25.7.10

Polea

En la calle. Una madre, que tiene a un niño, un niño pequeño, de la mano. Usa la otra mano, la mano libre, la madre, para sacudirle un cachetazo que suena como los cachetazos de las revistas de historietas. Un ¡paf! de inusual potencia hace que el chico quede desconcertado y aturdido, mientras la mejilla alcanza un rojo bermellón a pesar del frío.
El chico tiene, en la otra mano, una correa, la correa termina en un perro, un perro mediano, un labrador, color té con leche. El chico toma aire, se ha soltado de la mano de su madre, se masajea la mejilla todavía dolorida. Entonces, con un diestro movimiento, descarga una corta patada, un patadón con uno de esos zapatos de suela de goma que todos usamos cuando fuimos chicos. Un certero puntinazo en el flanco del animal.
El animal lanza un aullido, lo más parecido a un llanto, sorprendido por el dolor que lo hace intentar alejarse del niño hasta donde se lo permite la extensión de la correa.
Yo, que espero que el semáforo cambie de color para poder cruzar, me agacho, acaricio la cabeza del animal. Es un buen perro, algo aburrido de vivir en un departamento de no más de sesenta metros. Tiene derecho a dos salidas diarias de diez o quince minutos, siempre atado, y el resto del día permanece encerrado en un lavadero. Hay un balde naranja, un escobillón, y él se acuesta sobre una vieja frazada. Sueña con un parque, con una pelota, con una playa.
–Hola, capo –me arrodillo, le acaricio la cabeza. El perro me lanza un mordiscón. Es repentino, preciso como un láser. Los dientes traspasan la carne, un segundo, me suelta, por que quiere, pero antes de soltar también me mira y es claro que podría seguir apretando, lastimarme con mayor profundidad.
–¡Ah! –me sale sangre, no mucha, al principio nunca es mucha, hay un instante donde no es mucha. De tres puntos diferentes de mi palma derecha. Y dos puntos del dorso, también. Aumenta, la sangre, crece, se hace más.
Y yo estoy ahora escribiendo la historia. Quizás no entendés. Quizás no significa nada.

8 comentarios:

A.R.N. dijo...

una teoria, nueva, reciente, de hace dos segundos, afirma que la energia negativa se propaga linealmente de uno en uno. siendo este el caso, usted podria continuar con la linealidad de la misma y pellizcar a la madre, al hijo y/o al perro. otra teoria, nueva, mas reciente, de hace un segundo, afirma que la energia positiva se propaga en proporcion de uno a cien, y que es lo mejor para contrarrestar los efectos daninos del negativismo. entonces y ahi vamos llegando a la conclusion, si la cadena de acontecimientos en que nos vimos envueltos no nos satisface, nada mejor que crear la nuestra propia, una en la que recibamos lo que demos, que demos lo que queremos recibir.
por lo pronto, por el dia de hoy, para generar mi propio circulo de cosas lindas, le mando un precioso beso grandote que espero que genere una sonrisa real ( tampoco creo en las sonrisas virtuales).

OPin dijo...

Muy buen relato. Una pintura real de falencias reales que rigen nuestra sociedad, o a cualquier grupo que reúna a más de un ser humano. (el pobre perro jamás se motivaría en aquello que uno supone se desprende del relato)
Ojalá fuéramos tan buenos bichos, que largáramos pronto a la presa. Pero el chico se fue con la mamá a casa y deberá llevarla con él el resto de su vida.
Un abrazo

leandro molins dijo...

muy bueno, si quizas no entienda nada.

LeO dijo...

Hubiera esperado que arrastre a la madre de los pelos unos cuantos metros, más no sea los necesarios para llegar del otro lado de la calle al momento de abrir el semáforo.


Pero claro, Ud. prefiere descargase con nosotros...

Mr. Kint dijo...

Hay algunos relatos que cuentan con una línea argumental manifiesta que atraviesa el texto de la primer a la última línea, digamos que el autor la clavó allí con el propósito que sea evidente, rígida, inescrutable. Hasta parece tener un comienzo y un final; sensación de finitud.
Sin embargo, a veces, aparece algún trasnochado, generalmente un ignorante, uno que ni siquiera lo entiende, y con la impunidad de la inconsciencia quita la forja de la roca sin siquiera darse cuenta; y juega, la arquea, la dobla, le falta el respeto, la deja hecha un flota-flota.

Lo que digo es que usted bien podría haber obrado de otra manera, jugado otra carta, por ejemplo, proporcionándole un soberano pijazo a la madre, digo, como para cerrar el círculo, para cortar con esta sucesión de brutales sopapos que nos estamos dando.
Saludos

J. Hundred dijo...

*a.r.n.! su precioso beso grandote es bienvenido.

*opin! poquísimas veces, que yo pueda recordar, un comentario consigue mejorar alguno de mis fragmentos que le dieron origen. pasan por aquí por lo general a decirme que soy un pelotudo, o un genio, o ambas cosas a la vez pero mucho más lo primero, o tratan de surfear apenitas sobre la parte menos profunda de la idea (que, por increíble que parezca, cómo puede ser, a vos te parece, se me ocurrió a mí), o me señalan que lo que escribí no es inteligente, ni interesante, ni original. a veces me dicen que conocen un tipo con el pito más largo, o más ancho (o tienen ganas de conocerlo, aunque eso quizás no lo dicen, prefieren conservarlo en el territorio del anhelo), a veces me dicen que tienen un póster de samantha farjat pegado en el cuarto que es infinitamente mejor que cualquier cosa que yo sea capaz de escribir, en fin. quizás estemos en presencia de una de esas veces. un abrazo.

*leandro molins!

*leo! cito a jh, me cito a mí, me agarra usted autorreferencial hasta las bolas: ‘y yo estoy ahora escribiendo la historia. quizás no entendés. quizás no significa nada’.

*mr. verbal kint! es claro, evidente hasta la desmesura, que se ha hecho carne en usted, quizás mediante el curioso pero no por eso menos eficaz método de la gota en la piedra, aquella sarmientina semblanza. sí, lo de ‘con la pija, con la pluma y la palabra’. es probable entonces que, a quien tengamos que ofrendarle el redentor pijazo, sea a una de sus maestras de la primaria. no se fije mucho en el estado psicofísico de esa noble mujer, cierre los ojos y avance con lo mejor que tenga, trate de estar a la altura del homenaje.

Mr. Kint dijo...

Removeré cielo, tierra y feisbu para encontrar a esa seño. Después le cuento.

Releo su texto y pienso que si algún día me cruzo con usted en un sitio cualquiera, en la barra de un bar, en el vagón de un subte, en la apertura de una unidad básica en Gonzalez Catán, en cualquier lugar, como homenaje a este texto suyo le pediría que me acompañe en una canción, un dueto, aprovechando el encuentro, a pesar de lo paradójico del título

La araña que salvaste te picó (¡qué vas a hacer!). Y el hombre que ayudaste te hizo mal (¡dale nomás!). Y todo el carnaval gritando pisoteó la mano fraternal que Dios te dio.
(...)
Por eso en el total fracaso de vivir, ni el tiro del final nos va a salir.

Abrazo

La lectora dijo...

Debo confesarte que estoy tratando de ver de qué forma soy (somos, cada lector) la continuación de esto. Si la madre cacheteó al niño, el niño pateó al perro, el perro te mordió y vos escribiste esto (que ahora yo leo), cuál será mi acción que continúe con la cadena?