo muy raro. Abrí la caja, metí la mano.
Una bombacha. Eso es lo que había. Ni una carta, ni una nota, nada más que una bombacha. Blanca, la bombacha, de algodón, con ositos dibujados, pequeños ositos. Y un fino detalle en el elástico, no sé cómo se llama eso.
Nada, sin identificación, quién podía haberme enviado una bombacha. Cuál era el significado.
Entonces, como un acto reflejo, apreté la bombacha en un puño y la olí. Hundí mi nariz y respiré. Ahí estaba tu olor, el olor de tu vagina fresca, recordándome que lo mejor que me había pasado en este mundo estaba, justamente, en algún recóndito pliegue del pasado.
Caí de rodillas sobre la vereda, me desmoroné, todavía con tu bombacha apretada contra mi nariz. Lloraba, lloraba como un chico, y la gente que pasaba me miraba con una mezcla de comprensión y empatía. Esas cosas que se suelen sentir en presencia de alguien al que acaban de darle una pésima noticia, alguien que acaba de enterarse de algo malo.

5 comentarios:

José A. García dijo...

Comprensión y empatía, dos de los bienes más escasos en la sociedad del 2021.

Ese tipo de apariciones te parten al medio y cada vez es más difícil volver a unir los pedazos.

Saludos,

J.

Dany dijo...

Y ahí estás aferrado a la bombacha y al blog. Abrazo

J. Hundred dijo...

*josé a. garcía! yo conocí una chica que decía la frase ‘se juntan los pedazos y se sigue’. me gustaba la frase, la chica también. lo saludo.

*dany! cuando el señor carlos alberto garcía moreno era charly garcía, bien al principio, compuso y cantó aquello de ‘tomate del pasamanos, porque antes de llegar, se aferraron mil ancianos, pero se fueron iguaaal..’. nos aferramos a lo que podemos aún sabiendo que no sirve absolutamente para nada, pero qué otra cosa podemos hacer. lo saludo.

José A. García dijo...

El tipo de sabiduría de esa chica es, también, un bien en franca decadencia. Y más aún si la chica estaba "buena"

Saludos otra vez.

J.

Frodo dijo...

Paquete:
(delinc.) embaucar.// (pop.) Persona bien vestida, elegante, acicalado // señora que acompaña a su hija al baile o reunión vigilándola// boxeador fuera de forma, excedido en peso// persona torpe o pesada// cosa o negocio bien presentado// mujer sin atractivos.

Lo abrazo, a la distancia