10.12.20

Resuena en mí


Pasó algo, quiero decir, descubrí algo, algo que yo no esperaba. Me pasó mientras buscaba, supongo que como todo el mundo durante la adolescencia más que nada. Cuando se te abre el abanico de la vida antes tus azorados ojos y vos descubrís, casi al mismo tiempo, aquello que te gusta, y que deseás creer, bueno, en algo.
Está lo tradicional desde ya, uno va al colegio, se supone que si podés vas a estudiar algo. Pero no estoy hablando de eso, no, porque hay tantísima gente ahí afuera que son contadores o abogados porque sí. Si les preguntás por qué son lo que son, por qué estudiaron lo que estudiaron, lo más probable es que no te respondan, que sonrían o hagan silencio. Quizás te digan ‘no sé, mi papá era contador’, o ‘tenía una tía que era dentista y siempre me daba un caramelo’, o ‘tenía que estudiar algo’.
Yo me refiero a la vocación, aunque no sé por qué no me gusta esa palabra. Hay gente que de chiquitos destripan un hámster con un cuchillo Tramontina y uno sabe que van a ser cirujanos, o alguien que lo único que pide para su cumpleaños es un juego de magia. Después viene el deporte, las actividades que podríamos denominar ‘artísticas’, creo que esos serían los dos grandes rubros a los que me estoy refiriendo, de los que estoy hablando.
Entonces, vuelvo a lo que descubrí. Y lo descubrí quizás, justamente, porque yo no era bueno en nada. Probé con el ajedrez, con la natación, después con la literatura, diría que dejé lo mejor de mí ahí, en eso, pero sin mayores resultados.
Fracasé, por decirlo de algún modo. Fracasé en todo lo que podía ser importante para mí, en todo lo que me gustaba. Pero mientras fracasaba, y acá viene lo que te quería contar, mientras fracasaba con todo mi ser, descubrí que el talento en cualquiera de sus manifestaciones, lo genial en cualquiera de sus variantes, resonaba en mí.
Si yo escuchaba un tema de rock que fuera diferente, que iba a ser diferente a los otros tres millones cuatrocientos ochenta y dos mil temas de rock de ese año, lo percibía de inmediato. No sé, una sensación, podía ser leyendo la página de un libro, viendo un cuadro, una gambeta de Jay Jay Okocha, no importaba la actividad, ni que yo fuera un completo adoquín en la práctica de la misma.
Lo genial resonaba en mí, en mi genialidad que por algún motivo jamás se había manifestado. Una extraña sensación, algo imposible de poner en palabras. Una tan agradable como gratificante sensación de saber que algo genial también habita en uno y es lo que reconoce la genialidad exterior y se pone a ronronear de alegría, casi de inmediato.
No, bueno, respecto a por qué nos estamos viendo no es que haya percibido, para serte sincero, nada genial en vos. No rompés demasiado las pelotas, cogemos un rato.

5 comentarios:

Alelí dijo...

No será nada genial esa mujer pero amerita unos cuántos párrafos para explicar sus encuentros. Algo es algo...

El Demiurgo de Hurlingham dijo...

No romper las pelotas y tener sexo puede ser una clase de mérito.
Saludos.

J. Hundred dijo...

*alelí! claro que sí, estimada. alguien que haya sostenido mis testículos entre sus manos en una posición tan particular, tan característica, como si de un cuenco que intentara contener la fuente de la vida misma se tratara, bueno. merece toda mi consideración y respeto. y mi agradecimiento desde ya, yo me conozco y soy, cómo decirle, un sujeto horrible, un repugnante ser. la saludo.

*el demiurgo de hurlingham! estimado, usted tantísimas veces ha venido a estas precarias playas a decir, bueno, imbecilidades del más diverso tenor. pero fíjese que esta vez no, esta vez lo que dice es acertado y pertinente, y nos permite creer en el remanido concepto usado hasta el hartazgo por el cristianismo. sí, claro, la redención. lo saludo.

Frodo dijo...

¡qué grande Jay-Jay Okocha!

Felicidades Juan. Pasala bien, o lo mejor que puedas

J. Hundred dijo...

*frodo! so be it. lo saludo.