24.3.16

Información confidencial


Existen dos clases de mujeres. Las que hacen ruido con los zapatos cuando caminan, las que taconean. Y las que no.
La mujer que taconea, la mujer que hace ruido con los zapatos cuando camina, es una mujer que está segura de sí misma, está segura de su belleza, lo que viene a significar más o menos lo mismo. Sabe, la mujer, que es bella, que los hombres la miran cuando pasa, justamente, caminando. Le miran las tetas, le miran el culo. La mujer sabe que es deseada y por lo tanto, termina convencida que su precario paso por la tierra está plagado de algún sentido.
Cree, la mujer, que merece algo aunque no sabe muy bien qué, le corresponde algo por el solo hecho de existir. Es arrogante, pretenciosa, un repugnante ser sin mayores inquietudes que pintarse las uñas o mirarse al espejo. A lo sumo un poco de yoga, algún cursito de fotografía.
La mujer que no hace ruido con los zapatos cuando camina es una mujer que se sabe fea desde muchísimo tiempo atrás, desde siempre. No tiene por qué ser cierto, quizás tiene una cicatriz en un brazo, una quemadura, un casi imperceptible atisbo de labio leporino. O alguna desgracia, de muy pequeña casi se ahoga durante unas vacaciones en San Bernardo, o la manoseó de inapropiada manera un rústico primo. La mujer que no taconea con los zapatos anda por la vida como disculpándose, como pidiendo permiso. Es amable, sumisa, tiene sentido del humor. Ha ido desarrollando alguna suerte de atributos que le permitan, de algún modo, embellecerse. Sentir que también tiene derecho a ser feliz, merecer una propina del bendito árbol de la vida.
De más está decir, entonces, que a la hora de buscar una compañera, si elegís una mujer que hace ruido con los zapatos cuando camina, tu vida será un infierno. Esa mujer irá siempre por la vida creyendo que está para más, que vos sos apenas una suerte de incordio, una contrariedad que debe soportar en medio de su fantástico destino que la aguarda a la vuelta de cualquier esquina. Esa mujer se sentirá mejor y mejor a medida que vos te vayas desmoronando de centrípeta manera. Se alimentará de tu energía mientras te transforma, a vos, en parte de su mala suerte. Te secará el alma, es un vampiro.
Si elegís a una mujer que no hace ruido con los zapatos cuando camina, si elegís a una mujer que no taconea, entonces todo irá muy bien. Sentirás que hay alguien que te quiere y de algún modo te cuida, alguien que comparte y confía. Esa mujer sentirá que vos la ayudaste a salir del oscuro pozo en el que estaba sumergida y casi no podrá creer la suerte de haberte conocido. Querrá estar con vos, le gustará como sos, la base misma de su ser será el proyecto compartido.
Hasta que un día cualquiera, como un rayo que cruza el cielo más negro de una noche mar afuera, la vas a escuchar taconear por el pasillo.

10 comentarios:

El Demiurgo de Hurlingham dijo...

El cine han mostrado a la primera clase de mujer. Se presenta a una mujer por el sonido, de sus tacos, mostrando sus pies, luego sus piernas, luego a la mujer entera. A veces mostrando que no es tan joven como se supuso al principio, pero que no importa, Es el caso de Hennesey (Joan Allen) la villana de La carrera de la muerte. Alguien la describe como el culito más peligroso de este lugar. Y reconoce estar enamorado.

Así que este y otro ejemplo de ficción confirman tu teoría.
¿Puede ser que una mujer sea de un grupo creyendo ser del otro?
Pregunta que tu final convierte en irrelevante porque parece que cualquier elección lleva al mismo final.

J. Hundred dijo...

*el demiurgo de hurlingham! lo que usted comenta es importante (o quizás, admitámoslo, no hay nadie más para elegir). pero sí, es bien probable que una mujer crea que pertenece a uno de los mencionados grupos, siendo del otro. lo mejor que a uno le puede pasar, a eso apuntaba con mi precario texto, es conocer a una mujer linda que se crea, de algún modo, fea. lo normal es conocer mujeres no muy agraciadas que se creen lindas, de eso debiera uno, para conservar algo de la salud psíquica, cuidarse. no menos cierto es que coger resulta un imperativo categórico, lo mismo da si estudiaste filosofía o sos un orangután subido a la rama de un árbol en el congo belga. le acerco algo de mi módica experiencia: durante el coito, durante la fornienda, me ha tocado tener que soportar todo tipo de situaciones, indignidades, cosas en las que preferiría no tener que ahondar para no herir la sensibilidad del hipotético lector. pero estoy en condiciones de afirmar que, durante el acto en sí, la mujer no suele taconear demasiado. lo saludo desde las alturas del conocimiento.

Viejex dijo...

No se me ocurre ahora el detalle de la clasificación análoga, pero estoy seguro que existe para dividir al género masculino en tipos "que taconean" (perdonen mi falta de observación, uds sabrán indicar una descripción mejor, seguramente) y tipos que no. Por un lado ese tipo pagado de sí mismo y que lo que se propone le sale, ése capaz de elegir entre la rubia y la morocha cuando no se queda con las dos y que cuando se le canta las pelotas les pone una estampilla y a otra cosa. Y por el otro los remadores, los que llegamos a la fornienda (por cierto, formidable expresión, la fornienda) más por insistencia y tenacidad que por habilidad. LSe me ocurre ahora una posible analogía: los goleadores natos de un lado y los defensores rústicos en el otro. Pero en nuestro caso, queridos Demiurgo y Hundred, la anotación de ese gol glorioso, agónico, no se asemeja al taconeo de la fulera. Nos escucharán festejar ese gol propio, alguna vez, pero nunca dejamos de saber que nunca seremos un Batistuta. Y lo que ellas escucharán, más tarde o más temprano, es la queja del calambre del goleador venido a menos, y no el taconeo del Eber Ludueña.

J. Hundred dijo...

*viejex! mire, es un tema complicado, un tema que se puede prestar a confusiones. pero todos alguna vez hemos estado en vestuarios, sobre todo en la adolescencia. pasados, pongamos, los veinte años, la mirada en un vestuario debe dirigirse siempre de la línea de los hombros hacia arriba. sepa entonces que el equivalente del ‘taconeo’ en la mujer, está relacionado con la japi en el hombre. alto, no es tan directo. no es el tamaño en sí, sino el estado, de la japi, cuando la herramienta no es utilizada. o sea, el estado de la japi en posición de descanso. porque, bueno, cómo decirlo, hay japis que en posición de descanso aparecen (no debe aquí de ningún modo usarse el término ‘lucen’) como ‘desplegadas’, y otras japis que, si no están en acción, adquieren un estado de ‘recogimiento’. es un tema técnico, creo que usted lo alcanza a comprender. dado entonces el estado de la japi en posición de descanso, es que hay hombres que se pasean en bolas por los vestuarios de este mundo con expansiva despreocupación, y otros que se limitan a cambiarse para la práctica de una actividad deportiva cualquiera, o para volver al mundo exterior lo antes posible. insisto por lo álgido del tema, no estamos hablando de preferencias sexuales ni del estado físico de la persona en cuestión. estamos hablando del ‘taconeo’ en la mujer, y su equivalente masculino. espero haber logrado transmitirle de algún modo el concepto, y desde ya no haberle generado ninguna suerte de afán investigativo. lo saludo con precaución.

WOLF dijo...

Sublime el final... Saludos

J. Hundred dijo...

*wolf! su saludo exuda idoneidad, yo le agradezco.

Dany dijo...

Le hago una confesión. Hace rato que lo único ( aunque esporádicamente) que leo es este espacio además de algunas resoluciones de la afip. Este relato me pareció excelente. Lo abrazo.

J. Hundred dijo...

*dany! oiga, hablemos un poco de las resoluciones de la afip. presiento que usted tiene muchísimo para dar. lo abrazo.

Anónimo dijo...

Generalmente lo puteo por ser tan previsible, repetitivo, hoy lo aplaudo.

J. Hundred dijo...

*anónimo! previsible, repetitivo, y bastante feucho. igual creo que hasta el insecto más repugnante, la criatura más inmunda, tienen algo para hacer, un mínimo rol en el planeta tierra. y eso nos incluye, a usted, a mí.