7.1.17

No es tan sencillo


Pasaba por esa esquina todas las mañanas. Había, siempre, un mendigo. Dormía ahí, tenía dos perros y una precaria camita hecha de ropa. Permanecía echado, el hombre, sin molestar a la gente que pasaba, lo que equivalía a decir sin molestar a nadie. Tampoco pedía. Estaba descalzo, mugriento, y para todos los vecinos se había ido transformando en parte del paisaje. La policía no lo corría, él simplemente estaba ahí.
–Perdón –dije, me detuve, me incliné un poco ya que él estaba sentado, con la espalda apoyada contra la pared–. Buen día, quería saber si necesita algo.
Lo sorprendió mi pregunta. No la esperaba, o estaba en otro lugar. Su traslúcida mirada, sus ojos casi transparentes en medio de un rostro manchado de mugre, el cabello pringoso y revuelto.
–Si necesita algo –dije– ¿Lo puedo ayudar en algo?
–Ehh, bueno –se incorporó, apenas. Se frotó los ojos con un antebrazo–, Café, o café con leche. Hace frío.
–Bueno –dije.
–Tome –volví. Había ido hasta una heladería cercana. Le dejé, entre las piernas, un kilo de helado. Granizado de dulce de leche y frutilla.
A la semana siguiente volví a pasar.
–Buen día, señor –dije–. Quería saber si lo puedo ayudar en algo.
Me miró, el hombre. Se rascaba entre los dedos de los pies. Parecía tener hongos y sarna.
–Sí –dijo–. Hace un par de días que no como. Me gustaría comer, una hamburguesa, con papas fritas.
–Por supuesto –dije–. Ya vuelvo.
Había un Mc Donald’s a una cuadra. Fui hasta un kiosco, compré tres atados de cigarrillos y un encendedor descartable. Volví, se los di.
–Que tenga un buen día –dije.
Pasó otra semana, así funciona el tiempo. Volví.
–Buen día, señor –dije, sonreí–. ¿Necesita ayuda? Quiero decir, ¿precisa algo?
Me miró, el hombre. Uno de sus perros dormía enroscado. Los perros cuando duermen tienen una expresión que es todo lo bueno de este mundo.
–No sé –dijo, se acarició la barba–. Me acuerdo de usted, le pido algo y me trae cualquier otra cosa. No entiendo, así que no sé qué pedirle.
–Es cierto lo que usted dice –dije–. Pero en mi modesta opinión, la mayoría de las veces no sabemos muy bien lo que queremos. Además el odio es un motor mucho más poderoso que la satisfacción, eso desde ya.

6 comentarios:

El Demiurgo de Hurlingham dijo...

si es cierto lo que planteas, que es dificil saber lo que se quiere, ¿es menos dificil saber que quieren los demás?
La envidia también puede ser un motor, pudiendo parecerse al odio.

J. Hundred dijo...

*el demiurgo de hurlingham! no, claro que no sabemos lo que quieren los demás. ‘somos mundos cerrados, vivimos separados’, cantaba el señor melero. momento de absoluta belleza, yo sé lo que le digo, soy sensible a la gracia. escuche, aprenda.
https://www.youtube.com/watch?v=nsgh1E2ZfHo

Anónimo dijo...

Me pasa bastante seguido que aunque me den lo que pido, no termina siendo lo que quiero.
Da lo mismo.
Muy bueno usted, como siempre, Dr. Hundred

J. Hundred dijo...

*anónimo! lo que pedimos y lo que queremos y esa curiosa sensación que algo no encaja. no sabemos qué nos pasa, y eso es lo que nos pasa, dijo ortega y gasset. yo creo que de eso estamos hablando. 1saludo.

LaLa dijo...

Estimadisimo Juan! siempre vuelvo a sus relatos, un placer... y totalmente de acuerdo el odio te hace sentir la sangre en las venas, odiar tiene esa adrenalina como pocas... pero con toda la furia! en cambio cuando estas feliz, vas por la vida distraido y a mi hasta me puede atropellar un auto, soy como esos pequeños animalitos no acostumbrados a la felicidad que cuando sale... uno nunca sabe si va a volver ... Le dejo un beso.

J. Hundred dijo...

*lala! qué dice, estimada. yo diría que odiar es expectorante, pero por decir algo. le mando un beso en la frente.