21.1.17

Shock anímico


Una de las formas más seguras de curar a una persona de prácticamente todos sus trastornos psicológicos consiste en meter, a la persona, de noche, al mar.
No es complicado de hacer, en absoluto. Se concurre a cualquier playa de la costa atlántica, estamos hablando de un viaje de no más de cuatro horas, desde la capital.
Lo mejor por supuesto es ir fuera de temporada, y sí, va a hacer frío. Es parte constitutiva de lo que tiene que pasar.
Uno va al lugar, se debe concurrir a las doce de la noche, a la playa. Se le indica entonces a la persona que debe realizar lo que se le ha explicado previamente. La persona debe desnudarse y caminar hacia el mar. Meterse al mar, de eso se trata. Entrar en el agua hasta que el agua cubra la totalidad del cuerpo, excepto la cabeza.
Y listo, quedarse así, por tres o cinco minutos, flotando, ni siquiera es preciso nadar. No se ve nada, claro que no se ve nada, es parte de la idea. La persona flota en el agua, desnuda, en medio de la más absoluta oscuridad.
Es un choque anímico de una absoluta contundencia. La persona descubre la fragilidad de los piolines que sostienen una vida. Entiende, al mismo tiempo, que no maneja nada. Está, el sujeto, precisamente sujeto a fuerzas muy superiores a su capacidad de comprensión y raciocinio. Es algo que le sucede, le está sucediendo, no se puede explicar con palabras. Es un estado de percepción pura que excede la conceptualización. No se puede racionalizar.
Y se le van, como por arte de magia, a la persona, los miedos, las fobias, esa angustia tan existencial y única. Se borra de su mente la tristeza que le mastica el alma, el stress, la melancolía, cualquier forma de ansiedad.
También se puede hacer que cuando el sujeto sale del agua, purificado por decirlo de algún modo, descubra que el terapeuta se ha ido. Se ha llevado la ropa de la persona, sus efectos personales, el dinero, el teléfono celular. No, esa parte no tiene nada que ver con lo específico del tratamiento. Esa parte es para recordarle que la vida continúa.

5 comentarios:

El Demiurgo de Hurlingham dijo...

Creo que ser paciente de esa terapia es más riesgoso que ser un paciente de Dr. House.

J. Hundred dijo...

*el demiurgo de hurlingham! le cuento una nimiedad. en una oportunidad el filósofo oscar ruggeri se la tenía jurada a un jugador brasileño. ambos estaban jugando en distintos clubes de españa, y habían tenido algún problema en un partido de selecciones. el señor ruggeri le había avisado a su par de brasil que iba a vengarse. empieza el partido, y ruggeri agarra al jugador brasileño y le aplica una criminal patada. el jugador brasileño no puede continuar el partido, lo tienen que sacar en camilla. mientras se lo llevan, ruggeri se acerca al oído del jugador y le dice ‘no te vayas, que todavía no te pegué’.

Juan Sebastián Olivieri dijo...

Me lo había perdido. Al escrito. Me lo había perdido por culpa de esa manía anual de tomarme vacaciones. (Lo anterior para excusar el comentario fuera de fecha).
Quiero decir que es tan extraordinario el artículo, la descripción de la cura, como pocas veces he leído. Y mire que he leído. Maravilloso.
Lo felicito Sir Hundred.

Juan Sebastián Olivieri dijo...

Me lo había perdido. Al escrito. Me lo había perdido por culpa de esa manía anual de tomarme vacaciones. (Lo anterior para excusar el comentario fuera de fecha).
Quiero decir que es tan extraordinario el artículo, la descripción de la cura, como pocas veces he leído. Y mire que he leído. Maravilloso.
Lo felicito Sir Hundred.

J. Hundred dijo...

*juan sebastián olivieri! usted quiere decir que irse de vacaciones es una experiencia, cómo decirlo, de algún modo más gratificante que leerme a mí? usted, en este sencillo pero no por eso menos emotivo acto, me aclara tantísimas cosas. lo saludo.

*juan sebatián olivieri! lo saludo again.