Pero, siempre hay un pero. La mente es en mi opinión el más delicado de los mecanismos. Un mecanismo de una fragilidad y precisión inaudita, creo que todos coincidiremos en eso. Para el cerebro, si ustedes me acompañan con la imagen, incluso así se le dice, cuando uno se refiere a esa zona, a esa parte de la cabeza, suele referirse a la misma como ‘el frasco’.
Para ver qué pasa, entonces, para estudiar el mecanismo, es preciso abrir el frasco. Y para abrir el frasco, cualquiera de ustedes lo recordará perfectamente, ya sea de mermelada o mayonesa o aceitunas, la técnica es bastante rústica. Hay que dar un golpe, hacer un movimiento de torsión tan brusco como enérgico, meter un cuchillo de costado para, después de un sonido similar a un soplido, a una exhalación, poder hacer saltar la tapa.
En el caso de las aceitunas, en el caso de la mayonesa, en el caso de la mermelada, la maniobra no acarrea mayores perjuicios. Pero en el caso de la mente, bueno, algo salpica, algo del contenido se toca, algo se jode y después no hay forma de arreglarlo por más buenas intenciones que se tengan.